Agustina Muñoz: Neón


Detrás de las paredes

Un grupo de jóvenes sobrevivientes intenta recomponer su vida cotidiana en medio de cambios inexplicables: sueños premonitorios, personas que van y vienen, crímenes invisibles. Con ese aire ominoso y la muerte latiendo del otro lado de las paredes, Agustina Muñoz consigue con su obra Neón que lo peor se vuelva hilarante.

¿De qué se trata exactamente la normalidad? ¿Cuántos grados hay que correr el límite de lo conocido para que se descoloquen las emociones? En el cimbronazo, ¿se recupera algún instinto perdido en la civilización? En Neón –la última obra de Agustina Muñoz–, los espectadores están frente a una (¿última?) generación de jóvenes que intentan mantenerse en pie sobre un mundo que cambió. Lo que sucedió exactamente, el por qué de ese cambio, es inimaginable, pero sus efectos son claros. Detrás de un cartel que ya no se ilumina completamente, hay una ciudad (que tal vez esté) semidestruida a la que sus habitantes ya se acostumbraron. Al menos los seis que aparecen y desaparecen de esta habitación que emerge como una grieta desde donde el espectador irá descubriendo alguna forma de mutación colectiva, con todas sus rarezas.

En un principio el efecto es como mirar fuera de foco. ¿Están todos al control de lo que les sucede o están todos sufriendo un brote silencioso? Por ejemplo a Ro (Laura Paredes) le parece de lo más normal que Gus (Matías Umpierrez), el primo de su novio Juan (Lalo Rotavería), un escritor frustrado y prófugo de Berlín, duerma en una cama en el living mientras ella digita sus sueños. También recibir a Juan que llega de una escena de crimen con una caja con regalos (una pulsera de la muerta, un pececito de juguete, una hogaza de pan recién horneado). Para todos ellos, es normal ir a un acuario en vez de a una plaza (¿qué mejor que reflexionar sobre el cambio frente a un axolote?). Que otra vez haya una procesión de la Virgen en la esquina mezclada con las presentaciones pseudoeróticas que Ro hace junto a su hermana en algún lugar del barrio. A Ro le parecen raras otras cosas, como soñar que Juan le regala un bebé al que no le puede ver la cara. “¿Era un hijo lo que me dabas? ¿O era una trampa?”, le pregunta sabiendo que él no le puede contestar. Y ambos se quedan un rato así: mirándose. Porque en esta nueva realidad lo que les parece raro es lo que todavía pasa la prueba del asombro o lo que promete sorprenderlos (aunque sea para peor). Como si la fe estuviera depositada con toda su fuerza en la fantasía.

Más en Radar

Neón

El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960

Reservas: 4862-0655

Viernes a las 21.

Entrada general: $45; jubilados y estudiantes universitarios: $30 (presentando acreditación)

Comentarios

Jessica Johanna ha dicho que…
La vi porque mi profesor es uno de los protagonistas y la verdad me gustó mucho. Es interesante, entretenida, y está sobretodo muy bien actuada. Recomiendo.

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