Festival de Teatro de Rafaela


Una ciudad que se vuelve escenario

Desde hace diez años, esa localidad santafesina alberga a uno de los encuentros teatrales más importantes del país. Sus habitantes alteran su rutina para no perderse nada.

El zapatero sacó de su cajón lleno de cueros y herramientas un fajo de entradas de teatro. Mientras le arreglaba un bolso a uno de los tantos artistas radicados en Buenos Aires y que todos los años viaja a Rafaela, Santa Fe, para mostrar sus obras; los dos comenzaron una charla teatral que pintó el espíritu de esta ciudad santafesina y sus habitantes. "Voy a ver todos esos espectáculos, seguro que por acá está el suyo también. ¿De qué trata?”, le dice.
Durante los seis días que dura el Festival de Teatro de Rafaela no hay nadie en la ciudad que no se entere del suceso. En el Boulevard Santa Fe (la avenida principal de la ciudad) hay molinetes enormes de colores que se mueven con el viento y carteles igual de coloridos que avisan que en las cuatro salas de teatro de esta localidad hay una exquisita programación de espectáculos, en su mayoría porteños, experimentales y populares a la vez. Pero no es sólo en las salas. En Rafaela, hay teatro en las plazas, en carpas de circo, en museos, en asociaciones vecinales y hasta en un hogar de ancianos. En las plazas y en cada rincón público de esta localidad de 100 mil habitantes hay algo: serpentinas, guirnaldas y más y más carteles. Una fiesta que invita a ver teatro de calidad, por 40 pesos la entrada.
Lo de Rafaela es un caso atípico. Es una ciudad que no cuenta con ninguno de los atractivos turísticos más clásicos. No hay sierras, no hay mar, ni siquiera una lagunita. Es la llanura absoluta. Lo que sí tiene es la cuenca lechera más importante de Sudamérica. Es una zona industrial, productiva, de muchos campos y mucha soja. Se nota que, en lo económico, les va bien. También se conoce a esta ciudad por otras cosas: por su equipo de fútbol, su equipo de básquet y por su famosa carrera de autos. De teatro, diez años atrás, nada para mostrar al mundo. Pero algo pasó en 2004 y, como dice el director de teatro Gonzalo Marull, despertó el “indio rafaelino”.
En 2004, Rafaela fue elegida sede de la 19º Fiesta Nacional del Teatro. A esta propuesta, la gente reaccionó de manera multitudinaria y los teatristas de la ciudad vieron ahí la mecha de algo que podía crecer: se podía hablar de Rafaela desde lo cultural, no del deporte, no del campo, no de la leche. “Nos quedamos impactados, vimos una cola tremenda de gente, que necesitaba ver teatro. Fue un shock para todos y ahí se tomó la decisión política de seguir con ese espíritu”, dice Marcelo Allasino, secretario de Cultura de Rafaela, pero además actor y  bailarín y fundador del grupo de teatro independiente La Máscara, una compañía teatral que ya lleva 25 años de gestar espectáculos de calidad en esta ciudad.
Desde aquella edición, surgió un festival de teatro que se volvió único en su tipo en el país. En cuanto a la programación, abundan las obras porteñas, pero también hay lugar para espectáculos del resto del país siempre, poniendo la calidad en primer plano. Ese es el criterio. Explica Allasino: “La decisión curatorial tiene que ver con convocar espectáculos de mucha calidad y, en Buenos Aires, es donde más se produce. Pero no es una cuestión que se circunscriba a la geografía del lugar. Invitamos obras que son buenas.” También se apunta a la variedad: este año se presentaron obras apoyadas por el peso simbólico de su autor (como Querido Ibsen, soy Nora, de Griselda Gambaro), por la calidad de su director (Sanos y Salvos, de Gerardo Hochman), por la versatilidad de sus actrices (Museo, del grupo Piel de Lava) o por la trayectoria de sus creadores (Yo te vi caer, escrita por Santiago Loza). La lista sigue y suma a espectáculos de danza, circo, infantiles y shows callejeros e incluye las obras de artistas reconocidos en la Bienal de Arte Joven. “No apostamos a lo seguro. Los que hacemos este festival somos gente de teatro. Buscamos un teatro de riesgo, puede ser popular, pero que haya un riesgo en las ideas, las formas y los lenguajes que se ponen en juego”, dice su director.
