Vuelve
Vuelve
Una historia brillante con ritmo televisivo y buenas actuaciones
La nueva propuesta que nos trae Paula Marull, una de las dos mellizas conocidas de la televisión, y que le permite en esta ocasión dirigir a su hermana, María, tiene los condimentos necesarios para darle a la obra ritmo y energía y una buena historia como para que el espectador se olvide del reloj y termine bien la semana. Es que sí, empieza tarde pero vale la pena.
La protagonista, Lara, interpretada por María Marull, dejó atrás su vida de pueblo y se instaló en Buenos Aires. Para poder hacerlo y, en definitiva, para no sufrir tanto, intenta a toda costa olvidar su vida anterior, despreciarla, minimizarla hasta el punto de decir que "uno no es lo que puede recordar, sino también lo que puede olvidar" y así evidencia que su pasado quedó bien enterrado y que su presente es mucho mejor y próspero.
Sin embargo, nada parece tan sencillo; su hermano, Julián (Juan Grandinetti), llega de su pueblo natal para dinamitar esta seguridad irreverente de que todo pasado fue nefasto y, aunque ella primero esté incomoda con su presencia y con lo que él representa, poco a poco, va encontrando en su hermano a uno de los pocos héroes en una historia llena de líos, angustias y maltrato. Porque a este dúo se suma una amiga de ella, Anita, modelo "eventera" que permanentemente le marca a Lara que su vestuario es demasiado sencillo y que ella debería ser más arriesgada. Anita está esperando a Vicente, aquel hombre canchero, chanta y que se aprovecha de todos y todo lo que puede. Por suerte, Julián encuentra un amor (Florencia Braier) que ayudará a Lara a salir de este momento.
Las escenas se desarrollan una tras otra con un ritmo televisivo difícil de encontrar en teatro. No es casual que en los agradecimientos del programa de mano se incluya uno muy especial al genio de la televisión, Damián Szifrón. Y así entonces se va armando una trama con varias aristas en la que cada personaje está muy bien delineado.
El elenco tiene un buen desempeño, pero se destaca Juan Grandinetti. Con ingenuidad, tranquilidad y paz nos manda directo al pueblo de ellos, nos sumerge en esa atmósfera con unas pocas palabras y unos cuantos gestos. Sobre el final, y casi como un bonus track , deleita además con una canción bellísima que nos hace abandonar la sala cargados de emoción.
Una obra que repasa varias situaciones y que recorre varios personajes con gran maestría.
Fuente: La Nación
Sala: Elkafka, Lambare 866 / Funciones: viernes, a las 23.45
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