Y un día Nico se fue


Historia de amor gay, en la Usina

Frescura, encanto y diversión, tres palabras que definen a la perfección Y un día Nico se fue . Sin referirme al hermoso edificio de la Usina del Arte, la ascética sala -preparada más para música que para teatro- alberga a un grupo de artistas que tendrán la responsabilidad de colmar la escena y evocar la espacialidad en un ámbito sin la ductilidad de un escenario.

El libro de Bazán llegó a escena en una comedia musical autorreferencial. En este sentido, el juego con Seis personajes en busca de autor y Luigi Pirandello es interesante, aunque podría estar más y mejor desarrollado. La historia es sencilla e involucra a muchos. El encuentro amoroso, la mal denominada "confesión", la convivencia y, como ya anticipa el título, la separación. La obra en tanto texto se atreve a quebrar la intriga y depositar todo en cada escena. No hay en el espectador la angustia de saber cómo terminará. Un día, Nico se irá.

Y esa apuesta requería de intérpretes de fuste. Y, en este sentido, el segundo acto se impone por sobre el primero, ya que es el momento en el que el ensamble se luce con sus momentos protagónicos. Quiroz y Fonzi logran jugar muy atractivamente con sus criaturas -la sutileza de Fonzi contrasta un poco con el carácter mimético que busca Quiroz del personaje real-. Pero es estrictamente en lo actoral en donde ambos se lucen. En lo musical se percibe el fino trabajo de Pashkus para que puedan llegar a los requerimientos vocales de la pieza. Y por ello se vuelve lícito preguntarse si era necesario apelar a figuras "convocantes" para protagonizar el espectáculo. Tenemos gran cantidad de artistas (sin rostros tan conocidos, es cierto) que pueden cantar, bailar y actuar con idéntica profesionalidad. Más aún tratándose de una producción del GCBA y no de un productor privado.

Es en el ensamble en donde la escena deslumbra. Y si bien todos son correctísimos, es justo destacar los trabajos de Silvana Tomé y de Dennis Smith. Cada uno en un registro actoral diferente le ofrece a la escena -y a la platea- lo que se requiere. En lo musical, hay que señalar el enorme acierto de la convocatoria a Ale Sergi. Le imprime a cada canción un cruce genérico muy atractivo, aunque apoyado siempre sobre la base de su estética personal tan bien plasmada en Miranda! Un espectáculo simple y bello que, por momentos, abusa del manifiesto.

Fuente: La Nación

Sala: Usina del Arte

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