Diego Peretti: El placard


"El teatro es algo bravo"

El talentoso actor de programas de televisión como En terapia y películas como La reconstrucción estrena la semana que viene una nueva obra de teatro: El placard, versión adaptada del film con Gerard Depardieu y Daniel Auteuil.

En el escenario del teatro Lola Membrives cada uno está en lo suyo. Cuatro técnicos se concentran en armar el esqueleto de un edificio de tres niveles, se escuchan serruchos y martillazos. De frente, una mujer mira el panorama y anota en un papel. En el fondo, casi tras bastidores, dos hombres cargan unos caños gigantes y los suman a esta estructura. Pero a un costado, en el segundo piso, en un espacio de un metro por un metro, que intenta ser un baño, Diego Peretti hace su tarea con el mismo nivel de concentración: abre y cierra la puerta.
Lo hace con un movimiento casi rítmico: abre la puerta, se asoma, mira de frente y vuelve a cerrar. Así, varias veces. Aunque esa acción pase inadvertida en El placard, el espectáculo que estrena el miércoles que viene, el actor lo ensaya con la misma responsabilidad que si fuera el monólogo central de un texto de Shakespeare.
"Yo me preocupo siempre", confiesa, sentado en un sillón blanco, envuelto en un plástico, como recién salido de fábrica. "Trabajamos mucho, dos meses intensivos, con preocupación. Todo me preocupa: el resultado, cómo va a quedar mi  interpretación. El actor se preocupa siempre. Cuando termino de hacer lo que hago y me miro, no lo puedo creer. Digo: "¿Yo hice eso?" Me pasa mucho cuando me veo en televisión. Me da como cierta sensación de extrañeza el haberme animado a hacer determinadas cosas. En el momento, por suerte, no lo pensás. A veces siento cierto temor, pero es un miedo que no paraliza", dice.
Diego Peretti dejó de trabajar con médico psiquiatra en 1998. Se anotó en la escuela de teatro de Raúl Serrano y desde ese momento cambió para siempre la ciencia por el arte. Arrancó su carrera televisiva, con un personaje muy popular: "El Tarta" en Poliladron, la serie que protagonizaron Adrián Suar y Laura Novoa entre 1995 y 1997. Estuvo en cine, televisión y teatro. Nunca dejó de trabajar.
Ahora es el sensible y atento psicoanalista que todos los días escucha distintas historias en En terapia (por la TV Pública) y desde hoy será Francisco Piñón, un tímido empleado de oficina, que simula ser gay para evitar que lo echen.
Se trata de la obra El placard, dirigida por Lía Jelin, también directora del éxito de taquilla Toc Toc. Es la versión teatral de la famosa comedia francesa que portagonizador Daniel Auteuil y Gérard Depardieu en 2001. "El teatro es algo bravo. Cuando tomás distancia, te das cuenta que la profesión de actor es muy linda, pero es de una exposición física muy importante”, reflexiona Peretti, a días de volver a exponerse.

