Carlos Gorostiza: Distracciones


"Yo soy un eterno optimista"

El dramaturgo presenta Distracciones, una nueva obra de teatro. Dice que el presente siempre influye en sus obras.

En un living luminoso que tiene un enorme ventanal desde el cual se ve todo el Jardín Botánico y hasta se divisa el río; Carlos Gorostiza –uno de los escritores más importantes del teatro argentino– muestra orgulloso algunos de los objetos más importantes de su casa. Por ejemplo, dos daguerrotipos colgados en una pared o una primera edición del libro Don Quijote de la Mancha de Cervantes que con dos tomos ocupa casi la mesa entera de su escritorio. "¡Ah! pero no vieron lo principal del lugar. ¡Vení Clotilde! Acá te quieren conocer", dice el autor de obras célebres como El pan de la locura y Aeroplanos y abraza como si fuera un nene a su perrita negra, que se le sienta a upa y lo mira encandilada.
"Es de una belleza, de una inteligencia, una maravilla, tan franelera y social. Yo converso con ella y entiende todo lo que le digo", dice Gorostiza que con 95 años acaba de estrenar una nueva obra de teatro, Distracciones, en la que interpela al mundo de los jóvenes.
Carlos Gorostiza es uno de los impulsores del movimiento del teatro independiente que arrancó en los '30 de la mano de Leónidas Barleta y la fundación del Teatro Del Pueblo y continuó durante los años 40’ en el Teatro La Máscara. Para fines de esa época, los teatristas de aquel grupo notaban que en Argentina predominaba el teatro de autores extranjeros, fundamentalmente, europeos. Entonces, decidieron llamar a un concurso para encontrar nuevos autores. Las respuestas no fueron muy motivadoras: "Nos entregaron textos excesivamente respetuosos, se trababan de 'tú' ¡en la Argentina! Yo me pregunté por qué no se trataban temas que estén en la calle y uno me desafió, me dijo: 'Y a vos que te publican poemas, ¿por qué no la escribís?'". Fue un desafío y así surgió El Puente, que fue mi primera obra. La estrené en 1949 y busqué plantear el enfrentamiento social, con el foco puesto en los chicos de la calle”, recuerda el autor. A partir de esta obra, muchos historiadores sostienen que nace el moderno teatro argentino, con la mirada puesta en la realidad social de ese presente.

