Pablo Cedrón: Gigoló


"En mi vida, elegí muy poco"

Estrenó en teatro Gigoló y trabajó en la serie sobre los Puccio que emitirá Telefe, pero no descuida sus oficios de carpintero y herrero. "Fui arrojado a las circunstancias", asegura.

Un explorador. Si Pablo Cedrón no hubiese sido el actor sutil que es, podría haber ocupado sus días en recorrer la naturaleza. Tal vez sería un geólogo solitario, enamorado de los misterios de la tierra. Este hombre que se le parece a Roberto Arlt no sólo desde lo físico sino por su atracción hacia las causas perdidas y cierta cercanía con el mundo marginal, trabajó en aserraderos, fue carpintero y guía de turismo en cabalgata en la Patagonia. Le fascinan los pueblos perdidos de montaña, en los que se vive de la caza y la pesca y a los que hay que acceder con grupo electrógeno y víveres, porque no tienen nada de nada.

–¿Qué te atrae de esos lugares tan alejados de todo?
–Vas caminando y te encontrás fósiles. Eso es maravilloso. Son lugares en los que, más allá de los grandes cataclismos, no ha pasado nada. Te dan la sensación, en forma medio inconsciente, de que todo puede empezar de nuevo. Es una boludez, pero me hacen sentir que algo se puede componer. Mientras que lo otro, ya no tiene arreglo.
Pablo Cedrón es, en sí mismo, una clase de historia, un libro de aventuras y un orador de tendencias filosóficas. Todo esto lo puede desarrollar cuando cuenta su historia de vida. Tal vez por eso pudo transitar con elegancia la sordidez de los personajes de Arlt en cine y tv (El juguete rabioso (1984), Los siete locos (2015), el tono melancólico de la película de Lucho Bender Felicidades (2000) y los personajes insólitos y desmesurados de Cha Cha Cha (1993), la creación de Alfredo Casero. Ahora, integra el elenco de Gigoló, pieza de Enrique García Velloso que retrata la alta burguesía porteña de los años '20, y será uno de los miembros de la banda de secuestradores liderada por Arquímedes Puccio, en la miniserie Historia de un Clan, próxima a estrenarse en Telefe. Cedrón dice que viene de una buena racha, con ocho meses de trabajo ininterrumpido como actor.

–¿Con tanta carrera recorrida te sigue pasando no tener trabajo?
–Muchas veces. Me pasa todo el tiempo. He estado más de cuatro años sin trabajo de actor. No sé por qué. Esta es una vocación irregular. Cuando no me llaman para algún papel, enseguida vuelvo a mis oficios de carpintero o herrero. Esto es algo medio difícil de contarle a mis compañeros actores. No lo entienden mucho. Piensan que estoy loco. Pero bueno, yo no conozco a nadie del medio. No sé hacer lobby. Si alguien me dice algo que no me gusta, me enojo y me voy a la mierda. En esta tarea, a veces uno se traga ciertas humillaciones para poder acceder a otro laburo, o para que no te echen. Yo eso no lo sé hacer. Entonces voy y laburo de carpintero. Eso no quiere decir que me sienta realizado, porque a esta altura, después de tantos años de trabajo, yo sé que lo que más me gusta es actuar.

Además de vivir varios años en la Patagonia argentina, Pablo Cedrón también se instaló en Francia. Su familia de artistas se exilió durante la dictadura allá: Padre Alberto (artista plástico), tío Juan Carlos “Tata” Cedrón (músico), tío Jorge (cineasta). Pablo se quedó tanto tiempo en Europa que llegó a estar indocumentado. En esa época, se volvió hábil en cruzar la frontera, aunque estaba flojo de papeles. Cuenta: “Yo trataba de cruzar en el verano a España para trabajar allá porque eran épocas en que las fronteras estaban saturadas de gente. Había menos control. Era fácil comparado con lo que es hoy, porque no estaba la computación y todos los controles que hay ahora. Pero estoy hablando de hace 40 años. No se ponían muy puntillosos. Además cruzaban muchos árabes y muchos negros. Como yo físicamente no soy tan negro, me dejaban pasar. Hoy sería imposible hacer eso.”

