Yo me lo guiso, yo me lo como

Carmen Mesa: una española para adorar

La propuesta puede resultar rara o fuera de lo común: artista española, que cuenta su propia historia, mezclada con cante y jaleo, pero que, además, puede preparar una comida en escena. Ah... todo eso en una nueva sala, en el barrio de Balvanera. El Damero (teatro en cuestión) es precioso, y quienes lo atienden tienen la cortesía necesaria que el espectador común puede pretender.

Allí, en ese subsuelo donde está el espacio escénico, una eventual mesada de cocina, con algunos elementos varios de escenografía, remiten a flamenco, por sus telas rojas, a lunares blancos. En ese ámbito, la encantadora Carmen Mesa contará su historia. Pero no será un alegato egocentrista, con alegrías, culpas y pecados, como suele ocurrir. Es un biodrama perfecto, escrito por Érika Halvorsen, quien ya supo sorprender con un trabajo de estas características en La hija de Dios, con Dalma Maradona. Esta bailaora andaluza, hija de trabajadores, aprendió las artes flamencas en la cocina de su casa, con su madre, mientras hacían las tareas domésticas, fue electricista y llegó a ganar los principales concursos de su país, además de recorrer el mundo bailando. El amor la condujo a Buenos Aires, donde está radicada desde hace tiempo. Esta sencilla vida (ella es joven), contada con detalles, picardía y sensibilidad, hace de su propuesta un plato delicioso, tan rico como el pollo al ajillo que prepara mientras narra, actúa, baila o canta. Sí, puede hacerlo sin distraer la atención ni salir de clima, gracias a una precisa dirección de Gina Piccirilli, quien la hace circular por cada rincón del espacio, para lograr que el espectador pase, con su imaginación, de una cantina andaluza al calor de un hogar, o a la locura porteña.

Carmen está apoyada, en vivo, por un maestro del flamenco, el guitarrista Héctor Romero, y el percusionista Turco Mokdad, quienes no sólo sostienen cada una de las intervenciones musicales de Mesa, sino que se mantienen durante todo el espectáculo, como apoyo dramatúrgico.

Por su parte, Carmen Mesa es de esas actrices que hacen cosquillas y acarician. Es decir, logra conmover hasta las lágrimas o descostillar de risa. En la función que presenció este cronista, estaba la verdadera madre de la intérprete (protagonista del relato), recién llegada de su pueblo andaluz. Fue una emoción extra verlas bailar a las dos, tal vez como cuando lo hacían en la cocina de la casa, mientras esperaban a los hombres que volvían del trabajo.

Fuente: La Nación

Funciones: viernes, a las 21. Sala: El Damero, Deán Funes 506 (2060-2278).

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