Humberto Tortonese: Obra de Dios


Humberto Tortonese: "Desde siempre me gustó transgredir en todo"

Encarnará al mismísimo Todopoderoso en Obra de Dios, una pieza que fue un éxito en Broadway y se estrenó en el Maipo

De solo escucharlo en la radio contando episodios de su vida, o también al recordarlo en trío cómico-trágico y célebre con los fallecidos Alejandro Urdapilleta y Batato Barea incendiando el escenario del Parakultural, todo haría pensar que Humberto Tortonese es pura diablura.


Sin embargo, en él prima lo angelical: es dificilísimo pescarlo enojado o brotado de indignación; más bien, se sube a la chacota con cualquier excusa, reflejando a través de sus personajes y ocurrencias mucha maldad, sí, pero la maldad ajena. Es un encanto de persona, adorado por sus amigos y sus fanáticos.

La misma dualidad ocurre con su fisonomía. La nariz contundente invita a que lo pensemos como mero Cyrano cómico, trash y a la argentina, pero no se pueden soslayar esos ojos enormes ni la expresividad de su mirada, a veces risueña e inocente, a veces desorbitada y asesina como la de Bette Davis luego de una mala noche.

Al empezar la entrevista se muestra chocho: acaban de regalarle como cábala un sombrerito ridículo que era de Jorge Luz y lo toma como una buena señal para el estreno de Obra de Dios, obra de David Javerbaum (en versión de Elio Marchi), desde ayer en el Maipo, en un retorno al teatro que coincide con su despedida de la radio (ver recuadro).

"Me llamó Lino Patalano y me dijo: «¿Estás dispuesto a perder las vacaciones? Tengo la obra para vos, la están dando en Broadway y tenés que hacer de Dios». Pero no me decía que al final había una canción, viste que en Broadway enseguida te largan a cantar... Alejandro Romay, que me produjo en La tiendita del horror, me decía que no podía cantar ni «La cucaracha». Pero me vino esa cosa de probar. Hice cosas muy fuertes con Batato, con Urdapilleta, con la Negra Vernaci. Encontré pares, hermanos. Después de esas alturas, dudás cuando te ofrecen algo. Pero transformarme en Dios, que encarna en mí en la obra, me disparó una locura linda".

-Fuera de tus presentaciones en el under, con Batato y Urdapilleta, ¿cuál fue tu mejor trabajo de composición?

La voz humana. Apareció un productor y me ofreció que hiciera lo que se me cantara. Le dije de hacer ese monólogo de Jean Cocteau, pero en un teatrito de cien personas. Lo terminó produciendo en el Broadway, que es enorme. Pensando que no iba a ir nadie, le pedí un fijo en vez de porcentaje y fue un éxito. En ese momento estaba con la Negra en la radio, y en la tele con Mariana Fabbiani. Se armó una explosión de público en el teatro. Iban a ver a Tortonese, ni sabían el título de la obra, pero lo bueno era que la gente escuchaba el texto con mucha atención y eso que yo no "tortoneseaba". En Obra de Dios pasa totalmente lo contrario: Dios me está eligiendo a mí para encarnar, entonces la personalidad de Dios va a ser la mía.

-En la radio, tus compañeros te mandan a que aprendas la letra, vos sos más de improvisar.

-No. Me cargan porque a primera vista leo cualquier cosa, los mensajes de los oyentes por ejemplo. Mi cabeza se va para cualquier lado. No es lo mismo que estudiar un texto, donde incorporás las palabras de otro, a lo sumo con alguna adaptación propia para que suene mejor. Si tuviera problemas con la letra no podría haber hecho La voz humana. Acá lo bueno es que están los dos arcángeles, que me traen de nuevo si me pierdo. Es medio disparate la obra. Voy diciendo, por ejemplo, cómo fueron los siete días de la creación del Universo, en tono muy sencillo, pero muy humano. Y cuenta cómo se fueron tergiversando algunos de los 10 mandamientos.

-Sos muy de funcionar a dúo: con Urdapilleta, con Vernaci, también con Susana Giménez cuando hacías la Diputada Gasconcha. ¿Cómo te sentís solito tu alma ?

-Con Urdapilleta y con la Negra fundé hermandades, jugamos mucho, te acostumbras al juego con el otro, lo disfrutás mucho, pero está lo bueno y lo malo. Adoré y adoro a Alejandro, y adoro a la Negra, pero también hay momentos donde es necesario respirar.

