Amadeus



La vida de un genio fuera de su tiempo

Oscar Martínez, como Salieri y Rodrigo De la Serna como Mozart, dirigidos por Javier Daulte, encabezan este estreno sobre un texto que se convirtió en clásico y que pone en escena cómo la envidia puede llevar a la demencia.

Un escenario descomunal, una enorme y moderna estructura de madera, que funciona como metáfora de un piano de cola y la luz focalizada en el cuerpo achacado de Oscar Martínez, convertido ya en un Antonio Salieri viejo y acosado por sus fantasmas. La primera impresión de Amadeus es que ante los ojos se quiere presentar algo majestuoso, a tono con la música de Mozart. Y se logra: la última propuesta del director Javier Daulte para el teatro comercial es una grandilocuente representación sobre la vida casi mártir de un genio y la envidia enfermiza del único hombre que supo reconocer en su época la verdadera grandeza de Mozart.
Escrita en 1979 por el británico Peter Shaffer, Amadeus pretende contar la vida de Mozart, uno de los compositores más influyentes de la historia, desde el punto de vista de Antonio Salieri, el principal músico de la Corte de Viena, quien se llena de envidia y frustración cuando reconoce el talento de Mozart. Su odio llegó a tal punto que se auto acusó de destruir la carrera del genial músico y envenenarlo, hechos que nunca fueron comprobados. Esta obra teatral tuvo una famosa adaptación en cine, en 1984, y llegó a alcanzar el Oscar como mejor película. La estructura del relato ubica a Salieri como narrador y protagonista de los acontecimientos y se vale de numerosos flashbacks para viajar entre su presente de vejez, internado en un psiquiátrico, y el pasado glamoroso de la corte austríaca a fines del siglo XVIII.
Así planteado, el espectáculo descansa especialmente en la interpretación de Oscar Martínez. El actor –que 30 años atrás trabajó en la misma obra pero en el rol de Mozart– desarrolla con técnica y entrenamiento su complejo doble rol, que implica una enorme cantidad de texto que tiene que explayar en dos horas de función. Por eso, su trabajo se queda por momentos demasiado instalado en el plano discursivo, con una forma de relatar un poco cantada y una postura corporal que, a veces, pierde verdad.
Será porque el texto plantea con suspenso y misterio la presencia de Mozart, porque luego de un largo relato de Salieri, ya dan cada vez más ganas de conocer al genio musical y porque, a pesar de su escasa experiencia en el teatro, Rodrigo De La Serna viene dando clases magistrales de actuación; que la energía en el escenario cambia radicalmente cuando él aparece. Y su energía es tal vez la más importante para la actuación: la lúdica. El juego inocente, libre de prejuicios y de formas culturales que encorsetan a las personas, más que liberarlas. De un niño irreverente a un hombre desesperado y con alucinaciones, el Mozart de De La Serna eclipsa la escena.
La dirección de Daulte mantiene un estilo clásico y realista, aunque toma pequeños riesgos en la búsqueda de una mayor teatralidad, por ejemplo, el pasaje de un monólogo a una fiesta, a través de los sonidos y el movimiento de la escenografía. Pero es justamente el diseño del espacio lo que representa la mayor innovación de la obra: una estructura que simula un piano, que contiene la historia y que se modifica según avanzan las emociones de los personajes. El espectador podrá elegir varios recuerdos para llevarse de esta obra, pero el más vivo será la actuación de Mozart y la forma en que escucha la música de su muerte.

Fuente: Tiempo Argentino

Teatro: Metropolitan Citi

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andrea Gilmour

Susana Torres Molina: Estática

Chamé Buendia: Last Call-última llamada