DESDE ADENTRO. “Esto es un fenómeno. Yo soy de Entre Ríos y, me duele decirlo, pero mi teatro nunca funcionó en mi ciudad natal. Cuando voy, lo primero que me preguntan es si trabajo con algún famoso. ‘¿Qué onda Suar?’, me dicen. No está fomentada la posibilidad de ir al teatro sin la necesidad de que vaya algún famoso. En Rafaela, me sorprendió la convocatoria del público, que la gente quiera ver estas obras, aunque no sepa nada de ellas. Es un público muy entregado, que se compenetra sin juzgar el hecho teatral, pero a su vez son espectadores que ya tienen un gusto formado gracias a estos diez años de teatro, que demostraron que se puede llenar una sala con propuestas que, a priori, no son masivas”, cuenta Juan Parodi, director y autor de teatro, ya reconocido como un invitado de honor de este festival.
Tan fenómeno es este encuentro cultura que en 2010 Rafaela fue declarada la capital provincial del teatro. No Rosario y su 1,2 millones de habitantes, no Santa Fe y sus 600 mil habitantes. Una auténtica localidad del interior es la usina teatral más importante de la provincia.
No se trata de una ciencia exacta. Allasino explica que lo que pasó en Rafaela tiene sus antecedentes históricos y que no se puede repetir la fórmula y llevarla a otra ciudad del país esperando los mismos resultados. “Había un trabajo previo. Acá había una tradición de teatro amateur. Hay instituciones, como el Centro Ciudad de Rafaela, cuyos  dueños tienen también el teatro Lasserre, que llevan más de 80 años haciendo teatro, es una de las más antiguas del país. Ese hacer teatral, que puede ser amateur, se sostuvo en el tiempo y cada vez con más inquietudes. Con la llegada de la democracia, aparecieron más grupos independientes, y esta ciudad, que es pequeña, llegó a tener entre seis y siete grupos independientes produciendo. Una rareza. Además, en esta región, hay un alto porcentaje de inmigración italiana, que lo primero que construía al conformar los pueblitos era un teatro y una iglesia. En cada pueblo, había un teatro. De alguna manera, ese antecedente nos dice cuáles eran los intereses de nuestros bisabuelos. Esa tradición quedó en la sangre”, explica.
CAMBIO DE RUTINA. Cuando llega una nueva edición de esta reunión teatral, se impone el tema en la vida rafaelina. El remisero pregunta qué se puede ver, todos piden recomendaciones y una semana antes se agotan todas las entradas. “Yo quiero ver las obras de Santiago Loza”, dice Valeria, empleada en un negocio de ropa. “Me encantan los cuentos de Griselda Gambaro, así que voy a ver su obra de teatro”, avisa una señora en la fila de la boletería.  “¡Ay! ¡Esos chicos se trenzaron de lo lindo!”, comenta un hombre a la salida de la función de Los Cuerpos, un espectáculo de danza en el cual dos jóvenes bailarines se enfrentan a sus propios límites físicos.
La convocatoria no para de crecer. Este año hubo dos mil espectadores más que el año pasado y el festival sumó más subsedes, donde llegan los espectáculos. Este año, hubo teatro en Morteros, Colonia Aldao, Clucellas, Pilar, Ramona, Suardi y Ataliva. Pueblos que tienen esa única posibilidad de acceder a un espectáculo.
El espíritu rafaelino tuvo el apoyo de personalidades ilustres. Cristina Banegas, Julio Chávez, Luis Machín, Norman Briski, Mauricio Kartun y Leonor Manso, son algunos de los “teatreros famosos” que participaron del festival. Cuenta Allasino: “Hemos tenido enormes figuras del teatro argentino, pero que vienen con propuestas experimentales y de riesgo. Por ejemplo, a Julio Chávez no lo trajimos con sus obras comerciales que hace en la Avenida Corrientes, lo trajimos con sus textos, lo que él escribe, dirige y produce de manera independiente.  La gente apuesta ciegamente, confía mucho en la programación que armamos.”
Y entre los que confían, abundan los jóvenes. Advierte Juan Parodi: “En Rafaela puedo ver una juventud que consume y disfruta teatro, mientras que en Buenos Aires vemos que la media del público tiene más de 50 años. Estamos perdiendo a los jóvenes como público de teatro.”
La fiesta teatrera arrancó el martes 15 y terminó el domingo. Durante esos días, una comunidad se reunió, casi masivamente, para ver teatro. Parece una utopía, pero no: en Rafaela pasa eso, todos los años.  «


"este festival está hecho por la constancia y la militancia"
Por Mónica Cabrera.

