Mirta Busnelli: Almas Ardientes


"El trabajo del actor es muy reparatorio"

Vuelve a hacer teatro con la obra Almas Ardientes, de Santiago Loza que pone en escena algunos aspectos de la crisis del 2001. Su relación con la tevé.

En un hall del teatro San Martín, Mirta Busnelli se sienta en un sillón verde y se queda ahí, en la semioscuridad, contemplando el silencio de un salón enorme que sólo es habitado por ella. Empuja su cabeza hacia el piso y avisa que se siente mal. No quiere ningún remedio. Sólo espera que la energía del escenario le devuelva la vitalidad que en ese momento le falta. Con más de 40 años de carrera, la actriz ha comprobado que el arte realmente puede curar.
"Hacía tiempo que no hacía teatro. Pero ahora, cuando empecé a tener mis primeros momentos buenos en los ensayos, sentía que volvía al hogar. Yo notaba que me estaba faltando el escenario, pero cuando lo empecé a vivir, me di cuenta el nivel de abstinencia que tenía. Muchas veces llego rara a la función o siento que no estoy en condiciones, pero después, salgo como curada del teatro. Siempre es mejor cuando termina la obra, jamás es peor. Te sentís más liviana y sana. El teatro disipa el mal humor, funciona como un laboratorio que cambia la química de tu cuerpo", explica Busnelli.
Así que Mirta vuelve a rechazar cualquier remedio que le quite el malestar, sólo pide un vaso con agua tibia, respira profundo y espera a sentirse mejor. En menos de dos horas, se subirá al escenario de la sala Casacuberta del San Martín para interpretar a una de las nueve mujeres de clase alta que deciden reunirse en un taller literario durante el 19 y 20 de diciembre de 2001, mientras en el país estallaba una crisis social, como consecuencia de la violencia política y económica. De eso se trata Almas Ardientes, el nuevo espectáculo que escribió Santiago Loza y que dirige Alejandro Tantanian. Busnelli comprarte escenario con otras ocho talentosas actrices que recrean el universo poético y existencial que plantea el espectáculo.
 –¿Siempre se puede actuar, aunque te sientas mal o estés angustiada?
–Hay un desgaste muy fuerte, pero siempre está el placer del trabajo. A veces, cuando actuás, te olvidás de los problemas y si no podés olvidarte, porque esa angustia te ataca mucho, el teatro sirve como un momento de limpieza. Si hay algo que te ocupa mucho la cabeza, una preocupación, es porque estás en una encrucijada, porque si no, no te estaría atacando, podrías decir esto no lo puedo resolver ahora y listo. En general, el trabajo del actor, es muy reparatorio.
–¿Cómo te resultó la combinación de interpretar a una mujer que tiene la vida económica resuelta, en el contexto de la crisis de 2001?
–Todo en esta obra estaba dispuesto para que me interesara. Loza toma un hecho cotidiano, aparentemente sin importancia y lo empieza a ampliar y empieza a tener resonancias de todo tipo. La obra no habla específicamente de la crisis de 2001, pero al mismo tiempo sí lo hace. Un personaje puede hablar de algo que parece insignificante, por ejemplo que se cortó el dedo, pero después amplía esa imagen y dice que se le corta el cuerpo, empieza a hacer relaciones acerca de lo que se abre, lo que se vulnera, que lo de adentro empieza a salir y el asunto se convierte en algo filosófico. Con Loza siempre aparecen nuevas resonancias. Se van iluminando nuevas zonas del texto. El trabajo del actor, a primera vista, parece repetitivo, pero la actuación siempre está abierta a nuevas revelaciones.
–¿Cómo son estas mujeres que viven en un country y que, a primera vista, tienen preocupaciones banales?
