Santiago Loza y Lisandro Rodríguez: Elefante Club de Teatro


Cuando la sala es parte del espectáculo

El dramaturgo y cineasta y el actor y director son dos de los cuatro artífices de la usina creativa que funciona en una ex ferretería de Soler al 3900. “Acá jugamos de locales y algo del pulso del lugar se traslada a las obras”, aseguran.

Buena música, luz baja, vino, café, algunos sillones. Una pequeña antesala con muebles viejos, estantes con discos de vinilo, libros y objetos kitsch. Todo tipo de elefantes descansan sobre una repisa: diminutos, medianos y grandes. Así luce Elefante Club de Teatro, un espacio cálido que cuatro amigos teatreros abrieron hace dos años y que en poco tiempo se convirtió en uno de los espacios más concurridos del off, donde se recibe al espectador como a un amigo que viene de visita. Esta ex ferretería devenida sala teatral es el laboratorio de una dupla creadora de obras intimistas que suceden a centímetros de distancia de la platea (apenas una treintena de sillas por función), suerte de micromundos potentes que estallan frente a las narices del público. Sus artífices son Santiago Loza, dramaturgo y cineasta, y Lisandro Rodríguez, actor, autor y director. Juntos estrenaron Sencilla, escrita a dúo, Asco y La vida terrenal, ambas firmadas por Loza y todas con dirección de Rodríguez. Son tres piezas cargadas de matices, con personajes desolados y más o menos desesperados y un clima de extrañamiento en el que el mundo cotidiano se revela tan dolorosamente reconocible como alterado.

Se conocieron estudiando Dramaturgia en la Escuela Municipal de Arte Dramático y al poco tiempo surgieron las ganas de concretar proyectos juntos. Así fue como hace dos años, y junto a los actores José Escobar y Mariano Villamarin, alquilaron el local ubicado en Soler al 3900, que funciona como una usina de creación. Imaginan, escriben, ensayan, prueban y pulen las puestas sin necesidad de tener que salir a buscar sala ni depender de decisiones y ritmos ajenos. En Sencilla, dos empleadas domésticas se encuentran en la soledad nocturna de una plaza. Los actores son hombres y sus criaturas, aunque disímiles, comparten un mismo vacío interior. Una es dulce, introvertida, ingenua; la otra, enrevesada, manipuladora y expansiva; las dos, solas por igual. Todo transcurre detrás de una reja con aires de cárcel, en la quietud y el silencio de una noche en la que ellas intentan salir del aislamiento sin lograrlo. Los mecanismos que una de ellas utiliza para boicotear la comunicación son demoledores. En Asco, un portero comparte la noche en vela con un vecino insomne que baja al hall para no estar solo y matar las horas. Casi no pronuncia palabras, todo lo dice el encargado, magistralmente interpretado por Mucio Mancini, que vomita su mundo interno, grotesco y feroz. Es un trabajador sometido al desierto de las noches y a la actividad frenética de su cabeza, que no para un minuto. Por eso, la presencia del otro es la excusa para que largue todo, sin filtros: deseos, enfermedades, pensamientos, fantasías sexuales. Lo que se le cruza por la cabeza lo pone en palabras y lo pasa por su cuerpo. En La vida terrenal, una joven dice pertenecer a otro mundo, se distancia de los humanos y cuenta ciertos momentos de su vida en este planeta: la relación con su madre, con su propio cuerpo, con los demás.

–¿La soledad es el hilo que conecta los tres trabajos?

Santiago Loza: –Recorre los tres materiales, pero aparece de distintas formas. Sobre todo en Sencilla y Asco, donde está la necesidad de la compañía, de acompañarse como sea. Igualmente, la primera tiene mucho más humor, mientras que en Asco los personajes están unidos en la desesperación. El vecino y el portero son dos caras distintas de lo mismo. Es una obra entregada a su tragedia, a su oscuridad, a cómo salen los dos tipos de ese pozo en el que están esa noche. En ese sentido, puede ser perturbadora. La obra toma ciertos elementos de la masculinidad y de cierto fascismo ramplón que me resultan ajenos, pero también tiene una zona de vértigo, de fobias nocturnas, de pánico, que comparto y en las que me siento muy expuesto.

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