Osqui Guzmán y Maximiliano Miranda: La Pipetuá y A la obra!


El sueño de construir la casa propia

Desde la dirección, la obra intenta mantener la noción de circo artesanal que caracteriza a este grupo -que asumió el desafío de encarar un trabajo artístico con guión- contando la historia de cuatro payasos constructores.

Todo está alborotado en la sala. La marca de luces, al traslado de escenografía y cierta ansiedad que se respira en el aire muestran claramente que se viene un estreno. Así viven la previa los cuatro integrantes de La Pipetuá que bajo dirección de Osqui Guzmán estrenaron A la obra, una, valga la redundancia, obra de teatro que cuenta la historia de cuatro payasos constructores.
La idea de trabajar con Guzmán nació cuando dos integrantes del grupo hicieron un curso de comedia física, dictada por el actor. Al principio la idea no le convencía a Osqui, “sentía que tenía que hacer mucho y muy bien,”, dice desde la butaca Guzmán, quien finalmente después de pedir un año por lo menos de trabajo, aceptó. A su lado, Maximiliano Miranda, uno de los integrantes del grupo asiente ante cada información del director.
La pieza teatral se trata de un día más de trabajo para estos cirqueros artesanales que quieren construir su propia casa pero que se ven enredados en sucesos inesperados y desopilantes. En el intento por construir aparecerán cuerpos lumínicos, burbujas musicales y sombras animadas que darán pie a distintas situaciones. Los afectos y las relaciones son el tejido que sostiene la trama
–¿Qué complejidades encontraron a la hora de plantear un trabajo de estas características?
Osqui Guzmán: –Cuando uno habla de clown, habla de circo, de payasos, de magos, siempre habla de partes que componen un todo, en una obra de teatro eso también está incluido. Pero la diferencia sustancial con la obra es que surge por una necesidad grupal, un objetivo en común, que en este caso es construir su propia casa. Por mi parte, fui viendo la composición real grupal. De qué se trata este grupo, qué lo sostiene. Empecé a ponerles rol a cada uno: uno tiene autoridad, el otro es el que teme, el otro es fuerte y hay uno que es un colgado. Esos roles están en cualquier tipo de grupo, en una familia y en una sociedad. Esto es metafóricamente análogo a un montón de composiciones, antes de armar una casa, hay que armar un hogar.
Maximiliano Miranda: –Esta manera de trabajar con dramaturgia, con buscarle el sentido al malabar, partir desde un objeto para crear un número o un sketch y que no esté impuesto, es algo nuevo para nosotros, que veníamos trabajando de una forma más performática. Nuclear a partir de un guión resultó todo un aprendizaje.
–¿Qué desafíos implicó para el grupo esta propuesta?
MM: –El trabajo con Osqui en sí es todo un desafío, pero además somos los productores. Siempre tuvimos nuestra propia dirección, así que tener una persona que te va guiando es algo nuevo para nosotros.
OG: –Para mí lo dificultoso es que este era un grupo armado y totalmente autosuficiente. La primera vez que me dieron el guión, les dije: “chicos, para armar esto no me necesitan”. La segunda complejidad es que comentaba que estaba por dirigir a La Pipetuá y todo el mundo me decía: “uh, son buenísimos”. Pero bueno, si ahora hacen algo diferente la responsabilidad sabés de quién es… Cuando estudié con Gené, él me enseñó que toda la responsabilidad es del director: las luces, la escena, el texto, la actuación. Y si la obra está buena, la gente dirá: “qué buenos son estos actores”, “qué buenas las luces”. Me contento con que la gente se quede con la sensación de que son los mismos capos de antes.
–¿Desde el teatro hay una nueva valoración a lo circense?
MM: –El circo en la Argentina ha crecido un montón. Pasa que el circo en teatro es distinto, eso casi no hay, como tampoco hay tantas carpas de circos. El circo  ha evolucionado hasta un nivel casi deportivo a partir del Cirque du Soleil.
–Pero ahora hay más formación en artes circenses que antes...
MM: –Acá no se ve tanto circo, no hay una carpa para ir a ver circo, eso lo ves en pueblos o en barrios. Pero a su vez, es cierto que se abrieron muchas escuelas y talleres, se popularizó mucho. Es toda una  evolución que los actores aprendan malabares, clown, acrobacia.
OG: –Ahora, eso no pasa al revés, los acróbatas o malabaristas no van a aprender teatro, a lo sumo van a hacer clown. Por eso en esto La Pipetuá acaba de marcar la diferencia. Esta es una obra de teatro con el sello del grupo. Si ellos hicieran una obra cómica, sería así, con juegos clownescos, malabares, imagen, multimedia y mucha creatividad. Intentamos que la idea de circo artesanal esté presente en la obra.

Fuente: Tiempo Argentino

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