Conferencia sobre nada

Alquimia entre Bob y John

La pregunta por las posibilidades escénicas de la Conferencia sobre nada de John Cage es inseparable de la naturaleza misma de ese texto presentado públicamente por primera vez en 1950. ¿Qué se puede hacer con la Conferencia sobre nada ? La respuesta es, sencillamente, nada. Pero no hay tautología en la respuesta, dado que hacer nada ya es hacer algo. En todo caso, lo que pide Cage es disponibilidad. Hay que estar disponible para la estructura vacía que nos ofrece. Así lo entendió Robert Wilson, que esperaba, ya sentado, rígido, disponible, mientras el público entraba a la sala Martín Coronado, en el cierre del homenaje a Cage por el centenario de su nacimiento organizado por el Colón.

Wilson no está inicialmente solo. Lo acompaña un personaje silencioso, que pronto se retirará y que observa al público y el escenario con largavistas. En una pantalla en el ángulo superior izquierdo se ve el sobre de una carta con el nombre del compositor que, significativamente, no es el remitente sino el destinatario. Más adelante, pasada la mitad de la Conferencia... aparecerá en esa misma pantalla una foto del poeta ruso Vladimir Maiakovski, cuya relación con Cage merecería algún día ser explorada con detenimiento. Al principio también hay ruido durante largos minutos. Entonces, cuando cae el silencio, empieza realmente la lectura.

Hay que tener en cuenta que la Lecture on Nothing es en rigor una pieza musical, compuesta según principios musicales y que, por lo tanto, solicita asimismo una performance musical. Cage pide una lectura rítmica, nada impostada y con el rubato del habla cotidiana. Wilson entregó una realización magistral, puntuando el ritmo y los silencios con el deslizamiento de la mano sobre la página, y nunca intentó imponerse sobre el texto. Como en un striptease intelectual (una palabra, "intelectual", que acaso a Cage no le habría gustado del todo), la Conferencia... fue desnudándose lentamente en escena.

Pero el verdadero tour de force de Wilson fue la extensa cuarta parte de la Lecture on Nothing , especie de mantra cuya regularidad y carácter estático constituyen una demostración concreta de una "forma sin meta". La primera vez que el texto declara "Si alguien tiene sueño, déjenlo dormir", Wilson se retira de la mesa en la que estaba y se acuesta. La literalidad del gesto queda compensada por el relevo de la voz. Mientras Wilson duerme, se oye sólo la voz de Cage, que sigue desde el punto en el que la abandonó el cansancio y que es el sueño de la otra voz, la del performer. En línea con las prescripciones cageanas de neutralidad, Wilson consiguió una dicción siempre igual, aunque a la vez siempre diferente, que derivó finalmente en un crescendo crispado. Fue el único fortísimo de la noche. Se había realizado la alquimia que se esconde tal vez en la Conferencia... : el arte imposible de decirlo todo sin decir nada.

Fuente: La Nación

Sala: Teatro San Martín.

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