Alejandra Darín y Osmar Núñez: Un informe sobre la banalidad del amor


“No se puede juzgar a estos personajes”

“Para tratar de entender una historia así, uno tiene que buscar en lo propio”, dice el dúo de actores, que además de presentar esta puesta en el Cervantes y llevarla de gira nacional en julio y agosto, planea continuarla de manera independiente.

Durante el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén, en 1960, Hannah Arendt denominó a lo racional de las masacres organizadas por los nazis “la banalidad del mal”, para resaltar el aspecto burocrático de la lógica de los campos de concentración. Arendt conocía bien ese funcionamiento: debió huir de su Alemania natal rumbo a Estados Unidos para escapar de las persecuciones del régimen hitleriano. Sin embargo, algo la unía a esa Alemania: su amor por Martin Heidegger, quien fue en 1925 su profesor de Filosofía en la Universidad de Marburgo, donde se hicieron amantes, y luego rector de la Universidad de Friburgo en 1933/34, por lo que se lo acusó de apoyar al régimen. Acusación que también le hacía Arendt, y nunca dejó de hacérsela a Heidegger. Sin embargo, tampoco dejó de amarlo. ¿Cómo sostener una pasión más allá de todo cuestionamiento? Esa es la historia a la que, en cuatro actos entre 1925 y 1950, Alejandra Darín y Osmar Núñez le ponen el cuerpo en Un informe sobre la banalidad del amor, que se presenta jueves, viernes y sábado a las 21.30 en el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815).

Para ambos actores, el eje de la historia no es el contexto en el que se desarrolla la relación sino la relación en sí. Para Núñez, el mayor desafío fue “acentuar la historia de amor. Porque las posiciones políticas de cada uno están muy claras en la obra, y son muy fuertes. Y donde yo particularmente trabajé más es en encontrar este vínculo, privilegiar esta relación amorosa de encuentro/desencuentro, estas diferencias permanentes. Pero siempre en el amor, en la necesidad de estar con esa otra persona, de escucharla, de sentirla. Creo que es el eje de los personajes. Porque todo lo demás se dice”, explica, y Darín confiesa que, a pesar de no conocer previamente a Arendt y Heidegger, cuando leyó la obra “me emocionó, y me pareció lo que me parece hasta ahora: trata sobre una historia de amor, más allá de las características particulares. Creo que lo intelectual no juega mucho cuando se relaciona con lo emocional. No fue pensar, fue leerla y sentirme emocionada”, asegura.

–Que haya sido una historia real, con personas que existieron, ¿cambia algo en la manera de representarlo?

Osmar Núñez: –Siempre es seductor que la historia y los personajes hayan existido, a pesar de no haberlos conocido. Lo que sucede es que es tan universal lo que les sucede, que después empieza a pasarte a vos directamente, y decís: “Yo tengo muchos puntos en común con este hombre o con esta mujer”. Lo que les pasa me pudo haber pasado a mí: tantos desencuentros amorosos que uno tuvo en la vida hacen que no te resulte tan extraño. Lo que sí es lejano es todo lo demás, pero en lo que respecta propiamente al amor no.

Alejandra Darín: –Me parece que agrega un plus, porque un personaje puramente de ficción puede ser de verdad de cualquier manera, según cada actriz, actor o director lo tenga en sus manos. Pero en el caso de personajes-personas, uno no puede menos que tratar de investigar. Yo la vi a Hannah Arendt en un reportaje en el sesenta y pico, y creo que esa información de ver a una persona hablando es muy rico, aporta un montón de cosas. Con detalles de ese reportaje me hago todo un mundo. Lo que podía percibir de su personalidad me la trajo mucho más cerca... Una es Hannah Arendt por un momento. Y para el público lo es. Pero no tengo la pretensión de ser una copia de esa persona real.

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