Sebastián Suñé: Delia


Sebastián Suñé: “Nadie sale ileso de la existencia”

El autor y director de la comedia “Delia”, que tiene a Leticia Siciliani como protagonista, comparte su idea sobre el teatro, confiesa sus rituales a la hora de escribir y reivindica lo cómico como estrategia para reflexionar sobre la vida.

Por Hernán Salcedo

Delia tiene treinta y pico. Es empleada ejemplar, hija sumisa y hace poco comenzó a entender que se siente sola en el mundo. Así como ella esquiva la realidad, el amor la esquiva a ella. Pero la vida, que es siempre movimiento, la sacude y Delia se convierte en la protagonista de su historia.

“Escribí sin consciencia del uso espacial pero con conciencia del temporal. Quería que fueran apenas dos días en la vida de Delia -cuenta Sebastián Suñé, autor y director de "Delia"-. Cuando terminé y vi que tenía cinco locaciones, surgió la idea de que los espacios se muevan, se armen y desarmen ante la mirada del espectador. Como la vida de Delia, que se arma y desarma frente a sus ojos mientras ella mira impávida”.


¿Cuál es el tema principal que atraviesa esta obra?
Yo creo que el tema central de Delia es lo abrupta que puede ser la existencia. Uno vive enfrascado en su propia realidad y de golpe la vida pega unos volantazos que hacen que se replantee todo. Algo de eso sería el conflicto central, tiene un dejo existencialista pero visto con mucho humor.

¿Cómo definirías tu idea de la escritura para teatro?
A diferencia de la narrativa, es en el diálogo en donde está el corazón de la escritura teatral. Por eso intento esquivarle a los monólogos, aunque los use en versiones cortitas en mis textos. Los diálogos invitan a una suerte de sinapsis en la cabeza del espectador, que va uniendo conceptos y dotando de sentido el discurso que se esconde tras la suma de las voces.
El diálogo te permite, como autor, conjugar varias ópticas sobre un mismo asunto, aún cuando se trate de voces que uno detestaría en la vida real. En el diálogo, la información viaja de otra manera, está escondida. El sentido se construye por acumulación, siempre que los textos sean frescos y no acartonados y repletos de información.

Toda una apología del diálogo...
Amo el diálogo porque permite atrapar un poco la vida que nos circunda. Por ejemplo la madre de Delia habla como todas las madres que uno podría llegar a conocer y que son políticamente
incorrectas con sus hijes en la intimidad. Escribiendo sus líneas me reía solo, por el nivel de crueldad que esa señora podía manejar.

¿Cómo te organizás al momento de escribir? ¿Cómo armás el dispositivo de sentarte a escribir?
Tengo una suerte de ritual que es viajar. Empiezo a escribir por necesidad, porque apareció una imagen o porque alguien me ha pedido que le escriba su idea. Empiezo en mi casa, a la mañana con el mate o a la noche con un vino. Después de que tengo varias páginas de algo que ni yo se qué es, las dejo reposar y descansar. Y cuando se acerca el momento de darle un cierre, de tener la primera versión cerrada, viajo solo a algún lugar para terminarla. Esa soledad en un país extraño me permite obsesionarme las 24 horas con el material que estoy trabajando y así duermo, como, me ducho y paseo pensando en esa obra, sin que el mundo circundante me dificulte esa relación. En Capital es difícil con el telefonito y el WhatsApp y las responsabilidades. En otro país, no hay nadie más que esa obra y yo. Lo vengo haciendo desde mi primera obra y me resulta bastante bien.

Un dramaturgo que viaja para escribir no es algo que se encuentre con facilidad en estas geografías. Es más la excepción que la regla.
Tengo la suerte de tener un hermano piloto de avión y eso hace que viajar no me salga un ojo de la cara. Suena muy regio decir “me voy al Congo Belga a escribir…”. Tengo mucha suerte de tener un hermano como Julián. Y tengo otra hermana, Rosario, que no es pilota, ni azafata, pero a quien quiero mucho también y por eso quería nombrarla.

