Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob: Los talentos


Los poetas cachorros

Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob son amigos de verdad, desde la adolescencia. Hace tiempo, desde un taller de dramaturgia dirigido por Javier Daulte que compartieron, tenían ganas de contar la historia de Lucas, Ignacio y Pedro, amigos también, los extraños adolescentes de Los talentos, chicos algo altivos que componen sonetos y se visten como adultos, pero se desarman cuando aparece una bella mujercita que los arranca de su precocidad y los deja con isabelinos endebles y sin saber qué hacer con las manos.

Dos chicos de esa edad en que la barba es una pelusa gris esperan la llegada de un tercer amigo, en su casa. Por alguna razón este tercer amigo es dueño o inquilino de un bello departamento estilo francés donde estos adolescentes pasan el rato, como si el exterior fuera apenas un espejismo insignificante. Tienen puesta camisa y pantalón de vestir, y entre las bocanadas de humo de sus pipas, y los sorbitos que dan a un vino caro, practican un sofisticado entretenimiento: escribir, alternadamente, los versos de un soneto en una pizarra. Pero no se trata de un relajado pasatiempo artístico, sino de un reto que juegan muy concentrados, y cronometran con un extraño aparatejo manual. La escena –que se inicia con un clavicordio de fondo– recuerda vagamente a Los excéntricos Tenenbaum de Wes Anderson; aunque estos chicos hablan de un modo que sólo podría ser contemporáneo y local:

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