Hugo Arana: La Nona


"El teatro está para desestabilizarte"

El actor es parte del elenco de La Nona, que está en cartel desde marzo. Cuenta cuánto influyó en su carrera y en su vida haber crecido en el campo.

Una vez lo llamaron a Hugo Arana para que sea un conejillo de Indias. Se hacía un congreso de Psicología y los participantes querían saber cómo funciona un ejercicio de memoria sensorial, clásico de las clases de actuación. Y él fue, un poco porque quería probarse y ver si iba a poder desarrollar ese entrenamiento delante de personas que no eran actores. El actor terminó de rodillas, llorando. Los psicólogos –atónitos– no sabían si ponerse a anotar todo lo que habían visto o aplaudir de pie.
El ejercicio arrancó así: Hugo estaba frente a 70 licenciados, cuando empieza a hacer lo que le pedía su colega, la actriz Beatriz Matar: "Acostate boca arriba, andá con tu mente a la planta de los pies, tus dedos, etc…  que se aflojen hasta tus cabellos. Bueno, Hugo, te vas a ir al picaporte de la puerta de tu casa cuando eras chico." En ese momento, empezó el viaje sensorial del actor. Se acordó de la casa en la que vivió con toda su familia en Lomas de Zamora: sus padres y tres hermanos en una sola pieza. Recordó (él dice "pude ver") dónde estaban las camas de sus hermanas, también vio la cama de sus papás separada por un biombo y se encontró con el banquito en el que se sentaba su mamá, frente a la máquina de coser. Era un taburete de pianista, con un gancho en el medio y un tornillo muy grueso. Hugo –que seguía frente a los 70 especialistas– se arrodilló para verla, empezó a mover el banco, se agachó un poco más y encontró la grasa que le ponía su papá al tornillo. Puso el dedo, la olió y estalló en lágrimas. Los psicólogos pensaban que tenía una crisis, no entendían qué pasaba. Cuando se recompuso, el actor tuvo que explicarlo: "Yo pagaría todos los días de mi vida para tener 20 segundos como los que tengo en este instante. En este momento, en mi alma, en mi espíritu, en mis músculos, en mi corazón, en mi cerebro, todo está tan bien..."
Esos ejercicios –con los que empieza a experimentar cualquier estudiante de actuación– son los que todavía conectan a Hugo Arana con la infancia. Y lo vuelven más sensible y liberan su cuerpo para que esté preparado para actuar. El actor –que viene de hacer temporada en Mar del Plata con la obra La Nona y ahora la estrenó en Buenos Aires– empieza a hablar de su infancia y enseguida viaja a Lanús, a Lomas de Zamora, al campo. En su relato, hay olores, viento, caballos y mucho trabajo.
"Yo no podía parar de llorar. Estaba en el estado en el que quisiera vivir mi vida, tenía casi 60 años y había viajado 50 años atrás. Pude oler esa grasa que mi viejo le ponía al banquito ese. Era grasa de pella, que es la que se le saca a la carne, con eso se hacían chicharrones y era el mismo líquido con el que se freían las papas fritas, con grasa de vaca ¡Eso usábamos, no aceite!", cuenta.
El papá de Hugo Arana era peón de campo. En una época en que no había tanto trabajo y con el reciente nacimiento de Hugo, la familia trató de probar suerte en la ciudad. Vivieron en distintas localidades, hasta que finalmente se instalaron en Lanús. Aprendió más de 24 oficios, dice que nunca supo hacer uno bien. Pero, por ejemplo, a los siete años ya sabía zurcir sus medias y se hacía los dobladillos de sus pantalones. Tuvo una infancia de pocos recursos, pero en una época en la que ser pobre era distinto.