Llegué a este festival porque hay un criterio estético. Los tangueros se juntan por el tango que hacen: electrónico, de orquesta, acústico. Acá, los teatreros nos juntamos por una cuestión ideológica. Este festival está hecho por la constancia, la militancia. Nadie pudo cambiar la mística del festival. Es el mismo, pero más grande. Es como un chico que tuvo un año, dos y ahora diez, pero es siempre el mismo pibe. Yo participo por eso, porque me encontraron y esto tiene que ver conmigo. Tiene que ver con la identidad. No fue una visita casual. Es una propuesta popular y muy trabajada. Muchos pueden decir: "Pero la gente no sabe, la gente no se da cuenta si algo sale mal en un espectáculo." Pero sí, la gente se da cuenta. Eso es distinto a que no lo puedan decir. Que un chico no pueda decir: "Mi papá mucho no me quiere", no significa que no lo sienta. No poder conceptualizar no significa que no se entienda si algo no va. En esta ciudad se desarrolla, desde hace diez años, un festival popular, al que tiene acceso todo el mundo. No es elitista. No se trae una propuesta para que vean algunos. Las obras las pueden ver todos. En realidad, todos deberíamos tener acceso al teatro. Mi propuesta estética e ideológica con el teatro tiene que ver con la autogestión, con no esperar que nadie me convoque, que nadie me lo facilite, que nadie tenga la idea y uno lo hace. En mis obras, yo tengo la idea y la llevo a cabo y es tan fuerte mi propuesta, que luego vienen otros a ayudarme y a fortalecerla. Eso, que tiene que ver con mi trabajo, tiene que ver con el festival. Es de la familia de lo mismo. La gente en la calle, lo entiende, aunque no hable de los conceptos estéticos del teatro en la sobremesa y sí se hable de fútbol. No hablan de eso, pero sí se comprende. Uno no sabe de música, no sabe leer música, pero sabe si alguien desafina o es un cantante extraordinario. En Rafaela, siento que la gente me adoptó, ven en mí a una luchadora y que lo que hace arriba del escenario lo entienden y los incluye. No es preciosismo.
Este encuentro de teatro es algo exitoso, que sucede fuera de los grandes aparatos de publicidad. La gente se apropió del festival y todos los años esperan qué les traen. Como si fuera el desfile de las carrozas. Saben que lo único que hay que hacer para cuidarlo es estar presente. También me pasa que en Rafaela siento que no estoy sola, que hay mucha gente que piensa como yo, que lo que se hace acá puede ser un proyecto exitoso, que no somos "setentistas" que vamos a morir en la trinchera. El Festival de Teatro de Rafaela no es un proyecto melancólico, es luminoso, de crecimiento. No nos dicen: "Nosotros nos inmolamos haciendo teatro de sótano y nos drogamos porque la vida es una mierda." Acá hay un proyecto luminoso y se pelea por algo que sí va a suceder.

Mónica Cabrera es actriz, directora y dramaturga. Reconocida por sus unipersonales de humor.



En cifras
10    años cumplió el Festival de Teatro de Rafaela. En esta década, se presentaron 221 obras.

32 espectáculos se presentaron de Rafaela, Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Rosario, Uruguay y una co producción entre España, Bolivia y Argentina. Se hicieron 72 funciones.

22 mil espectadores participaron en la edición 2014. 18.000 en Rafaela y 4.000 en subsedes, ubicadas en localidades cercanas a la ciudad.

40 pesos fue el precio de las entradas.

2150 butacas hay en los cuatro teatros de Rafaela

100 mil habitantes hay en Rafaela, el 47% tiene menos de 30 años.

Fuente: Tiempo Argentino

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