Vacaciones en la oscuridad

Un trío creativo con un estilo propio

Sin importar el nombre bajo el que este trío creativo -Frenkel, Casella y Cúparo produzcan sus espectáculos, hay una marca que los envuelve y les da un estilo: sus espectáculos están en ese cruce inasible entre lo coreográfico, lo musical y lo teatral. Los tres lenguajes se conjugan de modo tal que ninguno se impone al otro y de ese modo logran una armonía que aporta calidad y densidad artística pero también entretenimiento.

Para esta última propuesta convocaron a tres actores sobresalientes que pueden jugar con idoneidad y libertad en cada uno de esos tres lenguajes. Pueden cantar reconociendo sus limitaciones y evitando, gracias al control técnico, imprecisiones; también pueden bailar, desplazarse por el espacio y al mismo tiempo dotar a esos cuerpos de una intensidad dramática que a veces es difícil de encontrar en espectáculos coreográficos. En Vacaciones en la oscuridad no hay un solo momento en el que no se perciba una marcación de dirección, pero tampoco hay uno en el que la dimensión técnica supere y opaque a la interpretativa.

En lo anecdótico el planteo es bien sencillo. Un matrimonio desgastado busca ayuda -a instancias de una astróloga en alguna disciplina corporal para reconectar como pareja. Asisten al estudio de baile de Katia y como debe ocurrir en todo buen melodrama el tercero emergerá. Pero también fiel al género la tragedia debe hacerse presente y lo hace fuertemente provocando ceguera en la esposa engañada.

Las marcaciones físicas le dan a los actores la posibilidad de componer externamente a sus criaturas pero fiel al estilo de cada uno de ellos pueden también darle una carnadura emocional que los vuelve villanos, tiernos, frágiles y queribles. Todo al mismo tiempo. Mientras la coreografía vacía y trabaja el absurdo dejando cuerpos ridículos tratando de ubicarse sobre el espacio, la potencia dramática de los tres intérpretes deja que asome una densidad emocional que en ningún momento se ausenta por más que el absurdo todo el tiempo les juegue en contra. Tanto Almeida como Vallina y Velázquez entendieron a la perfección la propuesta y los directores descansaron en el talento de sus intérpretes. No siempre puede verse una amalgama tan atractiva entre la idea y su realización.

Y hay que resaltar muy fuertemente el dispositivo lumínico diseñado por Sendón ya que no solamente ilumina sino que se inserta perfectamente en la escenografía de Tirantte al tiempo que produce belleza con su sola presencia. Sus curvaturas y su dinamismo lo vuelven bello como objeto, más allá de su función específica.

Fuente: La Nación

Sala: Pablo Picasso del Paseo La Plaza

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