–¿Por qué decís que la pobreza era diferente?
–Creo que la necesidad de poder es propia del hombre. Acá mataron a 90 millones de indígenas con la cruz y la espada. "Bichito humano" le dice Eduardo Galeano, me gusta esa frase porque no lo dice despectivamente.  Lo que pasa es que ahora hay mucha ostentación. Lo que ahora se está fabricando es que un pibe lleno de bronca, agarre un arma. Cuando era chico, iba a bailar al "ni clu", nada de "night club". Tenía 16 años y bailaba con una piba de 15 que después fue mi novia. Todos los días la acompañaba más de 20 cuadras por calle de tierra, jamás pasó nada. Cuando había trompadas era porque había dos que tenían problemas entre ellos, no que iban cuatro y reventaban a trompadas a uno. No existía la falopa, que sólo estaba en las altas clases sociales, ahí nadie se metía, ahí sí se puede. Se perdió lo artesanal, se perdieron los oficios; para qué te sirve que un carpintero haga una silla, si ahora las escupen de plástico las máquinas. Y lo artesanal no es simplemente que hacés algo con las manos, es que vos ves tu obra, sos creador de algo.
–Sufrimos las consecuencias de la sociedad de consumo...
–Sí, la sociedad de consumo está apoyada en la necesidad de que haya desocupación. Si hay desocupación, yo regulo los sueldos. Si hay mucha gente que quiere el mismo laburo, van a elegir al que menos plata pida. Pero no sólo pasa por el trabajo. Los pollos que comemos son de telgopor. Nosotros tuvimos pollos toda la vida. Mi viejo había hecho una puertita de chapa en el gallinero, yo la levantaba a las 5 de la tarde, las gallinas salían a la tierra, a comer bichitos, yo las cuidaba, comían pasto, les dábamos maíz. Los huevos eran una maravilla, la gallina la tirábamos en una olla con sal y ya tenía sabor. Hace poco se descubrió que los cadáveres humanos tardan más en pudrirse, o sea, estamos repletos de conservantes. Si no, explicame cómo el agua puede durar un año en una botella de plástico. ¿Cómo puede ser? Le han matado todas las bacterias.

En la casa de Hugo Arana hay muy pocos indicios de la sociedad de consumo. Vive en un caserón en el barrio de San Cristóbal. En el living, hay un televisor de 20 pulgadas, antiguo. Nada de plasmas por esta casa. Sí hay libros, ventanales, muchas plantas y cuadros. Todos hechos por su esposa, la actriz Marzenka Nowak, quien murió en 2011. "Este cajón lo usaba ella en un unipersonal hermoso que hacía, en el que contaba la historia de su vida, desde que vino de Polonia", cuenta el actor.
Llegó a esa casa luego de irse de un PH con humedad y de indignarse cuando vio que su hijo pequeño miraba las nubes desde una reja. "Juan se estaba criando, en un momento  estábamos en el balcón y había una protección de una reja y él empieza a mirar las nubes, que iban muy rápidas. Ahí me di cuenta de que estábamos mirando las nubes a través de un enrejado y ¡yo me crié en el campo! Además, siempre al metro y medio había una pared por delante", recuerda el actor. "¿No te decía que veía el cielo cuadriculado?", dice Juan, su hijo, que aparece en la entrevista y enseguida se asoma la misma sencillez de su papá. "Yo me la paso tratando de que no se note que me crié en Suiza. Hice cursos sobre cómo es ser un tipo de barrio", bromea.

–¿Cuál sentís que es tu obra como actor?
–No me gusta hablar de verdad. No sé qué es la verdad. Yo ya he decidido, desde hace mucho tiempo, que puedo hacer hasta donde llega mi mano. Trato de ser mejor actor, más sutil, más pulido, esa es mi obra, es mi tarea. Si un espectador sale con una pregunta nueva, he cumplido el cometido. El teatro no está para enseñarle la vida a nadie, al revés. El teatro está para desestabilizarte, esa es mi esperanza. Ser noble hasta donde llego, ser justiciero hasta donde llego. Siempre es subjetivo. ¿Qué sé yo qué es la verdad? Rabindranath Tagore decía: "La vida no es un problema, es un misterio a recorrer." Me parece extraordinaria. Yo creo que dios existe y que es la más extraordinaria creación del hombre. ¿Qué es la realidad? Yo creo que la vida es una ilusión. Creo que es verdad lo que nosotros necesitamos que lo sea, porque empezamos a buscar argumentos de lo que es verdad; lo mismo al revés, si necesito que algo sea mentira. Todo es una construcción. Yo me río cuando la gente dice: "Bueno, es su personalidad…" La palabra personalidad viene de "personna", que era la máscara del teatro griego. Entonces, la personalidad es lo que te oculta, no lo que te muestra. ¿A qué le llamamos realidad?
–¿Te sentís realizado como actor?
–Yo me critico mucho como actor. A veces escucho chicos más jóvenes que me cuestionan que me critique. Esto es como la utopía, la utopía es lo que no es, sirve para andar, como dice Galeano. Y yo al actor joven le digo: "Sí, aprendí un poco más que vos, pero mi sentido crítico también creció. Entonces, yo siempre digo lo mismo: vos estás parado mirando al horizonte y yo me subo a una escalera de cien escalones y miro al mismo horizonte, ¿Quién está más cerca? Yo miro desde más alto, pero la distancia es la misma. Y no se llega nunca. Tratá de agarrar el horizonte. ¡Intentalo!  «


