Apacheta

Una sala en estado de necesidad y de urgencia

Un trabajo ininterrumpido por 13 años no puede desaparecer de un día para el otro. Desde aquel kilómetro cero en el cual el director Guillermo Cacace se transformó en inquilino de un galpón de Pasco al 600 que llamó Apacheta Sala/Estudio. Desde ahí empezó a desplegar alas, sentidos, gestos artísticos potentes. En Apacheta estrenó este año Mi hijo sólo camina un poco más lento, esa experiencia escénica que se transformó en objeto de culto que le permitió a Guillermo y a la sala tener otra visibilidad. De hecho, al galpón comenzaron a llegar gentes de otros mundos, otras realidades que parecen paralelas, pero que confluyen. Ahora, el dueño del galpón decide vender el lugar y Apacheta, como lo comentaba el mismo Guillermo en una nota publicada anteayer, deberá buscar otro espacio. Y, claro, pagarlo. Pagarlo para alguien que con estos gestos puestos en acción -esos sentidos disparados al aire y la potencia de un trabajo sostenido en el tiempo- no ganó un mango. De hecho, en los primeros cuatro de esos trece años se la pasó sacando plata de su bolsillo porque así opera la lógica de estos creadores, como Guillermo, para quienes apostar por lo que creen es ganar. Distintas gestiones se han llenado la boca diciendo que Buenos Aires es la capital iberoamericana del teatro. Si eso fuera cierto es porque existen estos proyectos que son mucho más que semilleros. A Cultura de la Nación o de la ciudad de Buenos Aires les queda decidir su andar: o solamente caminar un poco más lento detrás de hechos consumados o acompañar los pasos de talentosos artistas devenidos gestores culturales. Imaginar una línea de financiamiento adecuado para cubrir esta necesidad en estado de urgencia quizá sea una forma.

Fuente: La Nación

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