Eugenia Tobal: Los amantes del cuarto azul


"Ayudar es mi acto de mayor egoísmo"

La actriz, que saltó a la fama con populares trabajos en televisión, protagoniza Los amantes del cuarto Azul, en una sala del barrio de Boedo, y participa de numerosas campañas solidarias.

Hay una imagen que se repite en el álbum familiar de Eugenia Tobal. Acto en el jardín: Eugenia disfrazada de indiecita, llora. Nuevo evento patrio: está vez vestida de granadero y más llantos. Otro intento para que la nena se luzca: ahora aparece con un vestido de cenicienta, pero ella es pura lágrimas. No había manera de que la chiquita quisiera actuar. Al final, sacarle fotos y que quede registrada la indignación de su hija menor, la única mujer, se volvió una costumbre de su mamá.
No había influencias artísticas en la casa de los Tobal. Nada. Familia de clase media de Villa Luzuriaga, papá ingeniero, mamá docente de toda la vida. Eugenia Tobal dice que su mamá investigó, quería saber cómo su hija se volvió la actriz que es hoy, y encontró el antecedente de un tío lejano al que le gustaba actuar, pero que no se pudo desarrollar porque en esa época si decías que eras actor, te mandaban a laburar. Pero algo pasó, porque la nena tan tímida del jardín entró en la categoría de "famosa del espectáculo". A los veintipico, Eugenia abandonó en el tercer año la carrera de Relaciones Públicas, se dedicó a ser actriz y se volvió una figura muy popular y querida en la televisión. Alta, flaca, rubia, ojos verdes y con la convicción de que ella era una esponja: absorbía todo lo que le ofrecían y lo usaba a su favor. Ahora, que alcanzó la popularidad, que todos los que consumen televisión sepan quién es, que se probó en el teatro, que produjo su propio programa solidario, que hizo publicidades, que viajó. En fin, que creció; Eugenia Tobal va a una pequeña sala de teatro independiente, en Boedo, para interpretar una historia de amor. Desde hoy y durante todos los sábados, protagoniza junto a Pablo Mariuzzi, Los amantes del cuarto azul, una obra escrita y dirigida por Eloísa Tarruella.

–¿En qué momento te diste cuenta de que querías ser actriz?
–Cuando pasé los 20 años y descubrí que la energía no la podía desparramar más, que si uno quiere algo tiene que ir hacia eso, que te va a costar más o menos. Hay gente a la que le resulta todo más fácil y otra a la que no, pero no hay que perder las esperanzas de que lo que uno busca, va a suceder. Yo sentía eso y fui tras mi sueño. Me inventé un curriculum y empecé a tocar puertas y se dio que me llamaron, algunos.
–¿En qué consistía tocar puertas?
–En mandarme. Yo buscaba contactos y llamaba, decía: "Hola que tal, me dio tu teléfono fulanito, me gustaría que me conozcas." Algunos me dieron bola. Mejor hacer. Mejor arrepentirse de lo que hiciste que de lo que no hiciste. Ahora es todo mucho más fácil, claro, el nombre ayuda muchísimo. Por suerte, la gente me quiere, tengo ese plus que es buenísimo, y yo no hice el esfuerzo para que suceda. Creo que tiene que ver con ser lo más genuina posible. No me interesa ser competencia con nadie. Si me puedo empatar con la chica que me está mirando, mejor. No soy ni más ni menos que nadie. Eso lo aprendí en mi casa. Cuando recién arrancaba, mis hermanos me dijeron: "Si a vos se te llegan a subir los patitos a la cabeza o te hacés la agrandada y la loquita, nosotros te vamos a cagar bien a trompadas." Me lo dijeron así. Eso me ayudó a ser muy cuidadosa.

Así, que bajo esa amenaza cariñosa de sus dos hermanos varones, Eugenia Tobal se volvió la actriz de su familia, que no tiene influencias artísticas, pero sí un espíritu luchador. "Todo lo arremetedor que tengo se lo debo a mi mamá, que tiene 70 años, está jubilada, pero sigue yendo todos los días a trabajar", dice. La familia de Eugenia literalmente construyó una escuela. Un día, convencieron a la mamá para que deje de darle toda su energía a otro, para que desarrolle su propio proyecto educativo y, entre todos, pusieron un colegio: los hermanos hicieron de obreros, cargaron ladrillos, instalaron los pisos, el papá –que en el 2001 se quedó sin trabajo– se ocupó de todos los trámites y, ahora, toda la familia trabaja en la institución, que ya tiene casi 15 años de existencia. "Lo veo tan bien, que me da mucho placer. Uno de mis hermanos es profesor de Educación Física y el otro ha estudiado muchas cosas y es una especie de MacGyver, que resuelve todo. Ellos son lo más. Verlos me revela la realidad de lo que significa la vida", piensa.