-En ciclos muy distintos de tu estilo (Marley, Susana, Mariana Fabbiani) te dejaron hacer lo que querías, se adaptaron a vos, no te pidieron que cambiaras. No sé si hubo otro caso así en la TV. Eso sí que es tener un Dios aparte.

-Desde chico siempre fui de hacer lo que quería. Un día antes de empezar en el programa de Mariana, vi la estructura de panelistas que tenía y dije que no lo hacía. A Mariana se le cayeron las pastillas homeopáticas al piso cuando se enteró. Vino Gastón Portal, el productor, y me dijo: "Okey, vos quedate en un lugarcito, como un bloque aparte, y hacé lo de hojear las revistas." Y como iba funcionando, me quedé una semana y después otra y otra más y al final fueron no sé cuántos años. Se adaptaron a mí, pero porque les funcionaba.

-¿La leyenda del Parakultural fue inflada por el paso del tiempo o sigue siendo una medida por superar?

-Lo segundo. Allí funcionó algo muy auténtico, fue algo muy distinto a lo que era el teatro comercial. Cambió todo tanto... Ahora si un youtuber funciona en las redes, te lo meten en todos los otros medios. Lo mismo pasa en el Teatro Colón, que meten a cualquiera. Eso ya es el colmo, supera todo. En el Parakultural se gestó algo muy distinto, sin buscarlo y sin esperar resultados.

-Hace mucho que no te "montás" en personajes femeninos, como adorable diosa mamarracha. ¿Extrañás?

-No, las hice mucho tiempo. Pero quedaron en las redes: ahora un pibe de 20 años puede ver en YouTube a las locas desaforadas que hacíamos en el programa de Gasalla, retuitearlas, remixarlas. Y eso es genial. Y en las redes también quedó "estampado" mi pelo largo o atado en rodete. En un momento me pregunté: ¿por qué voy a seguir así hasta los 90 años, con el rodete blanco como mi abuela, como si fuera un karma? Y la verdad que me renovó cortármelo. Además, era todo un trabajo mantenerlo bien, no lo extraño.

-Ahora Dios se va a "montar" en vos, vas a encarnarlo. ¿Tenés educación religiosa? ¿Sos creyente?

-Tomé la comunión. Mi abuela materna era religiosa, tenía rosario y rezaba. Mi padre no. Iba a la misa como a un hecho teatral. Una vez fui a la iglesia de Pompeya, estaba llena, era verano y del calor me agarra una lipotimia, me quedo ciego. Le digo a mi abuela que no veo. "Arrodillate y rezá", me dice ella y se me empieza a aparecer la imagen de Jesucristo en la cruz que tenía enfrente. Fue por la lipotimia, no fue una visión mística. Si después de eso no me hice católico, nunca más...

-¿Cuáles fueron los mandamientos que más transgrediste?

-No sé, los veo como un cuento. No podría ubicar la transgresión en alguno en especial, porque a mí me gustó transgredir todo. Siempre. Ya en la adolescencia me decían que haga tal cosa y yo agarraba para el otro lado. Mi papá me decía "¿pero qué estás haciendo, estúpido?". Pero no era transgredir por transgredir. Había algo distinto en mí. Ya de chico quería trabajar para tener mi plata y poder elegir. No le hago caso a nadie. Es lindo lo que dice la obra: "No crean en mí, crean en ustedes". No hay que creer tanto en lo que dice el otro.

-Obra de Dios plantea, en plan comedia, una actualización de los mandamientos bíblicos. ¿En qué consiste?

-Por ejemplo, en un momento muestra a Dios enamorado de Abraham, por decirte algo. Son relatos cortos, cada mandamiento es como un cuento, pero en ese estilo medio mamarracho de esas novelas bíblicas de la televisión. Y hay interacción con el público, cuarta pared rota. Vamos a ver cómo me sale este Dios.

-¿Estarías de acuerdo en que la Sagrada Trilogía de Narigones del Humor Argentino son Fidel Pintos, Diego Capusotto y Humberto Tortonese?

-¡Sí, me encanta! ¡Fundemos ya esa iglesia!

Fuente: La Nación

La misión: dictar los nuevos 10 mandamientos

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