La niña, el diablo y el molino


“La niña, el diablo y el molino”: Ojo con la tentación

Chicos. Basada en “La doncella sin manos”, un cuento de los hermanos Grimm, se ofrece en el Centro Cultural Recoleta.

Si hay alguna cualidad rescatable de las princesas de los cuentos, es la inocencia. Lejos de falta de inteligencia, muchas veces esa mezcla de bondad y valentía inconsciente es la que las lleva a ir por el buen camino. Como no es la excepción, la niña de este cuento lleva esta cualidad al extremo. Incluso, luego de que su propio padre le corte las manos de un hachazo por pedido del diablo.

Pero a no asustarse. La niña, el diablo y el molino es la obra que nos convoca. Tan hermosa, como la niña de esta historia.

Basada en el cuento La doncella sin manos, de los hermanos Grimm, esta puesta tiene su cuota tétrica. Moneda corriente en los cuentos infantiles previos a la factoría Disney, su receta tiene también el ingrediente Grimm, que hace que todo tenga su merecido final feliz. No por nada, la versión que conocemos de Caperucita Roja, donde el leñador salva a Caperucita y a su abuela del estómago del lobo feroz, es obra de estos hermanos.

Con una conceptual escenografía de ochocientas lamparitas, que iluminan una simple tarima de madera, este cuento toma vida con mucho dinamismo en la hora que corre. Mérito de sus actores, Jenny Williams (Sofía en Graduados), Fabián Carrasco, Martín Portela e Ian Guinzburg, que se lleva todas las risas, interpretan a más de un personaje cada uno. Entre cambio y cambio (visible para el público) de vestuarios y objetos, cada uno es también ejecutor de un instrumento. Así, un pianito, un acordeón, una trompeta y un triángulo nos acompañan muy bien por esta historia, que empieza con la tentadora oferta del diablo a un pobre campesino.

Presentada anteriormente en el Festival de Avignon, su director, el francés Oliver Py, la trajo a la Sala Villa Villa del Centro Cultural Recoleta, tomando talento local. En la edición de este año del festival europeo aterrizarán trabajos argentinos. Leo Muscat, quien interpretó al personaje de Ginzburg en la versión francesa, es el aplicado asistente de dirección, encargado del día a día de esta puesta argentinizada.

En charla luego de un ensayo general, el elenco compartió algunas de sus impresiones.“Lo que observamos en Francia es que los niños están super contentos con todo lo que pasa y los adultos son los que se impactan. Los chicos son muy fuertes frente a la dureza de la vida, porque son nuevos en el mundo y no la conocen. Oliver no quiso hacer un espectáculo solo para niños, en el sentido de que es mejor considerar a un niño como un apersona compleja, y a los adultos es mejor considerarlos como niños, en términos de lo que pueden imaginar. Habrá que ver qué pasa acá”, comparte Muscat, poniendo en paralelo a ambos países.

Para Jenny, la niña de esta historia, lo importante es el valor que transmite. “Creo que lo principal de este cuento es que habla sobre la lucha entre el bien y el mal. Uno en la vida está constantemente teniendo que tomar una decisión, y tiene que elegir entre lo correcto y lo incorrecto. En la obra uno ve con qué personaje puede, tiene o quiere identificarse. En realidad, somos todos la niña, el padre, el jardinero o el rey. Nos encontramos con el diablo y el ángel de la guarda todos los días. A veces ponemos el piloto automático y no los vemos, pero están. Depende de uno en que personaje se quiere parar”.

Fuente: Clarín

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