Teatro Bombón


Delicatessen dominguero

El festival Teatro Bombón persiste en su sana costumbre de cambiarle la cara al último día de la semana con obras breves y de calidad

Nueva versión del ciclo Teatro Bombón. Nueva invitación a pasar un domingo por la tarde-noche yendo de un lugar a otro de una noble y señorial casona iluminada en la que, cada media hora, se tiene la posibilidad de ser parte de un festival de obras breves que reúne, expande y sintetiza a algo así como un menú compuesto de exquisitas delicatessen escénicas realizadas por varios de los creadores más significativos del teatro y la danza.

De la versión del año pasado, la tercera, quedaron dos trabajos. Sólo ellos (tómelo como propuesta) forman un díptico que conjuga lo imposible. A saber: Simil piel, sugestivo juego de seducción y atracción a cargo de un elencazo dirigido por Ciro Zorzoli, y Todos o ninguno, una performance trash de Pablo Rotemberg a cargo de tres bailarines que nada los turba, nada los espanta. Ya con ese plan, Teatro Bombón ilumina la tarde.

Pero en esta nueva edición se le sumaron voces (y cuerpos y poéticas y búsquedas) sumamente tentadoras. Ejemplo concreto: ver a Alejandra Flechner y a Iride Mockert, dos desbocadas de intensidades arrasadoras, le vuela la peluca a cualquier bajón dominguero. Hacen Salón Skeffington.

Se trata de un performance (¿parakulturosa?) basada en poemas de María Moreno que aparecen en libro El affair Skeffington. Lo dirige Silvio Lang. Dura, como todos las experiencias de Teatro Bombón, alrededor de 30 minutos. Ellas dos -en cada minuto, en cada segundo de ese trance escénico en el que conviven putas, mujeres cabareteras, travestis exuberantes, canciones de corazones partidos, sensaciones desmesuradas- se apoderan del asombro con total naturalidad. Sumado a eso, la artificialidad del vestuario de Endí Ruiz es otra obra en sí misma disparadora de sentidos y asociaciones. Claro que, ante tanto despliegue energético, en varios momentos los textos quedan en un lejano segundo plano.

En contraposición, en Biolenta todo (el texto de Carolina Vergara Olivetti, la actuación de María Milessi, la música interpretada en vivo por Diego Valente, la dirección de Mariano Stolkiner) encuentra su delicado punto de equilibrio en un tono radicalmente opuesto al de Salón Skeffington. En Biolenta la historia se zurce a partir de retazos de relatos que arman un íntimo patch wear que una costurera, en soledad, extiende casi con pudor sobre su mesa de trabajo. En ese relato expone aquellas heridas que ni el amor, ni la comprensión, ni el dolor más profundo pueden justificar.

Reparando en el todo y no en las partes, vale dejar en claro que Teatro Bombón tiene lugar los domingos en La Casona Iluminada. Sus curadores son Monina Bonelli y Cristian Scotton. Comienza a las 17 y termina casi a las 22. Pero no se asuste: uno puede ver la cantidad de obras que quiera a un precio que, como en un gran barata, va disminuyendo según el deseo de seguir viendo (y si es que consiguió entradas, cosa que no es tan fácil). Ejemplo concretísimo: si está a dispuesto a empacharse viendo cuatro obras deberá invertir, apenas, 200 pesos. Para el break que decida hacer hay a disposición un bar señorial con mesas cubiertas de manteles de hule en donde se pueden consumir ricas cosas mientras se toma un café.

EN VIAJE

El salón se parece a una confitería de una vieja y digna estación de tren de un pueblo europeo de donde parten los viajes escénicos que propone este ciclo dominical. Es más, sentadito ahí se puede pispear el lado B de la performance de Rotemberg con sus bailarines paseándose como Dios nos trajo al mundo que entablan un curioso contrapunto con las fotos del furioso pop latino de Marcos López que ya se han convertido en una marca tan registrada como la Pritty pomelo.

Desde el bar/boletería/salón de espera parten visitas a otros trabajos, otros paisajes. Como El día que se cortó el día, de Carlos Belloso. En esta obra un hombre entra a un negocio que vende sillas para comprar, justamente, la silla que no está en venta en una especie de lección patafísica para iniciados. O como la propuesta de Martín Seijo y Fiorella Cominetti que se realiza en el lugar más pequeño de la casona en donde entran unas 10 personas. Esa experiencia está basada en el uso de un software manipulado en tiempo real y en el cual el mismo espectador se convierte en sujeto retratado de esta especie de lección abierta para iniciados sobre el uso del bendito software.

Por las distintas ediciones de Teatro Bombón ya pasaron trabajos de Celia Argüello Rena, Lisandro Rodríguez, Carlos Casella, Gustavo Tarrío, Alejandro Casaballe y siguen las firmas. De la edición anterior persisten en su manía dominguera Usted está actuando, un Chéjov en manos de Santiago Gobernori que transporta a otros mundos; Segunda vuelta, una historia trágica que abre puertas a infinidad de situaciones y personajes manipulados por Lorena Vega; y Sector peluquería, un trabajo que su director, Sebastián Suñé, considera que es su primer Lorca y del cual todos hablan maravillas.

Este domingo vuelve El becerro de oro, estupenda coreografía de Pablo Lugones y Amparo González Sola que va en la salita más pequeña, la misma que luego está tomada por la "experiencia software". Porque así son las cosas en esta casa iluminada/embrujada: a medida que avanza la tarde/noche cada uno de los 6 espacios desparramados por los 3 pisos de este bello edificio de principios de siglo pasado se van resignificando en un proceso que, en nada, tiene que ver con ese típico bajón de domingo.

TEATRO BOMBÓN

Festival de obras cortas

La Casona Iluminada, Corrientes 1979.

Funciones, domingos, de 17 a 21.

Entradas, 80 pesos por cada obra y combos varios. Venta por alternativateatral.com o al 4953-4232.

Fuente: La Nación

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