Cirque du Soleil: Varekai



Una gran familia que recorre el mundo

El mega espectáculo canadiense desembarcó por cuarta vez en Buenos Aires. Los integrantes de esta troupe contaron cómo prepararon Varekai, la última gran aventura del circo más famoso.

Al momento de comenzar la función, detrás del escenario, la oscuridad es total. A ciegas los artistas a punto de salir buscan sus máscaras, ordenadas y etiquetadas en su sitio, previamente designado, justo detrás de la boca de escena. Alguien se aseguró que allí estuviesen. Tres personas se ocupan de dar la señal a los que tiene que salir, mientras los demás se terminan de preparar y la adrenalina empieza correr. El equipo de Varekai, cuarto show que el Cirque du Soleil presenta en Buenos Aires, está listo. A la señal todo comienza. La música ya se escucha. La gente aplaude. El resplandor del escenario deja entre sombras a las siluetas expectantes de los que aguardan su momento para consumar su faena.
Varekai, presentado ya en 67 ciudades de 18 países diferentes, fue visto por más de 8 millones de espectadores. En el espectáculo trabajan 150 personas de las cuales 57 son artistas. Girando desde 2002, el equipo viaja con 65 containers a cuestas: baños, camarines, oficinas, carpas, comedor y todo lo que se ve (y lo que no se ve) que se mueve para donde vayan. Todo en función de que el armado sea de manera idéntica en cada lugar adonde vaya y que simule el concepto de una casa. Todo está colocado en el mismo lugar, un lugar atemporal. Todo está idéntico por más que haya viajado incontables kilómetros. Varekai, de hecho, significa "en cualquier lugar" en romaní, lengua de los gitanos. Así que la carpa que está en el Complejo al Río, en Vicente López (cerca del General Paz), es el mismo campamento que anduvo, por ejemplo, en Brasil, México, Europa y Asia.
"Nos movemos 365 días al año, es vida nómade, medio gitana. Con mucha más infraestructura que antes, es verdad. Esta es nuestra casa, aunque dormimos en hoteles, la mayor parte de nuestras vidas es aquí", comenta entre el ir y venir del backstage Cynthia Clemente, productora general. Tiene 32 años y nació en Caracas, Venezuela. Estudió Comunicación social y Producción teatral en México y allí, hace seis años y medio, entró al circo como un trabajo temporal hasta que le dijeron si se quería quedar y se animó. "Nunca había hecho circo, pero me convencieron por esto de viajar. Iba a probar un año y ya hice cuatro tours diferentes", cuenta. Con toda la musicalidad del Caribe en boca agrega: "Esta es una gran familia, todos se cuidan unos con otros. El artista sabe que no hay escenario si alguien no se pone a trabajar antes en el armado". Interrumpe un llamado por el handy. Una voz en inglés balbucea algo y ella responde también en inglés. "Todos los días son distintos aquí", afirma. Cynthia está en todo. Sabe que hay mucho ensayo. Que entrenan cada acto una hora por día, que siempre se está generando algo en Canadá y que en 2013 o 2014 va a haber un nuevo espectáculo. Que habrá funciones hasta el 7 de octubre aquí y que luego viene Chile. Ella estuvo cuando un clown nuevo cayó del escenario en un número con poca luz.
"La llegada a cualquier lugar es lo más difícil porque hay que acoplarse a la cultura. Y todo tiene que armarse perfecto y rápido. La ida es lo más fácil. Una semana libre, por lo que tardan como mínimo los camiones de un lugar a otro. Y así. Todo el tiempo hay llamadas desde Canadá. Hay reuniones semanales, virtuales, para ver que estamos haciendo lo mismo."
Para ella es fácil: la clave es que cada área debe ser la mejor y que todos deben amar lo que hacen y así poner lo mejor de su trabajo. Sea lo que sea esto, junto al proceso creativo, hace un show magnífico y grandilocuente. Y también caro: las entradas más baratas salen 250 y van hasta 1200 pesos. Los souvenirs, pueden ser desde remeras de 50 pesos hasta máscaras de 4000 pesos. ¿El programa a voluntad? No, 90 pesos. Aun así, para que rinda todo el despliegue la producción afirma que el espectáculo debe permanecer al menos cinco semanas en cada lugar.

