Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu: Capitán


Mendilaharzu-Jakob, tan clásicos como modernos

Los autores y directores de obras como Los talentos y La edad de oro estrenaron ahora Capitán, en Timbre 4

Por si hiciera falta presentarlos, Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu son los autores y directores de Los talentos y de La edad de oro, dos maravillosos espectáculos que desplegaron sus formas durante años. Mucho antes de esos dos montajes estudiaron cine en distintas universidades. En 2008, fueron protagonistas de Historias extraordinarias, extraordinaria megahistoria dirigida por Mariano Llinás y producida por El Pampero Cine. Agustín es una de las cuatro cabezas visibles de esa usina visual de lenguaje propio. Walter es un actor (actorazo) recurrente del cine independiente en películas de Alejo Moguillansky, Estanislao Buisel Quintana y siguen las firmas.

Desde mucho antes del estreno de Los talentos y mucho más antes de estudiar cine son amigos. En verdad, son amigos cuando ni se conocían y sus respectivas madres (amigas entre sí) se paseaban con sus respectivas panzas por el barrio. Ahora, en otro barrio, el de Boedo, estrenaron Capitán, en la sala Timbre 4. Como les pasó en los otros procesos creativos que encararon juntos, les llevó su tiempo. La (pre)historia de esta historia se inició hace cosa de tres años, cuando los productores de Timbre 4 les propusieron montar una obra con el elenco de Tercer cuerpo, otro de los éxitos de Claudio Tolcachir. Hace cosa ya de dos años, se reunieron con ese grupo, escribieron algunas escenas, las ensayaron y definieron ciertos trazos de la trama. Luego, se llamaron a una especie de retiro para terminar de escribir pensando en cada uno de los actores: José María Marcos, Laura Lértora, Hernán Grinstein, Melisa Hermida y Magdalena Grondona.

Durante los largos procesos que se toman para escribir suceden cosas tan extraordinarias y cotidianas como el mismo aburrimiento (todo muy lejos de la bohemia creativa y su marketing). Hay una consigna que sí cumplen: "No trabajar cuando el otro no está". Generalmente, Agustín es el que se sienta frente a la compu mientras Walter tira ideas que requieren del otro. Muchas veces se distraen. "Hay días en los que nos decimos tres cosas que nos conforman, nos saludamos y nos vamos", dice uno. El otro acota: "Somos relentos. Hay veces que nos quedamos horas en el bar mirando hacia afuera".

El proceso de escritura de Capitán lo retomaron en septiembre de la temporada pasada. El texto no estaba terminado. De hecho, no tenía final. Claro que en ellos ese "detalle" forma parte de un todo. "Por el tipo de obra que hacemos, el final, de algún modo, está contenido en el comienzo. Tardamos en darnos cuenta, pero estaba ahí", reconoce Walter (que se pronuncia "Valter"), haciendo referencia a una escena puntual de la obra.

Ya en ese momento de la trama es claro que el personaje troncal es un director de teatro retirado hace cosa de una década que vuelve a montar una obra junto a dos actrices ("yo no estoy volviendo de ningún lado", rezongará él cuando escucha un comentario similar). Hay otros dos personajes: su asistente y su hijo. El director en cuestión es un cabrón de aquellos. En medio de una nota promocional, por ejemplo, arremete contra el crítico que lo entrevista, al que le dice barbaridades (o verdades, como se quiera) y lo acusa de ser funcional a un tipo de lenguaje teatral con pátina modernosa (y su otro marketing).

¿Qué tipo de teatro hacen Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob? Eso lo contesta el primero: "Son obras que intentan enfrentarte a mundos complejos con infinidad de detalles. Son obras realistas, aunque eso es medio raro...". La rareza la desarrolla el segundo: "En la medida en que uno observa los detalles de cada situación, ya el detalle en sí mismo es un hecho extraordinario y único por su singularidad. Cuanto más singular es, menos se parece a otras cosas y más capacidad tiene de volverse universal".

También dicen que son obras de procedimientos dramatúrgicos más que de personajes que hacen determinadas cosas. "La obra es un acción que, a medida que se ejecuta, dice algo", explican. Bajo esa lógica hubo que esperar a que la misma obra expresara su final. Cuando lo hizo, se dieron cuenta de que en un mensaje telefónico que deja el director de teatro estaba el clic de la cuestión. En ese momento, el personaje hace referencia a unos viejos rollos fotográficos que habían quedado sin revelar. Los rollos fotográficos sin revelar existen. Los encontró Walter en su casa y, una tarde, se los llevó a Agustín. En Capitán, el director de teatro los revela. Ellos, por las dudas, no lo hicieron. "O sea que trabajamos con algo que ignoramos de nuestra propia historia", ironiza (quizá ni sea una ironía) Walter. A Agustín el comentario lo lleva a decir esto: "Nosotros sabemos e ignoramos casi las mismas cosas que la persona que ve el espectáculo".

Con los Los talentos, eso fue lujo, llegaron a todos los públicos. "Les gustamos a los más sofisticados, como a aquel público más numeroso", reconoce Mendilaharzu. Algo similar les pasó con La edad de oro (otro lujo). No sucedió igual con Velada Fantômas porque el sistema de producción del Centro de Experimentación del Teatro Colón desperdició esa gran producción, en sólo cinco funciones.

Desde hace unas semanas, Capitán soltó amarras en busca de vientos que los lleven a buen puerto. Al director de teatro de la obra le gustan las metáforas náuticas y todo ese barroquismo. Es una de sus tantas singularidades, de la infinidad de detalles de estos cinco seres nacidos y criados por estos dos tipos audaces.

CAPITÁN

Escrita y dirigida por Agustín Mendilaharzu y Walter Jakob

Timbre 5, Boedo 640.

Funciones, viernes, a las 23, y sábados, a las 21.

Fuente: La Nación

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