Camila



Una historia pasa del cine al musical

Los preparativos y el detrás de escena de la nueva versión de la película que fue un hito del cine nacional, ahora con Natalie Pérez y Peter Lanzani.

De un lado, una habitación pequeña: una cama de madera con acolchado de puntillas, una silla y un espejo. Unos pasos más y aparece el interior de una casa señorial. A menos de medio metro de distancia, llega la iglesia. En un disco giratorio de seis metros de diámetro, entran cuatro ambientes que reflejan cómo vivía la aristocracia argentina de mediados del siglo XIX. Los escenógrafos del musical Camila, nuestra historia de amor –que se estrenó este jueves en el teatro Lola Membrives– quisieron construir una ficción intimista y ágil al mismo tiempo: un actor se puede apoyar en la pared de una habitación y darle la espalda, al mismo tiempo, a los muros de una catedral.  
"La idea era recrear escenas intimistas y estáticas, pero que al mismo tiempo sean móviles para darle una visión cinematográfica", cuenta Lili Diez, responsable de la escenografía de este espectáculo que, según avisan sus creadores, no pretende ser un show musical, sino una historia dramática con canciones. A menos de una semana del estreno, la escenógrafa corre de un lado a otro: chequea que las plataformas que construyeron funcionen, giren a tiempo con la luz que las acompaña y no dejen de mostrar, con claridad, cada gesto de los actores.
"¡Me tenés que poner la máscara! Voy a quedar inmovilizada", dice Julia Zenko, una de las actrices y cantantes del musical. Lili abandona su preciada plataforma, que primero dibujó en un plano y ahora la ve enterita en un escenario, para ensuciarse las manos con una arcilla que le coloca con delicadeza a Zenko. "No te muevas, por favor", le dice a la cantante, que se queda durita, con la cabeza contra la pared. "No puedo contar mucho por qué estoy haciendo esto. Es un truco que hay en el musical. Digamos que Julia tiene que estar en dos lugares al mismo tiempo", avisa, y la dejamos mantener el misterio.
En esta trágica historia de amor, Julia Zenko interpreta a la abuela de Camila, Ana Perichón. "Era una mujer de avanzada para la época y el espejo de Camila. A tal punto me conmovió la historia de esta mujer, que creé escenas para contar su vida", dice Fabián Núñez, autor y director del espectáculo, el hombre que hace más de cinco años pensó en contar esta historia en el teatro independiente y que ahora se encuentra apabullado en una producción que trascendió sus bocetos y el piano en el que practicaba las canciones. "Lo primero que me movilizó fue la indignación. Me pareció una injusticia todo lo que les pasó", cuenta el director.
Lo que sucedió fue un hecho real: en 1847, en Buenos Aires, bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas, Camila O’Gorman, una chica de clase alta de 20 años, se enamoró para siempre del sacerdote jesuita Uladislao Gutiérrez, un cura de 24 años que no pudo reprimir sus sentimientos y se escapó con su enamorada. El final de ellos fue dramáticamente conmovedor. La historia fue llevada al cine en 1984 por María Luisa Bemberg y marcó un hito artístico y social en esa época.
A Fabián Núñez, la injusticia lo llevó a la investigación. Buscó diarios de la época, analizó las crónicas de los juicios y hasta se armó de dos bandos: quienes defendieron y quienes cuestionaron lo que pasó. "La prensa argentina defendía la persecución del gobierno de Rosas y quienes estaban exiliados la denunciaban, como Sarmiento desde Chile o Alsina desde Montevideo", dice.
"Julia, disculpá que te invadimos el camarín", le dice con genuina amabilidad Fabián a la cantante, que se asoma entre una cortinita de mostacillas que ella misma colocó en su vestuario y la acompaña en cada obra de teatro en la que participa. "¡En media hora arrancamos!", grita desde un pasillo uno de los asistentes del musical y detrás de escena comienzan unas corridas clásicas de los empleados de un negocio de comidas rápidas, sólo que en este caso corren para contar, de la mejor manera posible, una historia de amor.
En otro camarín, una mujer le hace una trenza a una peluca, con la misma delicadeza que una madre cariñosa peina a su hija. "Este será el pelo de la mamá de Camila", dice Miriam Manelli, encargada de lograr que los peinados de todos los actores estén a la moda con lo que se usaba a mediados del siglo XIX. "Me tuve que documentar y buscar fotos de la época", avisa y no deba de mirar su peluca. "Lo que más me gusta es cuando empiezan estos gritos, la adrenalina del teatro, es mi pasión", dice y sigue concentrada. Sólo en un teatro es posible escuchar gritos y violines al mismo tiempo. Mientras la gente habla y corre, la orquesta del musical, dirigida por el maestro Gerardo Gardelín, ensaya su repertorio.
"¡Otro vestido más! ¡No lo puedo creer!", grita con simpatía Natalie Pérez, la Camila de esta obra. "Tengo todo: adrenalina, angustia, miedo, sensibilidad extrema, ansiedad al doscientos por ciento. Ensayo un montón de tiempo y siempre me pasa lo mismo: me enfermo la última semana. No lo puedo evitar." La angustia y la felicidad pueden convivir a una semana de estrenar. En su camarín hay un perchero móvil que tiene más de cinco vestidos colgados, todos largos y con volados. "El actor tiene que amar su vestuario", dice el diseñador Pablo Battaglia, que escucha los comentarios desde el pasillo.
¿Cómo se hace para amar una prenda de vestir? "¿Cómo no amarla? Es tu herramienta de trabajo. De la misma manera que un albañil cuida sus materiales, porque sabe que si no funcionan no puede trabajar. Siempre hay que darlo vuelta cuando se cuelga, para airearlo, no hay que arrastrar los vestidos. En el teatro, para que las cosas salgan bien hay que ser muy metódico y ordenado", explica y avisa que él también se documentó sobre la época. "El vestido de Manuela de Rosas es una réplica de un cuadro muy famoso de ella", anticipa. Para el musical Camila, Battaglia pensó en muchas puntillas y encajes. Claro que lo que dibuja y después lleva al taller de costura suele cambiar cuando esos vestidos aparecen en el escenario. "Tengo que ver la funcionalidad de esa prenda en escena, cómo queda con las luces y el movimiento de los actores. A veces, hay que cambiarlo por completo. Pero uno juega por eso, por crear una obra de arte. Muchos actores dicen que sienten el personaje cuando se ponen el vestuario. Esa es mi motivación", confiesa.
Uno de los primeros camarines, de los tres pisos de vestuarios que tiene el teatro Lola Membrives, es el de Peter Lanzani (de Casi Ángeles). Allí, hace más de una hora están encerrados Natalie, Peter y el director. "Están teniendo una última charla, haciendo los últimos ajustes", avisa un asistente. Cuando se abre la puerta, la actriz y el director salen con una sonrisa. Adentro, queda Peter que vacía de un trago media botella de gaseosa.  Tiene 23 años y debe interpretar al cura con el que Imanol Arias dejó su sello en el cine. "Confío en el equipo. Sé que mucha gente va a venir a ver al actorcito de la tele. Pero los que quieran criticar, no lo van a poder hacer. Porque la historia supera cualquier prejuicio", dice sonriente y no se le mueve ni un pelo de su corte teen, con el flequillo para el costado.
"Yo pienso en un Uladislao muy frontal, que se hace cargo de la contradicción que le genera abrazar una religión y, a su vez, enamorarse de Camila. Él pelea con esa dualidad", explica el autor y director. "Lo que más me interesa es la interpretación dramática. Busqué cantantes y actores, pero yo estoy pensando en la actuación. Más allá de que muchos ya conocen la historia, acá hay un mensaje que quiero dejar", dice.
En los registros históricos y en la película, se cuenta que Camila, que estaba embarazada, y Uladislao fueron asesinados, con los ojos vendados, ante un pelotón de fusilamiento. Antes de morir, Camila le preguntó a Uladislao si estaba ahí. Él le dijo: "A tu lado Camila". Después los mataron y los enterraron en el mismo ataúd. Ahora, su historia de amor se podrá ver en teatro, con violines y canciones. «