–¿Le interesó ser un cronista de cada época que vivía con sus obras?
–Siempre busqué que mis obras tuvieran un valor ético. El mundo camina un paso para atrás y dos para adelante. Siempre fue así. Creo que ahora estamos con el paso atrás, pero no nos damos cuenta. Además, no hay que olvidar que el hombre primero camina con una pierna y después con la otra. Si lo hace con las dos al mismo tiempo se cae. Primero camina con la derecha y después con la izquierda. Si uno estudia los procesos políticos de las sociedades sucedió de la misma manera. Primero avanzan con la derecha y después con la izquierda. Lo que nunca sucede es la inmovilidad. Yo soy un eterno optimista, aunque he vivido las cosas más espantosas del mundo.
–¿Por ejemplo?
–Era muy joven cuando sucedió la Segunda Guerra Mundial. Yo iba siempre a un cine que todos los días daba una hora de noticias. Un día me encuentro con algo que yo desconocía, como desconocían casi todos, que era el exterminio. Vi algo que era incomprensible. Me acuerdo de la reacción de la platea: había lamentaciones, yo pensaba que tal vez había personas ahí que en las imágenes podían reconocer a algún pariente. Fue algo desesperante de ver de la condición humana. Como decía San Pablo, tenemos que luchar por encontrar al hombre bueno, el mundo funcionaría mucho más. Pero el hombre está construido de muchas cosas.
–Respecto al desconocimiento que había sobre lo que pasaba en la guerra europea ¿Piensa que fue algo parecido a lo que sucedió durante la última dictadura en la Argentina?
–En la dictadura argentina se soportó la indiferencia, la negación o el desconocimiento, que son matices. Todo debería cambiar cuando uno ve lo que pasa. Antes de que se inventara el daguerrotipo –que es cuando apareció la imagen–, la gente se enteraba de lo que pasaba a través de escritos, noticias escritas que eran como cuentos. Nunca se veía nada. Pero cuando llegaron las películas y las fotografías, se pudieron ver las masacres. Nosotros vemos a la gente que se cae en el mar cuando tratan de cruzar fronteras. Vemos los exterminios de la guerra. Esta civilización, desde la invención del daguerrotipo, debería ser distinta, debería tener una conciencia distinta de las cosas, porque no se las han contado, las están viendo. Pero bueno… Aún así no sucede. Hay personas que son simplemente malas, se puede llegar a entender por qué son malas personas. Los bebés no son malos, siempre hay algo que tiene que ver con lo social y cultural.
–¿Aún así sigue declarándose optimista?
–Sí, porque esta conversación que estamos teniendo ahora no la podríamos haber tenido en el siglo XII o XIII. No podríamos estar hablando de las cosas que estamos hablando ahora. Hay un progreso, aunque algunos quieren negarlo. Es un progreso físico y formal. La tecnología también nos lleva a eso. Bueno, tal vez en unos años tengamos que defendernos de la tecnología. Por el momento, me manejo muy bien con el homebanking. La necesidad usa el ingenio.
–¿Vivimos en una sociedad más libre?
–Hay una libertad formal. Incluso en nuestra sociedad. Hay una democracia para adentro y otra para afuera. Se habla de la democracia, pero ¿de verdad está instalada? Nosotros además tenemos muy poco tiempo de democracia si pensamos desde 1983 hasta acá. Las democracias actuales son muy relativas. Antes de la Revolución Francesa, se vivía en condiciones muy terribles pero el pueblo reaccionó, reaccionó en condiciones muy fuertes. Si no pensemos en María Antonieta. Pero esa filosofía crece y se convierte en el terror. Los mismos revolucionarios son asesinados por quienes pensaban eran sus compañeros.  Después aparece Napoleón y viene la derecha. Así desaparece la Revolución Francesa, pero se había puesto de pie. Hoy en día los ideales de la revolución: igualdad, libertad y fraternidad siguen siendo una ilusión. De todos modos, se ha hecho pie y se han conseguido muchas cosas. Pero tenemos esto: democracias limitadas y formales.
–¿Usted creyó en la revolución?
–Sí, fundamentalmente en la Revolución Rusa. ¿Cuántos soñaron con una revolución mundial? Yo soy uno de ellos. Soñé con un mundo comunista, pero pasó lo mismo que con la Revolución Francesa. El hombre no puede establecer leyes que lo contengan, que lo obliguen a comportarse de una manera y no de otra. La ley es la ley. Pero bueno, hecha la ley, hecha la trampa. En la revolución soviética también otra vez vino el terror, pero así como quedó algo de la Revolución Francesa, también quedó algo de la rusa.  Las revoluciones nacen cuando en la sociedad se establecen leyes que quedan cortas. El otro día me enteré que hay gente que gana 70 mil pesos por mes de sueldo, cuando el sueldo mínimo es de 6000 pesos. Eso no puede ser. Es un caldo de cultivo.
–¿Es viable una revolución en esta época?
–La revolución suave generalmente no funciona. Se necesita un golpe revolucionario.
–¿El hombre no es capaz de terminar con toda la humanidad?
–El riesgo es cada vez mayor, es cierto. Pero si hay algo en lo que yo creo es en el instinto de conservación del hombre. En cierto momento, aparece. Hay cosas elementales que el hombre tiene desde la época de las cavernas. Bertrand Russell es un hombre que yo respeto, que me interesa todo lo que él dice. Él dijo que hay dos factores que actúan en el individuo de manera terminante: el amor al terruño y el amor a su dios.
–¿Siente que siempre fue un artista contemporáneo?
–Sí, creo que no se puede no ser un artista contemporáneo. Lo que pasa en el presente me influye e influye en mi obra. Por mi necesidad de hablar del presente surgió El Puente. Me alegró mucho ver que esa obra que pintaba la tragedia argentina era tan bien recibida por el público. Lo que no me alegra es que el problema que plantea El Puente, que es la diferencia de clases, sigue vigente, 65 años después.
–Usted fue secretario de Cultura durante el gobierno de Raúl Alfonsín. ¿Piensa que en ese momento pudo lograr un cambio concreto?
–Sí, logramos algo fundamental que fue la libertad de expresión.  «