–¿Hacía mucho tiempo que no actuabas en una comedia?
–Bastante. Venía de espectáculos muy dramáticos (lo último que hizo en teatro fue Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams) y en esta comedia se maneja otra energía. Hay un gran trabajo físico y hay que estar muy atentos al tiempo, los gags. La presencia del público en una comedia es mucho más activa. Hay que incorporar eso. Planteamos una escenografía vertical, con tres niveles y cada nivel tiene varios lugares. No hay profundidad. Me hace acordar a la película Un disparo en la sombra, de Peter Sellers, en la que hay una toma al principio de un edificio, donde van ocurriendo varias cosas al mismo momento, en distintas locaciones del edificio. La obra tiene escenas cortas, muy ágiles y la puesta permite saltar de un lugar al otro muy rápidamente.
El autor de El placard es Francis Veber el mismo que hizo La cena de los tontos y que en Argentina también fue llevada al teatro, con las actuaciones de Adrián Suar y Guillermo Francella.
–¿Cómo es tu personaje acá?
–Es un hombre tímido, bien apocado, que no llama la atención. Un tipo muy común, con una ingenuidad muy grande. Su personalidad se mete en un sistema en el que esa ingenuidad y ese sentido común generan una cantidad de disturbios y malentendidos enormes. De esa manera te hace ver que el sistema está desequilibrado, porque una persona con mucho sentido común, debería funcionar de la mejor manera. Pero nos acostumbrarnos a no sorprendernos de cosas que una persona con sentido común te diría: "Pero tenés razón, está completamente desviado". Francisco Piñón es un contador de segunda categoría de una empresa que se dedica a producir caucho, cuyo producto estrella son los preservativos marca Irene. Él está atravesando un momento muy malo porque la mujer lo dejó, está rindiendo mal en la empresa desde hace un par de años y forma parte de la nómina de reducción de personal. Se entera de eso, queda afuera de la foto anual de la empresa y nadie lo nota. Está tan deprimido que se intenta quitar la vida, como puede, pero un vecino nuevo le salva la vida y se hacen amigos. Piñón se siente muy extrañado, pero este vecino le plantea un plan para que, en principio, no sea echado de la empresa. Le propone correr el rumor de que él es un homosexual con una vida nocturna heavy, porque de esa manera la empresa va a estar inhibida de echarlo, por temor de que se la acuse de discriminación. Él dice que es malo mintiendo, que no le va a salir, pero este vecino le dice que lo que tiene que hacer es correr el rumor. Esto es lo que se conoce como una operación política, ni más ni menos. Así, de ser una persona prácticamente invisible, pasa a ser el centro de atención de toda la empresa.
–Lía Jelín sostiene que el humor se construye sobre el dolor ajeno o propio. Esa combinación es la esencia del chiste. ¿Eso se hace con esta obra?
–Más o menos. No siempre el humor tiene que partir del dolor. Lía tiene una visión muy creativa del teatro, coreográfica. Expresa los sentimientos y eso te lleva a cierto humor. Es una directora que no se queda con lo primario. Ella insiste, buscamos por un lado y por el otro, escucha mucho al actor, tiene muy presente el deseo del actor, qué es lo que quiere, no tiene una idea preconcebida. Ella trata de ver qué sale con el texto, el teatro, los actores, los productores y el tiempo que se tiene. Eso está bien, sobre todo para una obra como esta, que es de equipo, colectiva, de una melodía en conjunto, tiene que funcionar como una orquesta y hay que amalgamar el sentido del humor de todos los que estamos ahí en un sentido del humor, colectivo.
–¿Qué cosas te emocionan como espectador?
–Como espectador es más difícil para mí conmocionarme en teatro que en cine. El teatro es muy difícil, tiene que ser muy perfecto para que vos no te entretengas en otras cosas, porque tenemos la cabeza muy entrenada a una narración audiovisual. Cuando veo actuar a Eduardo Pavlovsky o a Alfredo Alcón siento que el teatro tiene una contundencia única. El teatro, en ocasiones, me provoca ese tipo de cosas. Es más común que me puedan conmocionar las buenas películas. Pero cuando pasa en el teatro, no me olvido nunca más.
–¿Qué cambió de tu vida cuando decidiste ser actor?
–Noté un cambio importante porque desde el jardín de infantes hasta 1998 me levanté todos los días a las seis de la mañana. Hice todo a la mañana: escuela, universidad, residencia. Cuando me desligué de la medicina y empecé a hacer teatro, esa cuestión de levantarme a las 11, ¡no lo podía creer! Las ganas, la voluntad y las formas de relacionarme no cambiaron casi nada.
–¿No te preocupó la incertidumbre económica del oficio del actor cuando dejaste la Medicina?
–Lo pensé muchas veces, pero no me frenó para hacer lo que quería. Siempre tuve algún trabajo. Nunca tuve épocas donde me haya sentido angustiado por eso.  «


también poeta
Peretti viene de filmar varias películas y se le suman otras tantas. Además del teatro, la tercera temporada de En terapia y un nuevo film de Juan Taratuto que está por comenzar el rodaje, también se hace tiempo para leer y escribir. "Estoy leyendo El violento oficio de escribir de Rodolfo Walsh y un libro sobre la vida de John Lennon a través de sus cartas", cuenta.
Además, desde hace un tiempo, se dedica a escribir. Cuenta: "Terminé de adaptar para cine un libro de Marcelo Larraquy, Fuimos soldados, que ya lo empezaremos a mostrar. Y escribo algo parecido a lo que se pueda decir poesía. ¡Es muy ambicioso de mi parte decir que soy poeta! La poesía es el átomo del arte y llegar a eso es complicado."


las opiniones del psiquiatra
"No extraño nada de la época de médico", dice, contundente, Peretti. El actor cuenta que ya a la mitad de su carrera se dio cuenta que la medicina no era lo suyo, pero siguió influenciado por el mandato familiar. De hecho, en 1995 ya era "El Tarta" de Poliladron, mientras seguía trabajando en el Hospital Castex. "Fui médico durante once años. Siento cierta nostalgia de las entrevistas con los pacientes. Esa búsqueda del motivo de consulta, tratar de definir cómo sería la mejor terapia para ese paciente, eso era muy entretenido. Pero después la vida hospitalaria… no la extraño. Soy muy escéptico respecto a las posibilidades que tiene la ciencia psiquiátrica y el psicoanálisis. El consultorio puede ser una ayuda individual, pero hay una salud mental social que tendría que estar regida por cierta política que nadie le da pelota y es muy disparatada y anárquica, no se puede establecer como una política de salud mental preventiva", explica.

–¿La psiquiatría no puede ayudar a las personas?
–Puede ayudar. Cuando yo la dejé, rumbeaba para un estudio muy bueno de psicofarmacología que hace que sea cada vez más selectiva la medicación y no genere tantos efectos adversos. Nadie niega la existencia del inconsciente, pero toda la cuestión de la teoría psicoanalítica pero no sé hasta qué punto tiene un correlato terapéutico interesante. Por ahí puede ayudar individualmente, en el consultorio, en el que va una persona para definir si es homosexual, por dar un ejemplo. Son conflictos individuales que la gente va a seguir teniendo. Pero creo que debería haber un avance en la salud mental social de la gente. No veo políticas en ese sentido.

Fuente: Tiempo Argentino

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