–Son mujeres que tienen una angustia permanente. Se ve en mucha gente, que se quiere matar si le rayan el auto y no ven que es una pavada. En Almas Ardientes aparecen estas mujeres que están en sus casas, tranquilas, que aparentemente está todo bien, pero la cortadura pone en manifiesto otras cosas que están en sus vidas. Gente que se ha resignado a tener una vida aparentemente más segura, pero que está un poco muerta. El texto lo dice, tienen una vida impoluta. La obra refleja el tedio, la desidia. Mi personaje dice: "Hacé esto o lo otro, vas a ver lo rápido que se te pasa el día." Todos nos podemos sentir identificados. Si uno necesita inventarse excusas para que se te pase el día, así se va pasando la vida. Hay un planteo muy existencial y una relación amorosa con estas personas que, a priori, uno juzgaría.
–¿Cuál es el valor para vos de que se trate un hecho de la historia reciente, como es la crisis de 2001, en un teatro del Estado?
–Esta obra tiene un gran valor político. Me parece medular tocar este tema. Creo que no se metabolizó la crisis de 2001, se hicieron muchas cosas en función de eso, pero no metabolizamos esa herida. Este es un país muy complejo. Todavía nos es difícil darnos una forma de convivencia que no sea tan despiadada. En ese momento, estaba fuerte el discurso del "que se vayan todos", que fue la síntesis del sentimiento de repulsión hacia la clase política, hay algo de eso que para mí sigue vigente. No hablo de la salida de la gente a la calle, no estamos en la misma situación ni por ahí. Pero todavía está pendiente lo que nos debemos como comunidad, cómo queremos vivir. En este caso, lo que aparece es que el otro es el problema. Mi personaje toma el poder del taller literario, pero no es alguien que llega por mérito propio. Es una avasalladora y eso es un guiño a lo que pasaba en ese momento en el país.
–¿El espectáculo plantea una especie de redención de clase?
–Sí. Acá se plantea un tipo de represión. En mi caso, mi personaje es una conservadora, que cuenta cómo le prohibieron al hijo que use una sunga en La Plata y que dice que para tener autoridad hay que tratar un poco mal. Esa es la ideología de mucha gente. Hay mucha gente sometida porque hay una desvalorización del trabajo y porque no se toma al otro como otra persona. Eso es una forma de reprimir la vida en el otro. Cualquiera se puede sentir tocado en esta obra. Desde alguien que tiene la vida económica resuelta, que vive alejado de los problemas graves que produce la mala distribución de la riqueza, como la clase media tilinga, y la no tilinga también. Porque en realidad tener en cuenta cierto respeto por el otro es una cosa eterna, lo que pasa es que es más flagrante para el que tiene gente que trabaja en condiciones de esclavitud. Eso es el monstruo de la naturaleza humana. Pero todo el tiempo tenemos que comprender los deseos del otro. Pero vivir en sociedad implica cierta cuota de represión, al servicio del bien común.
–¿Pensás que si al hombre no se lo controla es, en esencia, egoísta?
–No lo sé…. Yo creo que siempre se armaría algo. La gente se reúne y el hombre fija una comunidad. No hubo comunidades en las que no hubo ninguna regla. En general una cultura somete a otra. Yo creo que el hombre es las dos cosas. Está en nosotros a qué pulsión se obedece. Cuando algo se ordena, cuando alguien pide perdón y uno dice ¡qué bien! ¿Qué es eso? Una noción de justicia interior. Y cuando no ocurre decís ¡Qué mal!  Ese tipo de ética también es propia de lo humano. La posibilidad de un acto de absoluta injusticia o de justicia está en todos. Yo entiendo que es muy difícil que te encuentres con alguien a quien no le han dado de comer, a quien le pegaron, lo maltrataron, lo violaron y que después sólo le aparezcan sentimientos nobles. ¿De dónde los va a sacar? Eso está marcado en su carne. Pero –no me acuerdo quién lo dijo–  nada de lo humano nos es ajeno. «


