Más respeto que soy tu madre


Nota del 18 de enero

Las crónicas de la existencia gris

En Más respeto que soy tu madre, el cómico produce el doble hito de adaptar el primer blog a teatro y debutar en un texto ajeno: el resultado es un tour de force actoral que lleva a extrañar la corrosiva liviandad de sus otras criaturas.

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Como pasa siempre con Antonio Gasalla, el tema es la existencia gris: ninguna de sus hijas habría elegido ser lo que es. La participación en un clan nunca es deseada sino que se hereda como una fatalidad; se vive, en las casas bajas, como en jaulas voluntarias. El vínculo con la descendencia está regido por la frustración de no poder armar los hijos a medida. En este caso, en la primera obra teatral que adapta un blog (Más respeto que soy tu madre, de Hernán Casciari) la mujer gris se llama Mirta Bertotti, ama de casa de la localidad de Mercedes (provincia de Buenos Aires), y repite mandamientos heredados con determinación automática: “Tu hija se casará virgen”. “Tus hijos, a determinada edad, estarán obligados a financiarte la vida.” “Tu marido es tu enemigo.” “Tu mejor amiga es una puta.” “Tu hijo menor será la sombra del primogénito.” “Repudiarás la homosexualidad del primogénito cuando se anuncie.” “Odiarás a tu mejor amiga.” “Odiarás a tu marido y se lo harás saber a diario.”

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Esta mujer reproduce en la sobremesa las verdades del noticiero, rinde tributo a una sacerdotisa pagana (Susana), se vincula con el marido como en una guerra de los Roses. Gasalla va a la médula del ser suburbano, le deshace sus rituales con observación de lince: lo que resulta es costumbrismo suburbano; están el chisme, la malaria, el prejuicio que rigen la vida en el pueblo y el barrio.

Como otras hijas de Gasalla, la vida de Mirta apunta a representar un conjunto, a cambiar singularidad por valor de arquetipo, a hacer parte a tantísimas vidas suburbanas regidas por la organización ritualista de la existencia. Pero se logra a medias: las intervenciones de “la vieja” o “la empleada pública” sí permitían que se desatase una catarsis: la masa era cacheteada por las bestias femeninas que le imputaban pasar la vida dormida. En Mirta se produce menos la interpelación a un colectivo “argentino” que la exhibición de “un caso” universalmente atípico.

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