Darío Grandinetti: Novecento


"El actor se arriesga siempre"

Hace su primera experiencia unipersonal en Novecento, dirigido por Daulte. Soñaba con el fútbol pero lo deslumbró la escena.

Darío Grandinetti no concebía su vida fuera de una cancha de fútbol. Hasta que pisó el escenario de un teatro. Era adolescente y sin saberlo, había vivido plenamente la mágica sensación de interpretar. Ahí fue cuando el instinto lo ubicó en el oficio de actor. Hizo teatro, televisión, cine y faltaba un desafío: el unipersonal. Llegó, según él, cuando sentía que podía hacer un trabajo de esa intensidad, aunque al texto de Novecento, la obra que estrenó esta semana, lo tuvo en sus manos durante más de una década. El aval y, claro, la dirección de Javier Daulte fueron el empujón definitivo hacia la puesta en escena.
Grandinetti es plenamente gestual. Dice mucho pero su mirada y sus gestos muestran que de todo lo que está hablando se le generan más pensamientos, quizá por el mismo vicio del intérprete. En el momento de la nota y a punto de estrenar, la pasión a la hora de hablar de la obra dejaban a la luz, la ansiedad por llevarla ante el público.

–¿De qué te valiste para la construcción del personaje?
–El trabajo estuvo dedicado a encontrar al trompetista, que es quien cuenta la historia. Y desde el dónde y cómo y por qué contaba esa historia. Este tipo que fue un testigo privilegiado de una época que ya no fue, habla de la pre y la post guerra, habla de la inmigración. Pero algo me pareció que había de teatro porque hace mucho tiempo que lo quiero  hacer. No de una manera obsesiva… Si puede llamarse no obsesiva a querer hacerlo después de 14 años de leerlo... Pero también sentí que era un buen momento mío, sentía una confianza muy personal de poder hacer una cosa yo solo. Después qué pasa con esto, uno nunca sabe, ni cuando estás solo ni cuando son diez en escena. Los otros días me decían "y cómo te vas a arriesgar?" Y la verdad es que el actor se arriesga siempre, con otro con tres, con diez. Siempre estás corriendo algún riesgo.
–¿Cómo es encontrarse solo en escena?
–No siento que lo estoy haciendo solo aunque sí, empieza la obra y sos vos. Pero a su vez hay un director con el trabajé muy bien y está conmigo todo el tiempo, y con un equipo técnico que también ha estado muy presente. Creo que la diferencia está a la hora de ensayar. Los ensayos con otros actores suelen durar tres o cuatro horas, pero claro en ese caso, el director está con otros y vos descansás. Acá me pasó que en dos horas ya estaba. Pero claro acá estábamos los dos solos y era palo y palo. Y en dos semanas me di cuenta de que ya estaba la obra. Ahí comenzó la necesidad de tener a quién contarle, porque el trabajo del texto es al público. A Javier al cuarto día ya lo aburrí. Avanzamos muy bien. Porque fueron cosas que se fueron masticando y probándolas y pensándolas y recibiendo.
–¿Cómo vivís el día después del estreno?
–Hay algo que sale. Es poner por primera vez a que opine el resto sobre lo que vos hacés. Al día siguiente del estreno empieza otro camino, el de la construcción final. Con ese espectador que cada día es nuevo y cada día te devuelve algo distinto y que vos lo terminás de moldear. Creo que con esto va a ser mucho más fácil porque hay más texto que redescubrir hay más situaciones para redescubrir. Más saltos de comportamiento y bueno, me va a llevar mucho tiempo. Ojalá el público acompañe mucho tiempo.
–¿Te parece el costado más interesante del intérprete?
–Creo que hay una pregunta que suele hacer el que no es actor y es que si no nos aburrimos de repetir todos los días estos textos ¡Pero ese es mi trabajo! El asunto es que para no aburrirme tengo que encontrar la manera en que sea fresco en mí, nuevo en mí y parezca nuevo ahí. Si no soy capaz de eso es que tengo que dejar la obra, ya está. Si ya no hay nada para hacer, elijo dejarla. Un actor, decía que esto es como una sesión de jazz. En el jazz improvisás pero hay notas que tenés que tocar. Yo con esa nota que tengo que tocar todos los días. Lo que tengo que hacer es buscar y encontrar dónde, de qué manera, cuándo y con qué se recrea.