–¿Qué significa para vos la vida?
–Entender que soy una privilegiada, que hay que agradecer siempre. Miro hacia el costado y tengo grandes ejemplos. Al día de hoy, mis hermanos se levantan a las seis de la mañana y no vuelven a sus casas hasta las seis de la tarde, porque laburan al palo. Nunca sobró nada en mi casa, tampoco faltó. Hay un ejemplo de valores muy fuerte. Además, tengo clarísimo que esto es hoy, que si yo no hice dos cosas en televisión y no me ven  durante un año, vienen 80 atrás mío que quieren ocupar mi lugar. Hay que hacer un trabajo con el ego muy grande. Hoy me quieren, mañana no. Si no estás en un lugar masivo, no sos nadie para el gran porcentaje de la gente, y hay que estar atento a que esto no te afecte.
–¿Te preocupa el futuro?
–Pienso mucho. Los actores vivimos en un presente permanente. No sabemos nada de la jubilación, el aguinaldo o las vacaciones pagas. Y si llegara a necesitar laburar de otra cosa, no tengo problema en hacerlo. Si es para darle de comer a mis hijos, lo haré. Si tiene que ver con lo artístico, mejor, porque es lo mío. Tenemos una profesión muy vertiginosa, siempre pienso eso. Ojalá encuentre una pareja y podamos armar una familia juntos y sostener eso, pero el día de mañana, yo voy a querer armar una familia igual y si tengo que mantener a mis hijos, voy a hacer lo que sea.
–Hablando del futuro, vos sos la cara de varias campañas solidarias, vas a los barrios pobres, hablás con gente que vive muy mal. ¿Cómo convive ese mundo con la frivolidad de la fama?
–Para mí ese mundo es el que vale y el que me importa. Y el mundo de la exposición me sirve para hacer lo otro. Si mi imagen tiene algún peso, prefiero decir algo que importe, algo que valga la pena, a decir una pelotudez. Cuando empecé a ser más conocida, me di cuenta de la responsabilidad que tenía ser un personaje público, que los chicos me imiten, que me escuchen. Me pareció internamente que si esto me sucede, tenía que servir para algo. Yo produje el programa Rutas solidarias, 13 capítulos que se emitieron por Encuentro, le pagué a todos los que trabajaron ahí y yo no vi un peso. Fue lo mejor que hice en mi vida. Me metí en lugares que nunca pensé, ni imaginé que había gente que vivía así, di muy poco y para las personas que conocí fue un montón. En un punto, creo que ayudar es mi acto de mayor egoísmo. Es tan grande la felicidad, el placer que yo siento y lo enorme que se me ponen el alma y el corazón, a mí eso no me lo paga nadie. Entonces es un poco egoísta, como que lo hago porque me hace bien.
–¿Cómo quedás después de ver esa otra realidad?
–Todo tiene otro sentido. Pienso en la cantidad de boludeces por las que uno se preocupa. No soy la misma después de ver que hay gente que lo único que tiene para comer es un huevo duro. Uno desarrolla la vida espiritual, realmente entiendo que hay que agradecer todos los días. No es porque soy un Buda, es porque es así. La gente se olvida de decir "gracias". Pienso también que con poco se hace un montón. Me refiero a las cosas más simples, pedir permiso, no tirar papeles en la calle, levantar la caca del perro, esas boludeces. Yo siento que esto va a explotar. La naturaleza no nos necesita para vivir. Nosotros estamos acá de yapa. El mundo existió antes que nosotros. La naturaleza estaba desde antes, no nos hagamos más los boludos porque nos va a hacer explotar en el aire. La naturaleza nos va a erradicar del mundo, simplemente porque no le servimos. Tal vez estoy loca, no me drogo, nada de eso… es conciencia pura. Pero me esfuerzo desde mí, que es la nada misma, pero al menos colaboro desde acá.  «



El derrumbe de lo conocido
Los amantes del cuarto azul es una historia de amor, en un contexto particular, una noche de derrumbes. La ruptura del universo cotidiano, las crisis sociales y las personales, motivaron a la autora, Eloísa Tarruella a escribir esta historia. La obra, protagonizada por Eugenia Tobal y Pablo Mariuzzi, se presenta todos los sábados a las 20:30 en la Sala Pan & Arte: Boedo 876. Entradas $ 90.