la versión original que llegó a la pantalla grande y marcó un hito
En cine. En 1984, el estreno de la película Camila fue un suceso para el cine nacional e impactó tanto en la audiencia, que terminó por poner de moda ese nombre: en el registro civil aumentó con consideración la cantidad de bebas que se inscribían con el nombre de "Camila".
Dirigida por la talentosa directora feminista María Luisa Bemberg, la película fue protagonizada por Susú Pecoraro (Camila), Imanol Arias (Ladislao), Héctor Alterio (el padre de Camila), Elena Tasisto (la madre de Camila) y la actriz Mona Maris, como la abuela . La película se estrenó el 17 de mayo de 1984 y fue nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa en 1985. Susú Pecoraro ganó el premio a la mejor actriz en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Con esta película, a María Luisa Bemberg le llegó el reconocimiento internacional como directora de cine. Su intención de contar y poner en el centro de la escena la opresión de la mujer, la hipocresía de la aristocracia argentina y el sometimiento con el que se vivió durante el gobierno de Rosas tuvo su máxima expresión en esta película.
En Camila se prestó especial atención al predominio de la vestimenta roja, las formas de vincularse de la época, los medios de transporte y las costumbres típicas, todas fieles a los registros históricos. "Fue muy difícil hacer una película de época en un momento en que la historia se leía como si fuera la revista Billiken", recordaba Susú Pecoraro.
Luego del reconocimiento internacional, la historia de Camila O'Gorman quedó marcada como una referente de la mujer moderna, que lucha por sus ideales más allá de las convenciones sociales del momento.

Fuente: Tiempo Argentino

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