Agustín Saiegh: Sentires



Agustín Saiegh: “A veces el asunto no es lo que se cuenta sino cómo suena y se siente”

Por Hernán Salcedo

Cuando un payaso entra a escena el público espera que lo haga reír. Existe un imaginario popular y cultural que le impone a estos encantadores seres de nariz roja la responsabilidad de provocar carcajadas. Pero no es siempre así. “Sentires”, el espectáculo recientemente estrenado en Espacio Aguirre bajo la dirección de Agustín Saiegh, traza un camino muy diferente. La técnica del clown en este caso define territorios que van del delirio a los sentimientos más profundos del ser humano. El amor, el impulso de vida, la soledad, la muerte, hacen de esta obra una paleta de colores inquietante.

“Mi idea es buscar cierta belleza a través del clown. En algunos casos esa belleza tiene mucho que ver con el hacer reír. Si un clown está abriendo algo esencial en su espacio interno y eso hace reír al público, es bello y conmovedor. Pero a veces ese viaje al imaginario propio encuentra gestos más emotivos, más abstractos, más oscuros”, dice Saiegh, en una entrevista con Blog Teatro.

Este músico y actor sub 30 encara su segundo trabajo como director (fue el responsable de “Sonorium” este año), que alterna con la actuación (“La Crisálida” y “Vértigo”), la docencia en clown (dicta talleres en la Escuela de Clown de Marcelo Katz) y la producción musical.

“Me interesa la búsqueda hacia adentro -explica-. Ir a tocar el corazón del ritmo propio, del imaginario propio, de la expresión personal. Si no, tal vez por sostener lo que uno cree que es o hace el clown nos podemos alejar de la búsqueda de esa verdad propia, de la sensación de descubrirse por primera vez frente a un público o frente a un espectáculo”.

¿Cómo definirías el clown?
Esta técnica tiene que ver con descubrirse en el encuentro con un público. No ser algo que uno muestra al público sino ser algo que sucede con el público y que se nos revela a todos al mismo tiempo. En la sorpresa de uno está la sorpresa del público. En esa dirección, la técnica apunta a la disponibilidad, el despojo de las ideas, la vulnerabilidad, el disfrute de las sensaciones en el cuerpo, los sentidos, todo aquello que nos ubique en presente con lo que está sucediendo. Con ese no tener nada más que lo que somos en ese momento, intentamos divertirnos y emocionarnos. Y ahí aparece nuestro modo más primario y más propio de jugar, nuestro ritmo, nuestro imaginario. Creo que la técnica es un camino hacia el modo propio de hacer clown, no tanto una forma o un tipo de humor definido.

¿Qué diferencia a esta técnica de la actuación tradicional?
El teatro tradicional creo que tiene mucho de construir: construir personajes, construir un espacio de ficción. El clown tiene más de descubrir con el público. Por eso nos permitimos ir hacia los espectadores, traerlos al escenario. Todo es la realidad. Todo es la ficción. Todo es ese borde entre las dos cosas.

¿Qué premisas tomás al dirigir?
Por un lado tratar de que se sienta lo más nítido posible algo del universo de cada clown. Intentar que los actores se apropien de los números para que los transiten como quieran. Por otro lado me interesa que haya gran parte abierta a lo que pase en cada función con cada público. A la vez, estoy atento a ese equilibrio entre una mano que te acaricia y otra que te cachetea, para que efectivamente la caricia sea caricia. Es decir que si hacemos una escena de amor ingenua y delicada bien cerquita puede venir bien una más cruda. Y también insistir mucho con la búsqueda de lo que para cada uno es la belleza, explorar con objetos, materiales, oscuridad, luces.

¿Qué lugar ocupa lo musical en esta obra?
Es fundamental. El clown tiene mucho que ver con lo musical en el sentido de que a veces el asunto no es lo que se cuenta sino cómo suena, cómo se siente. Entonces el tono de las voces, cómo suena una palabra, los silencios, las risas del público, todo sucede mucho en el plano sonoro. Ahí era muy importante generar músicas que envolvieran cada momento y ayudaran a la sensación de un mismo universo con una misma identidad a lo largo de la obra.

¿En qué te modificó y qué te aportó a nivel personal el proceso de realización de esta obra?
Me pasó de todo. Por momentos me maravillaba de ver las cosas que el elenco probaba y sentía admiración por el entusiasmo que ponían los actores. Este tipo de procesos me enseñan el desapego, que me cuesta. Como si ciertas cosas que van sucediendo te dicen "la obra no va a ser lo que vos querés", "las escenas van a ser lo que quieran ser”, “los clowns van a hacer lo que deseen". Es difícil entender que algo que uno hace no tiene por qué ser representativo de uno, como si uno quisiera que la obra opine sobre uno mismo. La expresión sucede, tiene una identidad y un por qué más allá de uno. Al hacer esta obra conviví bastante con ese tironeo esencial entre dejar ser y modificar.

¿Qué puntos en común tiene este nuevo espectáculo con “Sonorium”, tu obra anterior?
Las dos obras intentan crear un planeta adentro de un teatro. La música, las luces, la oscuridad, los silencios, están en dirección a que todo nos suceda en un espacio que busca la imagen de una belleza olvidada, un sueño o algo así. Por momentos lo que se cuenta es cómo suena, cómo se ve, cómo se siente, y no tanto el sentido de lo que está pasando. Ninguno de los dos espectáculos apuntan a ser entendidos de una manera sino a ser una experiencia abierta de sentidos, juego y emociones.

¿Hay algún sello en tus montajes? ¿Identificás algo que no puede faltar o que se repite cuando encarás espectáculos de este tipo?
Estoy empezando pero creo que en estas dos obras observo una necesidad de encontrarme con una belleza simple, ingenua, despojada y con un eco de oscuridad por algún lado. Como si lo más simple y puro tiene que venir acompañado de alguna clase de corrimiento. Encuentro un interés por la búsqueda en la oscuridad, las luces, lo sonoro, la intención de generar un espacio de una belleza desconocida y primaria a la vez. Observo el deseo de que los que habiten ese espacio sean libres y hagan ahí adentro las cosas más íntimas, que más desean, que más los desequilibra. Ver personas que se divierten de lo que verdaderamente son.




Ficha técnica
Elenco: Constanza Pontoriero, Romina Furchi, Mariana Impari, Carlos Merlo, Mijal Geigner, Juan Osuna, Patricia Feldman, Sofía Boretchkaia, Xoana Solferino, Gabriel Mercado, Gabriel Martínez, Juan Pablo Carrasco, María Eugenia Riera, Catalina Luchetta.
Música en vivo: Ulises López Langono, Patricia Feldman, Romina Furchi, Catalina Luchetta, Gabriel Mercado, Carlos Merlo, Juan Osuna, Constanza Pontoriero
Dirección: Agustín Saiegh
Asistencia de dirección / Producción: Sabrina Lattner
Producción ejecutiva: Daniel Herrera
Colaboración creativa: Lourdes Herrera y Marcelo Katz
Música original: Agustín Saiegh, Juan Osuna, Ulises López Langono y Mijal Geigner
Escenografía, utilería y colaboración en vestuario: Victoria Bianciotto, María Fraire y Málaga Spirito
Diseño de iluminación: Verónica Lanza
Operadora de luces: Estefanía Piotrkowski
Diseño gráfico: Romina Salerno

Las funciones son los viernes, a las 22, y los sábados, a las 20, en Espacio Aguirre -ubicado en Aguirre 1270, CABA-.

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