Un nuevo desafío, contra todos los prejuicios
Aunque para ella no tiene nada de raro, Eugenia Tobal reconoce que para muchos sea una sorpresa que actué en una obra independiente y de autogestión. "Es otro mundo, pero no menos importante y no menos interesante para transitar. Para mí, es un desafío personal. Quiero que el público que consume obras de teatro independiente, vea que también uno puede hacer eso. No es una obra para ganar dinero, con claridad. Pero me permitió transitar una zona más creativa, poder aportar ideas al guión, que se revisen algunas cosas durante los ensayos. Terminamos haciendo un trabajo en conjunto mucho más interesante. Creo que los años también te dan la posibilidad de tener una visión, más allá de la actriz", explica.
Lo de Eugenia parece una gesta para derribar los prejuicios acerca de si un actor que hizo gran parte de su carrera en la televisión, puede transitar otros lenguajes. Y explica: "Hay que romper con esas divisiones. En el imaginario popular dicen: 'Esta es la de la tele y no puede hacer cine o teatro independiente.' Existe la realidad de la falta de tiempo. Hacer una tira implica estar diez horas en un canal de televisión, no podés hacer mucho más. Cuando aparecen las cosas, aparecen. Yo no le tengo mucho miedo a nada. Y no tengo ningún problema en hacer una obra independiente, que salga 70 pesos la entrada y yo cobre 100 por mes, por dar una cifra. Es por el amor de hacerlo y es algo que a mí me enriquece. Yo pongo el mismo esfuerzo en cada proyecto que hago. Yo he estado diez horas grabando para Sos mi hombre (foto) en El Trece y han salido escenas de las que estoy orgullosa de haberlas hecho. Haber puesto el cuerpo de la manera que lo puse en televisión, también me da placer y orgullo."




Amor por la música
La cabeza no le para. A punto de estrenar nuevo espectáculo y como integrante del programa Pura Química, de lunes a viernes por ESPN, a Eugenia le alcanza el tiempo para armarse una productora y aprender a tocar la guitarra.
"Con una amiga estamos armando una pequeña productora de música. Yo estudié canto durante muchos años y ahora estoy estudiando guitarra. Estoy re copada. Descubrí que la música también me lleva a lugares muy lindos. En un mes y medio, ya toco y canto. Tengo mis callos, que los amo. La primera vez que canté y toqué la guitarra se me caían las lágrimas de la emoción", cuenta.
De ese espíritu, surgió una productora en la que Tobal organiza shows y produce bandas. "Surgió por el deseo de generar, la autogestión está buenisima, yo lo he hecho mucho, sobre todo desde lo solidario. Tenemos la voluntad y la cara, porque nos mandamos y llamamos a cualquiera, no nos importa nada. El 'no' ya lo tenemos", asegura.



"Eugenia aportó a la construcción del personaje"
Eloísa Tarruela, dramaturga y directora.
Para darle vida a lo que se cuenta en Los amantes del cuarto azul pensé enseguida en Eugenia Tobal. Es una gran actriz con mucha personalidad y presencia escénica. Intuí desde el comienzo que el personaje era para ella y no me equivoqué. En el trabajo de ensayos Eugenia aportó mucho a la construcción del personaje, desde lo más profundo del acto creativo. Y funciona muy bien el vinculo actoral con Pablo Mariuzzi, el otro actor que está en escena. Me resulta muy grato trabajar con ella porque es una persona generosa y solidaria en el arte y en la vida.
La obra habla sobre la soledad y la búsqueda del amor. Un encuentro que se da en una noche de derrumbes donde el cuarto azul es el refugio para estas soledades. La trama transcurre en un noche de caos social y represión policial, donde hay un afuera amenazante. Esto hace que la mujer busque refugio en la casa de un hombre, un desconocido. A partir de este encuentro, convergen las miradas de dos personas que provienen de mundos muy

Fuente: Tiempo Argentino

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