–Tenés un espíritu aventurero...
–Voy a ser sincero: mi impresión, porque es muy difícil verse a sí mismo con objetividad, es que fui arrojado a las circunstancias. Elegí muy poco. No tengo estudios secundarios, apenas tengo séptimo grado. Empecé primer año, pero con muy malas notas de entrada. Mi familia era una catástrofe. Mi vieja no estaba. Mi papá poca bola me ha dado, yo estaba mucho en casas ajenas. Tuve muchos padres sustitutos, que siempre hacían la figura de padres, gente muy vieja que me cuidó.
–¿Por qué tu papá no te cuidó?
–No lo sé. No lo puedo explicar. Sería él muy egoísta. Yo estaba mucho con mis tíos. Tenía un tío que se llamaba Jorge, que hacía cine y fue muy bueno conmigo. Mucho mejor que lo que fue mi padre. Después se suicidó en Francia. Hice lo que pude, no tenía quién me banque. A los 12 años ya era albañil, después estuve trabajando en la casa de mi tío, que me cobijó, me llevó a su campo... él trabajaba con chanchos y abejas.
–¿Sentías en aquel momento que si no trabajabas no comías?
–Recuerdo esa época con una sensación de ajeno, de extrañeza. Como que soy yo, pero al mismo tiempo no lo soy. En ese momento me sentía desamparado. Si bien todos son artistas en mi familia, veníamos de una clase social trabajadora, más allá del oficio. Mi papá era matricero, mi tío hacía carpinteria, el otro era peón de albañil, mi abuelo era mecánico. Yo veía gente que trabajaba. No era una clase social de las que pensaran “sólo me dedico al arte”. Eso pasa en la clase media alta. La burguesía. No éramos eso. No vivíamos en la villa, pero éramos desclasados. Los de la villa pensaban que éramos ricos y los ricos nos creían negros. No éramos nada.
–¿Y ahora que sos?
–No sé… quizás monárquico. Siento mucha confusión. Mis ideas con muy arcaicas. Me asaltan rápidamente estados de ánimo que no tienen que ver con las ideas políticas, que son más ordenadas. Me agarran arranques de tristeza o asombro, o de rebelión, que no las puedo relacionar con izquierda o derecha.
–¿Sos nostálgico del pasado?
–El pasado y el presente son todo un tema, porque involucran el paso del tiempo. Es ambiguo saber aquel que uno fue. Si yo hubiera sabido que ciertas cosas iban a desaparecer, las hubiese disfrutado mucho más. Cuando uno es chico es eterno, piensa que las cosas son para siempre, no concibe que se terminen. Me acuerdo del barrio de La Boca cuando era chico y lo que veo ahora es una porquería. Cartón pintado. La gente perdió el sesgo personal. Cuando yo era chico, cada persona tenía su paleta de color, era hijo de sí mismo. No lo habían visto en otro lado, influenciados por alguien. Eran verdaderos. Después nos fue erosionando la televisión. Nos masificamos.

Cedrón, que cuenta que no terminó el secundario, puede hablar con precisión de las distintas etapas del gaucho argentino, explicar cómo fue la exportación del tango a Europa, dar detalles de la guerra de Crimea y conocer las bases de la geología. Le da el último sorbo a su café y empieza a buscar el vestuario de su personaje. En minutos será otro. Un actor que sube a escena y un hombre que carga con los miles de personajes que tuvo que interpretar en su propia vida. <


La "rebeldía" de una mujer, su ex y un gigoló

La historia de Gigoló transcurre hacia el final de la Primera Guerra Mundial, época en la que Argentina deviene en el “Granero del Mundo”. En este contexto, los terratenientes y productores de materias primas - que conforman los personajes masculinos de la trama de la obra- se enriquecen. El rol de la mujer estaba limitado a convertirse en una buena esposa y madre. De ese mundo, aparece Clara, una mujer que establece un vínculo clandestino con un señor mayor, casado y con mucho dinero. Clara pone toda su energía en esta relación, pero el hombre en quien ella deposita su confianza resulta ser un gigoló que la traiciona. El autor Enrique García Velloso convirtió a Clara en la precursora de un nuevo momento histórico."Mi personaje es el ex marido de Clara, que viene a pedirle perdón y a proponerle que en nombre de la hija, hagan el esfuerzo de vivir juntos. En la obra, es muy obvio que el gigoló es un chanta y le quiere sacar la plata que ella le sacó al otro viejo. Son toda gente que tiene estancias, que se la pasa en Europa. Me interesa mucho esa época de la Argentina y la historia nacional en general."