Distracciones, una forma de incorporarse a los jóvenes

Juan Pablo Galimberti, Franco Moix, Jorge Seleme, Luciana Vieyra y Violeta Zuvialde interpretan a los cinco personajes que llevan adelante la acción en la obra Distracciones. Nico y Vero son dos medio hermanos adolescentes que esperan en la casa a su padre, Cacho, para que les presente a Lucre, su nueva y joven novia. Durante la ansiosa espera, llega El Negro, compañero de la banda de rock de Nico. Cansada de esperar a Cacho, Lucre decide ir sola a la casa. Este encuentro no será el mejor ni el más amable, sino todo lo contrario. El padre, entretanto, hace fugaces apariciones telefónicas dando instrucciones a Nico que responde sin saber qué es lo que está pasando. Por último llega Vicente, un joven que trabaja para el padre. Trae noticias que generan aun más desconcierto a esa espera interminable.
Dice Gorostiza sobre su espectáculo: "Me gustó mucho incorporarme a los jóvenes, no digo que ellos se incorporaron a mí y ver qué podía pasar. El resultado parece que es bueno porque estamos llenando la sala. Creo que los jóvenes han heredado una sociedad corrupta y mi espectáculo busca ser un llamado de atención a la distracción que genera esa cultura."


Distracciones se presenta de jue. a sáb. a las 21:30 hs. Dom. a las 21 hs. Teatro Cervantes, Córdoba 1155. 


"Un autor humano y generoso"

Por Mariana Giovine (*). Distracciones es nuestra tercera obra como grupo y no por casualidad las tres son de Carlos Gorostiza. Las dos obras que abordamos anteriormente fueron A propósito del tiempo y Hay que apagar el fuego, nos propusimos trabajarlas atravesadas por la técnica del clown. Invitamos a Carlos a ver A propósito del tiempo, la verdad pensamos que no iba a venir, pero un domingo sonó el teléfono al mediodía era Goro que me decía que vendría. Eso ya nos dio mucha satisfacción y por otro lado bastante miedo que salga espantado al ver sus personajes con nariz de payaso, pero al terminar la función se me acercó y me dijo que esa era la obra que él había escrito. A partir de ahí Carlos y Teresa nos invitaron varias veces a su casa a tomar el té. Escuchar a Goro es escuchar a alguien que atravesó profundamente la historia de nuestro teatro. En unas de esas visitas nos leyó, su nuevísima Distracciones y nos propuso hacerla. Sentimos una enorme sensación de felicidad y agradecimiento que nos dura hasta hoy.
Las obras de Carlos, para mí, son profundamente humanas, sus personajes nos rodean, creo que es por eso que sus obras las disfrutamos todos. Hace unos días vino un grupo de adolescentes de un colegio secundario a ver Distracciones. Se mezclaron en la platea con el resto del público, en general mayores. Era hermoso ver cómo se reían a carcajadas todos, como compartían con la misma intensidad ese momento. Eso lo provoca un autor como Carlos Gorostiza. Hace que el teatro sea un lugar de reflexión, de diversión, de emoción pero por sobre todas las cosas un lugar de encuentro. Gracias, querido Goro por tu generosidad y por tu maravillosa obra. (*) Directora de Distracciones.

Fuente: Tiempo Argentino

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