El corazón del circo. De las entrañas de la inmensa carpa azul y amarilla parecen fluir las energías que mueven todo. El centro, el corazón artístico, es donde todo pasa antes del show. En el durante, es un lugar de paso. Pero el ambiente comunitario a metros del escenario es el lugar más sagrado de toda la tropa. Es el epicentro del asunto.  Es donde están elongando algunos, donde hay un improvisado gimnasio, donde se está probando, donde se entrena, donde se ensaya, donde se calienta. Aquí hay una regla y es que si no estás trabajando en la parte artística o técnica del show acá no se entra, sobre todo para el departamento artística, donde es importante la concentración. En la tienda artística, como se llama ese lugar sacro de colchonetas por todos lados, hay distintos departamentos. Hay lugar para maquillaje –donde cada uno prepara su propio maquillaje en su valijitas con espejito–, vestuarios y hasta un fisioterapeuta, por la naturaleza del trabajo. Para prevenir y para estar por si pasa algo.
Entre trajes y baúles abiertos se lo ve a Ramón Santos y a su hermano Javier. Hablan del Cholo Simeone como DT y de "la traición" del Kun Agüero. Los hermanos Santos nacieron en Madrid, España y son Colchoneros, del Atlético de Madrid. Javier (de 36 años) y los gemelos Pedro y Ramón (de 26) son la octava generación de un linaje de tradición circense. A lo largo de 300 años esta familia de acróbatas han viajado por el mundo entero. Hacen malabares con los pies (también conocidos como "Icarios"). Fueron cinco años de duro entrenamiento bajo la supervisión de su padre, Pedro Santos Padeiro, para dominar esta disciplina de más de 1000 años de antigüedad. Desde pequeños comenzaron a jugar con este tipo de pruebas y crearon este acto. "Hace once años nos contactaron porque estaban interesados en que nuestra actuación esté en este show. Somos de los pocos que estamos en Varekai desde el principio. Imagina que en diez años muchos se han ido, pero nosotros estamos bien", dice Ramón. Mientras, calcula que han visitado 77 países en toda la vida, si no le falla la cuenta, y que lleva un año sin ir a España a ver a su madre. Javier, el mayor, cuenta que tiene una hija que vive allí con ellos, viajando, y que lo siente como algo normal. Su padre los llama. Tienen que entrenar. La rutina de trabajo no para.
En Varekai, cada uno se va por su cuenta cuando tiene su día libre, que son los lunes. Algunos se van para Iguazú en viaje relámpago, o contratan un city tour; otros se quedan durmiendo. Como hay mucha gente que no habla el idioma local, alguien se encarga de organizar la fiesta los domingos para dormir el lunes entero, ergo, irse de copas. Como para conocer la cultura local, digamos. Pero el martes hay que volver a los 14 números a lo largo de dos horas y media –con un intervalo de 25 minutos sobre todo a cargo de los clowns– a los malabares que se hacen con pelotas de fútbol y de ping pong y también con sombreros. Se utilizan los pies, la cabeza, las manos y la boca, con acrobacias en redes, aros, columpios, muletas, saltos en el aire y equilibrio sobre varas o, simplemente, sobre los cuerpos ajenos. Hay que hacer honor al espíritu nómade, al alma y al arte de la tradición circense.  «

La cocina, el lugar de los encuentros

Cualquiera que va, a cualquier hora, entra las ocho y la una de la madrugada, puede comer. La cocina es, como en todas las casas, el lugar donde se charla, se discute, se bromea en el desayuno, almuerzo, merienda y cena. Los cuatro cocineros que viajan con el tour ofrecen opciones y cada uno se arma su propia dieta, con la porción de proteínas y carbohidratos deseada.
Habiendo tantas nacionalidades (27 en total), lo más difícil es ir rotando los platos para que no se acostumbren a comer solo una cosa. Hoy comida italiana; mañana, asiática; pasado, americana.
Rusos, chinos, españoles, Italianos, canadienses, belgas, ucranianos, brasileros quizás se comen una arepa venezolana de pernil con queso o un bife de chorizo para entrar en las distintas culturas y armonizar. La cocina es el punto de encuentro de todos, allí no hay diferencias. Salvo que antes del show se vea a un payaso a medio pintar comiendo una hamburguesa. Ahí sí se nota. Seguro.

Circo itinerante

Fundado por el acordeonista y lanzallamas Guy Laliberté a mediados de los ’80 el Cirque Du Soleil tiene más que en cuenta las premisas primordiales del espectáculo: estimular sensaciones. Compañía oriunda de Quebec, exponente mayúsculo del nouveau cirque –o circo contemporáneo– revivió el negocio del circo, con una facturación aproximada de 600 millones de dólares al año. Hoy en  día hay 22 shows distintos de Cirque du Soleil rodando por el globo. Aunque no hay dos iguales en dos lugares distintos. Son únicos e itinerantes.

El sastre del circo

Uno de los atractivos de Varekai es sin duda la puesta en escena. La escenografía, vestuarios y luces son arduamente trabajadas y al ojo curioso del espectador, impresiona. Todo viene diseñado y preparado desde Canada, de la casa matriz. Marcel Bofill, catalán, 34 años, hace cinco que trabaja en esta empresa. En este show es el jefe de vestuario. Su trabajo es mantener la pieza que dejó la vestuarista japonesa fallecida Eiko Ishioka, la mujer que vistió al Gary Oldman de Drácula y que ganó un Oscar por ello. Sus 600 coloridos trajes de su autoría fueron creados en 2002 y necesitan manutención. "Hay trajes que duran sólo tres meses y otros que llegan a seis o seite meses”, comenta Marcel. De familia de sastres, cuando tenía 20 años se fue de Girona para Barcelona, para trabajar freelance. Un día vio en el periódico que necesitaban ayudantes para el Cirque du Soleil. Se postuló y lo llamaron, de local en el espectáculo de Barcelona y después al cabo de seis meses lo llamaron otra vez porque la compañía estaba en España. Ahí se quedó. Le gusta viajar y siempre intenta adelantar trabajo para tener más tiempo para recorrer. Pero no siempre se puede y confiesa: "No estamos de vacaciones. Estamos a full, esto es un trabajo. El estándar del circo es muy alto, cada departamento tiene que estar trabajando constantemente. El uso y el desgaste exige mucho a vestuario. Para que no se haga visible al espectador hacemos todo lo que podemos."

Los datos

Varekai hará funciones en Buenos Aires hasta el 7 de octubre.
Son 150 personas de 27 nacionalidades las que trabajan en el show; 57 son artistas, cuatro cocineros.
Desde 2002 viajan con 65 containers.
Visitarán 67 ciudades de 18 países diferentes.
El show fue visto por 8 millones de espectadores.
Hay 2500 butacas.
El show consta de 14 números y dura dos horas y media con un intervalo de 25 minutos.
El circo tiene una facturación aproximada de 600 millones de dólares al año.


Fuente: Tiempo Argentino

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