Los villanos de Shakespeare



Los villanos de Shakespeare

En el año 1999, y en el marco del II Festival Internacional de Buenos Aires, los porteños tuvimos la chance de encontrarnos sobre el escenario con el propio Steven Berkoff, un hombre de teatro inglés que ya nos había impactado fuertemente gracias por sobre todo al estreno de una de sus obras cumbre, Decadencia, con dirección local de Rubén Szcuchmacher. Pero en ese año no tan sólo nos reencontramos con su textualidad sino que pudimos verlo a él, en escena, en un texto que requiere no solamente de alguien capacitado de "decir" Shakespeare sino que pueda en la soledad más absoluta generar un complejo mundo poético y visual sin más ayuda que su propio histrionismo. El personaje es consciente de lo que significa llevar a cabo la tarea de montar hoy cualquier texto del bardo por lo que significa la mitología que rodea a los actores históricos que a lo largo del siglo XIX y del XX lo han hecho inscribiéndose en la historia misma del teatro, tanto como los textos en cuestión. Y esa competencia que un actor británico deberá sortear, en este caso, se ve duplicada; ya que Manel Barceló no debe solamente luchar contra un tal Laurence Olivier sino también contra el propio Berkoff.

La obra -que quizá no sea su mejor texto- nos invita a recorrer distintas obras del autor isabelino, atravesando a Iago, Macbeth, Ricardo III y Hamlet entre muchos otros. Esa es la invitación: internarnos en una textualidad tan compleja como la shakespeareana y en un cuerpo de personajes que han hecho de la maldad una condición propia de la existencia.

Barceló eligió distanciarse de la versión original de su autor y lo derivó más hacia su estética, jugando mucho más con la ironía y el sarcasmo como forma de vinculación con sus villanos. Permanentemente el actor ingresa en el universo isabelino buscando un entrecomillado que nos permita observar la construcción de dichos personajes. Y así le da una comicidad más marcada que la buscada en su momento por Berkoff.

Si bien podría señalarse que la duración se vuelve excesiva (al no haber una progresión dramática, podría durar mucho menos), aquel espectador que disfrute de actores intensos, con una gran capacidad histriónica y mucha llegada con la platea (con algunos chistes coyunturales que tal vez no aportan demasiado) no debería perderse alguna de las funciones que le quedan en Buenos Aires.

Sala: Teatro Cervantes / Funciones: hoy, mañana y el domingo

Fuente: La Nación

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