La nota mágica


Un musical con gran despliegue y humor

Luis Borda convirtió un breve cuento creado para poner a dormir a su hija en una obra musical. El músico hilvanó sobre la historia ritmos diversos sobre un fondo de ambiente de arrabal tanguero. En tándem con Ricky Pashkus, que se hizo cargo de la coreografía y la puesta en escena, montaron así La nota mágica, un musical para la platea infantil que cuenta con todos los ingredientes propios del género. Los personajes delineados sobre unos pocos trazos claramente identificables, una trama sencilla, pero que tracciona eficazmente el desarrollo de la obra, coreografías vistosas y canciones que permiten tanto el lucimiento individual de los protagonistas como una potente expresión coral.

Un hallazgo es la presencia de los músicos en lo alto, sobre el conventillo, en una especie de Olimpo orquestal, desde el que baja un Gardel cual ángel guardián para darle al joven Petitero la nota mágica, una especie de patente de cantante que le otorga prestigio adicional entre su barra de amigos y el amor incondicional de la bella del barrio. Claro que aparecerá la malvada con ínfulas de diva que robará el preciado don. Y de ahí, la acción se dirige a recuperar la música, con el lógico final feliz tras el contrapunto entre Gardel y la bruja, en el que el Zorzal impone su nota iluminada.

Felipe Colombo, aun sin destacarse especialmente en el canto, genera empatía en el rol protagónico, que adquiere características cercanas al sentir infantil. La historia lo presenta como un perrito al que Gardel premia por ser el mejor amigo del hombre, pero acertadamente la puesta no insiste en otorgarle rasgos y actitudes caninas más que como referencia de cercanía afectiva. Rodolfo Valss le otorga prestancia a su Gardel, que interviene en los momentos decisivos para darle impulso a la historia. Florencia Otero, como la novia de Petitero; Germán Tripel, como su amigo el Loro; y Mariú Fernández, como la maléfica de logrado tono melodramático lo rodean y conforman el colorido entorno que impide que el ritmo decaiga en momento alguno. La inclusión de alguno de los personajes secundarios, como el Capitán Beto, resulta un tanto forzada, más como homenaje que como necesidad de la trama.

La partitura transita no sólo por el tango, sino por la milonga, el chamamé y el candombe, con letras que juegan con la historia ambientada en La Boca sobre el escenario del Teatro de la Ribera, el más tradicional de La Boca. Los diálogos llevan algunos toques de humor, pero el fuerte está en los números musicales por su combinación de movimiento, color y canto, con un despliegue infrecuente en la escena infantil..

Fuente: La Nación

Sala: Teatro de la Ribera, Av. Pedro de Mendoza 1821, La Boca. Funciones: jueves y viernes, a las 14; sábados y domingos, a las 15.30.

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