Bom, Bim, Bam


Beckett para jugar y divertirse

La compañía Amichi presenta el espectáculo Bom, Bim, Bam donde, entre el teatro físico, el clown y el humor despliegan procedimientos que despiertan carcajadas en los chicos desde el universo del gran autor irlandés.

De Beckett se ha hablado muchísimo y se lo seguirá haciendo. Pareciera que, como ningún otro, dio en la tecla en una sensación de desasosiego de una manera en la que nunca antes se había hecho. Se lo asoció con el existencialismo, el nihilismo, el absurdo y otras tantas corrientes que quieren hablar de lo más esencial de la condición humana. Pero son pocos los que vinculan el universo beckettiano con el clown y menos aún con las problemáticas de los chicos. Algunos sí lo vieron y pueden demostrar con mucha intensidad cuánto entiende un niño de la soledad, del paso del tiempo y de un aburrimiento que puede traducirse en un vacío profundo.
El grupo "Amichis" lo demuestra en la obra Bom, Bim, Bam, ganadora de 10 premios ATINA el año pasado. Bajo la dirección de Cecilia Miserere, los actores Martín Palladino, Virginia Kaufmann y Federico Salles despliegan desde el teatro físico y el humor una serie de procedimientos clásicos de obras como Esperando a Godot, Final de partida, Acto sin palabras I y II y Los días felices, entre otros materiales del autor.
Dos hombres vestidos con harapos y sombreros están en un lugar indefinido. Hay acciones repetitivas, hambre y una zanahoria que aparece, el intento de sacar un zapato que duele y otra serie de movimientos que en los chicos producen risas y complicidad. Al mismo tiempo están conociendo, sin saberlo, a uno de los autores teatrales más importantes del siglo XX. Las referencias continúan: una chica atrapada en una montaña de objetos y con el cuerpo inmovilizado de la cintura para abajo (Días felices) y, de allí, la interacción con los otros dos personajes que adquiere una lógica propia dentro de ese sinsentido.
La puesta en escena es de una gran belleza estética y, de alguna forma, reproduce el universo de Beckett e incluye una mirada ideológica acerca de qué otras cosas pueden consumir los chicos. Bom, Bim, Bam no necesita colores estridentes, ni canciones pegadizas, ni hombres adentro de muñecos de felpa. En un espacio acotado, los actores demuestran que se pueden divertir una y otra vez con un trencito de metal, un caballo hecho con un palo de escoba y que pueden tener largas charlas a través de dos latas y un hilo.
Eso alcanza. Eso y un universo de artistas que no subestima al público infantil, que no perdieron la capacidad de juego y que, al mismo tiempo, miran a los chicos de cerca y les dicen: "Algo sigue su curso". Su público se queda callado. Por algún lugar y de alguna forma, el espíritu de Beckett ya ingresó en esos cuerpos pequeños y con todo por vivir.

Fuente: Tiempo Argentino

En vacaciones de invierno, de martes a domingos a las 15 en el Centro Cultural San Martín: Sarmiento 1551.

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