¿Dónde ponés el foco a la hora de dirigir?
El foco principal está en la actuación, en la composición de los personajes que cada actor llevará adelante y sobre todo en el ritmo de la obra. El ritmo define todo. El ritmo en comedia es el éxito o el fracaso de la propuesta.
Delia tiene un ritmo frenético. Los actores no pueden aflojar un segundo. Es como si salieran a correr una maratón que dura una hora y veinte: si no mantienen el ritmo de la carrera y de la respiración, todo se torna un plomazo y la comedia se desdibuja. El ritmo los contiene, no los deja hacerse los graciosos. Detesto las comedias en la que los actores se hacen los graciosos.
El público no se tiene que reír por la gracia del actor, se tiene que reír por lo que sucede en escena, por ese entramado que fue ensayado al hartazgo hasta que se ha vuelto invisible. Eso debería despertar la carcajada. En realidad ¿quién soy yo para decir por qué el público se tiene que reír y cuando? Es muy subjetivo. Pero es en el ritmo en donde pongo el foco casi absoluto. Después la puesta tiene que acompañar ese ritmo de la narración desde las luces, la escenografía y el vestuario.


¿Por qué decidiste hacer convivir cierto realismo o naturalismo de los personajes Delia y Mauricio, frente a los otros más grotescos? ¿Es de algún modo tu marca de estilo o fue una elección específica para esta historia?
Ese choque de estilos que hay entre los personajes de Mauricio y Delia y el resto es adrede. Los otros en un grotesco son casi como monstruos alrededor de dos personajes tranquilos, casi ajenos a su alrededor. Muchas veces yo me he se sentido así: atosigado por el alrededor, por un grupo de seres que cuestionan cada uno de mis pasos y que con sus planteos lo único que hacen es embarrar más el panorama personal.
El naturalismo de Delia nos acerca a ella. La elegimos, la queremos, hace que nos pongamos de su lado. Y que Mauricio comparta ese estilo naturalista hace que sea más o menos lógico que los veamos a ellos como similares y que ellos se reconozcan, se encuentren.

¿Qué te pasa a nivel personal con lo cómico, con el humor?
La vida sin humor sería insoportable. El mundo es un lugar cada día más violento y tenebroso. Sin humor no se soporta un sociedad tan desigual, tan desesperanzadora para las nuevas generaciones, tan negativa en su discurso y tan pesimista en cuestiones de futuro. Al neoliberalismo las depresiones lo hacen rico porque hay que gastar en antidepresivos y ansiolíticos. La risa es el mejor de los remedios, pero de tan opresiva que es la realidad, el humor ha quedado como potestad de unos pocos. Por eso hay que reivindicarlo. Es difícil existir sin humor.

¿En qué tipo de público pensaste al crear esta obra?
Pensé en un público bien amplio, sin restricciones de edad, ni sociales, ni culturales. Cada espectador puede leer hasta donde quiera. La obra no es críptica, es muy popular en el mejor de los sentidos. Me gusta que sea para todo público. Tiene cierta dureza al final, pero como la vida misma: nadie sale ileso de la existencia.



Las funciones son los lunes, a las 21, en Nün Teatro Bar, ubicado en Juan Ramírez de Velasco 419 (CABA). Entrada: $350. Teléfono: 4854-2107
Web: http://www.nunteatrobar.com.ar

Delia
Dramaturgia: Sebastián Suñé
Actuación: Karina Hernandez, Julian Infantino, Luciana Lifschitz, Andrés Passeri y Leticia Siciliani
Escenografía: Manuel Escudero
Maquillaje: Coca Ahumada
Diseño de vestuario: La Polilla Vestuarios
Diseño de luces: Gustavo Lista
Música: Mauro Toro
Fotografía: Sol Schiller
Diseño gráfico: Martita Dg
Asistencia de dirección: Luciana Becerra
Prensa: Varas & Otero
Producción: Nün Producciones, Ferné Contenidos
Dirección: Sebastián Suñé

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