–¿Cómo es esa búsqueda interna?
–No la hago solo. En este caso, con Javier que me guía y que me da su opinión de lo que cree que le está pasando en ese momento al personaje. Ahí aparecen ideas y distintos estados de ánimo. Ahora tenemos la chance de que sean muchísimos porque este cuento es misterioso, raro, extraño, de fantasía, de leyenda, Y como me gusta pensar que pudo ser cierto, hay mucho para sacar. La verdad, cuando empecé a ponerle el cuerpo, empecé a entender por qué tenía tantas ganas de hacerla desde hace mucho tiempo. Por qué de entrada decía "esto me gusta". A mí la historia me gustaba, pero ahora me doy cuenta de que algo en mí intuía que hay una manera muy teatral en esto y que permite un juego muy disfrutable para mí.
–¿Te pasó con otros textos esto de querer llevarlo a escena? 
–No, yo no soy bueno para imaginar. A mí me das una obra de entrada y me decís "qué puedo hacer con esto", y la verdad es que no tengo la menor idea. Yo no podría dirigir. Cuando veo trabajar a los actores en base a esas cosas se me ocurren otras. Pero del papel en blanco no te escribo ni una coma. Arriba del escenario ya tengo un sentido de lo global, de la completitud pero como actor. Sentado en la butaca teniendo que decir por dónde empezamos a caminar o en donde, no. A lo sumo podré decir si ya empezaste a caminar, "¡ay te fuiste a la banquina!". Pero decir, esta es la ruta… No. A este texto, cuando lo leí había una intuición dentro que me decía sí. Había una teatralidad que yo intuía y que la descubrí haciéndola a la obra. Me daba más la sensación de afianzarme en mi deseo de hacerlo porque es un poco sentir que uno tiene razón y pocas cosas le gusta más a un ser humano que tener la razón.
–¿En qué momento de tu vida te pasó que hiciste el clic con la actuación y con la interpretación?.
–Sí. Hay algo que me pasó la primera vez que hice una función en Rosario. A ese momento lo recuerdo. Con el tiempo saqué la conclusión de lo que me había pasado ahí y que había sido revelador para mí pero sin saber qué era lo que me revelaba. En la primera función yo hice algo que no estaba previsto, hice un gesto, una mueca, era una escena en que mi personaje oía en secreto un diálogo y los otros personajes no sabían. Eso causó mucha gracia, la gente se río mucho y al final de la función me dijeron "qué bueno eso" y ahí empecé a sentir, sin ser consciente, que me prestaban atención. Aunque lo seguí haciendo nunca más se rieron con eso. Hay cierta espontaneidad y frescura que tienen que suceder de verdad. No estaba preparado para recrear eso todos los días pero en su momento me hizo sentir que me prestaban atención y tal vez a esa edad, a los 17 necesitaba eso. Después me di cuenta de que me sentía seguro actuando, sentía que lo podía hacer bien.
–¿Y te había pasado con alguna otra cosa?
–No. Aunque yo quería jugar al fútbol. No había chance de que haga otra cosa. En el medio voy a probarme a Newell's Old Boys y empecé a darme cuenta de que era más sacrificado de lo que yo creía. Que no era tan natural y tenía que dejar algunas cosas y agarrar otras. Cosas que con el teatro iban muy bien. Tenía que dejar de fumar, de salir y en el teatro no tenía problemas con eso. Para jugar al fútbol tenía que cuidarme, entrenarme... Después de probarme, me dijeron, "dale vení pibe, vení a a firmar el lunes", y no volví más. Y seguí haciendo teatro. Pero un día en Carlos Paz salgo del teatro y había un tipo esperándome, se presenta y me dice, "¿No te acordás de mí? Yo soy el que te tomó la prueba en Newell's. ¿Qué te pasó, pibe? ¿Qué pasó?" Me conmovió porque el tipo pensó que yo no había vuelto porque me había sentido maltratado o si ellos habían hecho algo mal. Estaba preocupado en serio. Me encantó. La verdad es que no supe explicarle muy bien porque en ese momento no había hecho todavía esta elaboración que puedo intentar ahora.
–¿Y de qué jugabas?
–En esa época de delantero.
–¿Ya no jugás?
–Y ahora de delantero cada vez menos, de delantero casi nunca, porque con los años te van poniendo para atrás. Ahora, ya casi estoy detrás del arco.  «