Psicología: la carrera que no fue

Antes de dedicarse de lleno a la actuación, Mirta Busnelli estuvo cerca de convertirse en psicóloga. Llegó a cursar la mitad de la carrera, con muy buenas notas. "Me gustaba mucho. Creo que a todas las personas les gusta pensar sobre lo humano que, en definitiva, de eso trata la psicología. A veces lo hacés de manera más sistemática o tenés una inquietud más desarrollada, pero todos pensamos: ¿este piensa que soy un pelotudo? ¿Se lo digo o no se lo digo? Pasa mucho el querer analizar el pensamiento humano. Hoy escuchaba a alguien que decía: 'No me atendió, así que no lo llamo nunca más', y yo pensaba, ¿no se te ocurrió que en ese momento no te podía atender, porque te valora muchísimo y sabía que no te iba a dar toda la bola necesaria?", dice, siempre atenta a cómo se desarrollan los vínculos.
"De la psicología me interesaban los procesos mentales, la teoría psicoanalítica, cómo se estructura la mente humana, qué hay adentro de nuestras cabezas, cómo vivimos, cómo pensamos, pero no me veía atendiendo en un consultorio. Y tampoco estudiaba todo lo que realmente había que estudiar. Me iba muy bien, pero veía compañeras que salían de la facultad y se metían en la librería para ver todo lo nuevo que había sobre psicología y me parecía que ese tipo de vocación yo no la tenía", explica. Por eso, finalmente abandonó la carrera y comenzó una carrera de actuación que ya supera las cuatro décadas.


La televisión vista desde adentro

Cada vez que actúa, Mirta Busnelli dice que intenta hacerlo de una manera diferente a la anterior. "Decir las cosas de la manera en que lo digo siempre, me resulta aburrido. Yo actúo distinto por necesidad. Necesito generar algo nuevo, decir las cosas de otra manera", explica.

–¿Es una forma de combatir la rutina?
–¡Es para combatir al capital! Es un chiste, pero de alguna manera viene bien, porque es para combatirme a mí misma, lo que pasa es que te ven en un trabajo de una manera  y te llaman después para hacer lo mismo. Eso pasa mucho en la tele y es deprimente. Te llaman para hacer siempre lo mismo. Yo prefiero hacer algo equivocado a repetir el mismo gesto de siempre. En la tele, de vez en cuando introducen algún cambio, pero es para que todo siga igual. Por ahí Los exitosos Pells tenían un aire distinto y dentro de lo semicostumbrista, Graduados también. Creo que Sebastián Ortega sí busca hacer algún cambio en la tele, dentro de formatos  que son masivos.
–¿Te cansás de la televisión?
–No, pero la repetición es complicada. En la tele, actuás todo el tiempo, no hacés otra cosa más que actuar y llega un momento que ya no querés actuar más.  A mí me puede gustar una torta, que es riquísima, pero si la comés todos los días, llega un momento que no querés más, porque estás saturado, empalagado. En la actuación, a veces querés descansar. No podés actuar a la mañana, a la tarde y a la noche. No existe. La vida no es solamente eso. Incluso para poder volver a eso con nuevas ideas.  Además ya no tengo 20 años, realmente prefiero estar más tranquila. Por mi manera de ser, cuando hago muchas cosas juntas no la paso bien.
–Si no estás en la tele, muchos piensan que no estás trabajando
–Sí, y es terrible. Todo el tiempo tenés que estar. Yo estuve muchísimo tiempo en televisión y me pasa que ahora me cruza gente en la calle, que me dice: "Pero no trabaja más, pobrecita…", como si no tuviera trabajo. Esa necesidad de estar para vender también habla del capital. Acá parece que si no estás en la tele, no existís.


Almas ardientes

La obra escrita por Santiago Loza y con la dirección de Alejandro Tantanián se presenta de miércoles a sábado a las 21 hs. y los domingos a las 19 hs. Platea: $ 115. Miércoles, día popular: $ 50.
En el Teatro San Martín: Av Corrientes 1530.

Fuente: Tiempo Argentino

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