Funciones

La Nona. Están en el elenco: Pepe Soriano, Hugo Arana, Gino Renni, Sabrina Carballo, Miguel Jordán, Patricia Durán y Mónica Villa. Las funciones son: Miércoles,  Jueves y Viernes 20:30 hs. Sábados 19:30 y 21:30 hs. Domingos 19:30 hs. En el Multiteatro, Av. Corrientes 1283.


{teatro}

La historia de todos

Cómico y clásico. La Nona es un texto que escribió Roberto Tito Cossa en 1976, época en la que el espectáculo se interpretaba una metáfora contra la dictadura. Ahora, la obra adquiere un valor cómico y de clásico, que genera una gran empatía con el público. Hugo Arana interpreta a "Chicho”, el nieto vago que dice ser artista y no quiere trabajar. El espectáculo fue el primero en estrenar en Mar del Plata y el último en irse. Desde hace dos semanas, comenzaron la nueva temporada en Buenos Aires.
"Cossa encontró el corazón de un asunto interesante en este símbolo que representa la nona. La obra es un clásico porque tiene esa virtud de ser un teatro popular, absolutamente popular.
El teatro no es verdad: hay que construir una realidad allí, otra, que tiene que ser verosímil, que tenga un lenguaje en sí mismo. Es lo más lindo porque profundiza el misterio, si se puede hablar de sagrado, eso es sagrado", dice el actor.
Cuenta el director Jorge Graciosi: "¿Qué es La Nona? ¿Quién es La Nona? Es la pregunta que nos hacemos desde el día que emergió en la escena porteña. Esa anciana que todo lo devora ¿qué está metaforizando? ¿La sucesión de dictaduras que nos impedía avanzar? ¿Los manejos de la oligarquía que deja al hombre común con las manos vacías? ¿La muerte de las utopías? ¿Los cimbronazos de la economía Argentina? ¿O el agobio que nos impone el sistema que un siglo atrás ya preocupaba a don Armando Discépolo? Sólo el espectador lo sabe. La Nona es lo que le dicte su propia sensibilidad."


Sentir y crear, los dos ejes del "método arana" de actuación

A Hugo Arana no le gusta hablar de métodos de actuación, pero sí piensa que tiene una base que no quiere perder. "Yo leo una obra de teatro y cuando la termino tengo que encontrar qué quiere mi personaje. Cuando encuentro lo que quiere, empiezo a buscar lo que se le opone a ese querer, qué fuerza es aliada, qué fuerza está en contra. Tiene que haber dos fuerzas opuestas, eso es un conflicto y una de ellas debe ganar, si no la obra no tiene resolución", explica.
Pero hay más: "Otro principio fundamental es que el otro es lo que me sostiene en escena. Si yo de verdad te estoy hablando a vos y trato de que me creas, de que comprendas lo que quiero decir, me olvido de "actuar", por ende, de subrayar, de ilustrar, de mostrarle al público cómo hablo. Eso es tener un sentido de verdad. A mí me hablan de felicidad y no entiendo de qué se trata, pero sí entiendo si hablamos de armonía. En escena, uno hace una hora y media de función, para lograr dos minutos de goce, de felicidad. La felicidad sucede cuando lo interno y lo externo se dieron la mano, cuando no hay contradicción, cuando la cosa fluye. Si te pasa esto en escena, que de golpe sentís que pusiste la mira en el blanco, ni bien lo notás, lo perdés. Los chinos dicen: 'No hables de tu amor porque se escapa con tu aliento.' Me encanta eso. La actuación es un viaje en sí mismo."

Fuente: Tiempo Argentino

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