La opinión política, una necesidad

Cuenta Darío Grandinetti que a veces en la calle, la gente le pide explicaciones acerca de su postura política que suele ser afín a este gobierno. Dice que lo mismo le sucede vía Twitter aunque en ese caso lo insultan. "No creo que opinar de política vaya en contra de nada. No opinar es tomar una postura", afirma.
–¿Por qué creés que la gente se horroriza ante la opinión política de los actores? 
–Ya sabemos qué molesta. De todas maneras, hay cosas que quedan claras. Los actores siempre han trabajado en la televisión pública. En la de los militares los que no estaban prohibidos, en la de Alfonsín, en la de Menem, en la De La Rúa, pero nadie decía nada. Nadie se preocupaba de que ese dinero fuera público. A lo mejor nadie pagaba impuestos en esa época o pagaba mucho menos. Yo seguiré opinando no me parece grave. Lo que sé es que viví con edad de entender la época del no te metás, entonces ahora me meto. Opinando. Hubo una época en que el presidente se operaba, se hacía cirugías y a todos nos encantaba. En cambio esta es una yegua.


La obra en cuestión - {teatro}

Novecento. El sábado fue el estreno de la obra de Alessandro Baricco, con versión y dirección de Javier Daulte y producción general de Pablo Kompel. La historia de Novecento se basa en una leyenda: que a bordo del transatlántico Virginian, que cubría la ruta entre Europa y América, apareció sobre el piano de cola del salón de baile de primera clase una caja de cartón con un niño de pocos días de vida. Y que el niño, que fue llamado Novecento, se convirtió en un pianista mayúsculo, capaz de crear sin necesidad de partitura las notas más increíbles. "A mí me encanta pensar que fue verdad", afirma Grandinetti quien por recomendación de la actriz y directora Silvia Baylé se acercó al texto en el año 2000. "Me volví loco, me encantó y lo tengo en la cabeza desde esa época. El año pasado se lo di a Javier (Daulte) y le gustó, le dimos a Pablo (Kompel) y también le gustó, así que decidimos montarla", afirma.


La nueva incorporación de en terapia


Grandinetti es uno de los nuevos pacientes del licenciado Montes (Diego Peretti) en esta nueva temporada de En Terapia. Su personaje es un hombre viudo que llega desde el interior a vivir en Capital. "Es una persona con muchos principios es un evangelista y va ahí porque empieza a hacer una serie de cosas que sobre todo a su nuera la asustan un poco. No va porque él quiere, lo mandan y después empieza a tener una relación con el psicólogo", cuenta el actor que destaca que nunca trabajó con Peretti y está contento de volver a ser dirigido por Alberto Lecchi.

–Además volvés a la televisión.
–Sí, aunque es otro tipo de programa de los que se hace habitualmente sobre todo por la mecánica de grabación. Es bastante teatral y sin la histeria y sin esa cosa que tiene la televisión de la que queda preso cualquiera que hace televisión: te perdés. Estás ocho o diez horas ahí dentro es como un micro mundo donde no hay otro tipo de información es como si te quedaras afuera del mundo. Recuerdo de haber ido a hacer una participación de uno o dos días y me iba diciendo "están todos locos". Pero bueno como he estado yo cuando me tocó trabajar ahí o como volveré a estar cuando me toque hacer una tira.
–¿Y te interesa?
–A mí lo que me interesa es alguna historia que me guste contar. El formato es aleatorio.


El mundial según un jugador-actor


"Fue un Mundial raro", afirma Grandinetti. "Fue mucho más lindo de lo que yo creía y se jugó mucho mejor de lo que yo pensaba. Después hablando con mis hijos, me di cuenta que claro, ellos nunca vieron salir campeón a la Argentina. Yo la vi campeón dos veces y una vez subcampeón. No me iba la vida en esto acá. Yo sufrí muchísimo en 2002 y en el '94, obviamente. Para mí que Marcelo Bielsa se quedara afuera me dolió igual que cuando lo dejaron afuera a Diego. Es una injusticia del destino, de la vida. Ese tipo no se merecía esa mala leche y esos muchachos que habían creído en ese proyecto tampoco. No se merecían ese final. Ese mundial lo terminó ganando Brasil a los penales. Mundial pedorro. Argentina lo ganaba de espaldas.

–Y este año te gustó?
–Este año se llegó con un concepto bueno. Después cada uno podrá hacer las elucubraciones que quiera. Y Sabella… Yo me saco el sombrero ante él, lo re banco. Además diez día antes lo empezaron a matar. Después decir lo que dijo, esta asociación brillante. "La patria es el otro, el equipo es el otro". Brillante. Futbolísticamente uno puede decir lo que quiera, eso es objetable, opinable, subjetivo. Nadie tiene la verdad. Pero sobre la manera de conducir un grupo yo prefiero la de estos tipos. Que un pibe le tire un poco de agua y no se ofenda... Porque no pasa nada, y acá hay que bancarse toda esta manga de boludos que creen que un equipo de fútbol es un regimiento de infantería. Evidentemente no han jugado la pelota en la puta vida. Y el que juega de cinco, el 14, Mascherano, ese muchacho es conmovedor. Además habló de dignificar el oficio. Los que hacemos algo que elegimos hacer no podemos permitirnos  renunciar a la entrega total. Sea en una cancha, arriba de un escenario, escribiendo un libro, sacando una foto, pintando un cuadro, esculpiendo, no podés renunciar nunca a la dignificación. Por eso, cuando lo escuché me pareció brillante
–Y es la diferencia del que tiene la posibilidad de trabajar de lo que te gusta
–Sí, sobre todo en el fútbol… que millones hemos deseado hacerlo. Cuando ves a un pibe que gana 20 palos verdes que no es a capaz de aprender a pegarle de zurda y tiene que enganchar porque no se quedó 20 minutos por día a pegarle contra la pared, lo querés matar. El fútbol me vuelve loco porque lo podés asociar con cualquier cosa. La dependencia del otro, el trabajo en equipo, de que solo no se salva nadie.


Un salvaje más

Darío Grandinetti protagoniza una de las siete historias de Relatos Salvajes el film que dirige Dambián Szifrón y que estrenará el mes que viene. "Filmé cinco días y fueron cinco días estupendos. No me sorprende nada lo que está pasando con la película. Los comentarios son de que ahí hay genialidades… Es que el guión es muy bueno. Porque se puede cagar un buen guión, pero es difícil. De un mal guión es imposible hacer una buena película. Pero con un buen guión es más fácil. Y tenés que ser muy burro para errarle, y Damián no es ningún burro, sabe. Y sabe muchísimo."

Fuente: Tiempo Argentino

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