La transformación de un lugar con historias

Pablo Cedrón vivió muchos años en la Patagonia (foto). En la época "en la que nadie conocía El Calafate" –dice Cedrón– él tuvo su propia casa. “Fue una etapa en la que era un paraíso casi sin transitar, en el cual vivían 900 personas. Un pueblo de montaña, de los que me gustan a mí, con una identidad patagónica bien definida. Eso fue cambiando. Llegó el aeropuerto ahí y en menos de tres años lo transformaron en una especie de Pinamar, metieron la chocolatería con ovejitas dibujadas y te piden 300 pesos por un café. Algunos amigos de allá me van a matar por decir esto, pero es lo que pienso. Los paisanos de ahí están como escondidos, es muy feo eso. Pero la única explicación para que un pueblo cambie de esa manera es la ambición. A la gente del pueblo al principio le encantaba, porque por primera vez tenían conexión con el mundo, el cable no se cortaba. Antes con el viento se movía la antena… pero se olvidaron de lo que era la vida propia de ese lugar. Ahora sólo quieren esperar a que vengan los turistas para aumentar los precios. Me dejó de gustar el lugar y ya no tengo más la casa. Ahora, busqué un campo en una zona mucho más inaccesible."


Los personajes arltianos de su vida

No es casual que Pablo Cedrón haya interpretado obras de Roberto Arlt tanto en cine como en televisión. Su vida misma parece un cuento del escritor. "A los de Los siete locos los conozco. Yo me crié con gente así, con los verdaderos, porque ya no existen. Eran tipos con oficios, pero con una gran cultura. Para que sean de una cultura similar hoy, deberían ser de otra clase social. Los conocí a todos. Como yo tuve padres sustitutos, muchos eran de esos. Me acuerdo de un viejo, un tano en La Boca, que era de la F.O.R.A, el movimiento anarquista. Me dijo que había conocido a un alemán, que fue el que le disparó al coronel Varela, el responsable de los fusilamientos en Santa Cruz, conocidos como La Patagonia Rebelde y que inspiraron el libro de Osvaldo Bayer. Me contaba de sus acciones, de las bombas que tiraba, una incluso que le voló los pies. Yo me apegaba mucho a la figura paterna, porque no tenía papá, y este tano me daba mucha bola. Una vez me regaló un libro sobre la anarquía, que empezaba así: "El anarquismo está en contra de los actos de violencia, excepto en los siguientes casos." Las excepciones eran dos volúmenes. Ese era un personaje de Arlt. Y yo viví con toda esa gente. A los 14 años, ya sabía de anarquismo. Estaba muy en pelotas, también había muchos degenerados y yo estaba indefenso", recuerda. De toda esa experiencia, Cedrón se llenó de colores e imágenes para interpretar la oscuridad de sus obras dramáticas y también lo más desopilante de su comicidad.


En sus palabras

"Mi familia era una catástrofe. Mi vieja no estaba. Mi papá poca bola me ha dado, yo estaba mucho en casas ajenas.".
"No terminé la secundaria.A los 12 años ya era albanil."
"El pasado y el presente son todo un tema, porque involucran el paso del tiempo. Es ambiguo saber aquel que uno fue."


FUNCIONES DE GIGOLÓ
De jue. a sáb. 20:30 y dom. 19:30 en  teatro Regio: Corrientes 6056. Actuán A. Bonelli, M. Slipak, P. Cedrón, V.H. Vieyra, P. Novoa, M. Ibarreta, E. Prol, L. Pérez Lening, S. Varela, L. Zárate Giménez y M. Poloni

Fuente: Tiempo Argentino

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andrea Gilmour

Susana Torres Molina: Estática

Chamé Buendia: Last Call-última llamada