Varekai


Varekai: el vuelo de Icaro

La compañía canadiense trae en septiembre su nuevo espectáculo, basado en la mitología griega, a la Argentina. Un enviado de Clarín lo vio en Porto Alegre y compartió la vida de estos artistas itinerantes.

Icaro no debía volar muy bajo para que sus alas no se mojaran con el agua del mar, ni muy alto para que el sol no derritiera la cera con la que su padre -Dédalo, arquitecto del laberinto de Creta-, había fundido sus alas. La mitología griega cuenta que Icaro quiso llegar al paraíso y murió ahogado en el mar. Y casi así, con la caída de un Icaro imaginario nacido de un capullo de cielo, comienza Varekai , el espectáculo que trae el Cirque du Soleil, en el que un angelical hombre alado se encuentra sin poder volar en un mundo de criaturas fantásticas de destreza colosal y miserias humanas.

Para sumergirnos en los misterios de este bosque mágico de seres multicolores, volcanes y árboles de metal de Varekai , viajamos a Porto Alegre. Allí, la compañía canadiense nacida en 1984 en el corazón de Guy Lalibertè, el artista callejero que montó uno de los grandes gigantes del entretenimiento a nivel mundial, con más de 1300 artistas recorriendo el mundo con sus diferentes obras, hace su escala previa al desembarco en Buenos Aires, el 8 de septiembre en el Complejo al Río de Vicente López, donde en 2010 presentó Quidam .

Varekai , que significa “en cualquier lugar” en la lengua romaní de los gitanos, ofrece una estética impecable, delicada y fantástica desde el vestuario y el maquillaje, que se enaltece con una variada y envolvente propuesta de ritmos musicales ejecutados en vivo y una troupe de artistas provenientes de todo el planeta, que están al nivel de los mejores gimnastas olímpicos. Durante la historia, el ángel que perdió sus alas deberá recobrar su paso, aprendiendo de la osadía de los acróbatas que lo rodean. Y se sorprenderá con el acecho de seres propios del mundo de Avatar, hasta encontrar su remedio en el amor de una bella ninfa.

“ Varekai es abstracción, puede ocurrir en cualquier lugar, es universal. A diferencia de las obras anteriores que ofrecían un concepto o una idea, aquí vemos un mundo mágico a través de los ojos del protagonista. Es inspiradora. El ícaro cae y se lastima, tiene que aprender y evolucionar para poder funcionar, y se inspira en la energía de estos seres hasta que encuentra la cura y la esperanza en el amor de un mágico ser”, cuenta la directora artística canadiense Sheryl Lynne Valensky, el caluroso día después de la función en Porto Alegre, mientras toda la compañía ensaya en la gran carpa azul y amarilla para una nueva función.

El funcionamiento diurno del circo es un mundo ambulante aparte. Hay un equipo de cocineros que se encarga de alimentar a los artistas rusos, canadienses, franceses, chinos, brasileños, argentinos, y así sigue la lista hasta las 26 nacionalidades, contemplando siempre su heterogeneidad. “No repetimos el menú en tres meses, hoy, por ejemplo, hay comida vietnamita; mañana, de la India, siempre sano y con muchos carbohidratos y proteínas”, comenta el chef mexicano Abdel Soriano en una de las pocas pausas culinarias de las que dispone.

El espíritu nómade abarca todo. Incluso el circo viaja con un equipo de profesores para los hijos de las once familias que van acompañando a la compañía. Christine Chandonnet es una maestra canadiense que recorrió el mundo durante los últimos 14 años con el circo. “La educación que reciben los niños es personalizada, aprenden tres idiomas y todas las materias que componen el programa educativo canadiense”, explica y dice que se siente una más: “Aunque a veces extrañe estar en mi living o tener mi propio lavarropas, el circo me permitió conocer otras culturas y forma parte de mi filosofía de vida”.

Entre medio de este lío de etnias, en Varekai se hace sentir fuerte el sabor argentino. Es que en cada entreacto, las risas quedan a cargo de la clown Mercedes Hernández (ver Las risas son argentinas ), nacida en Buenos Aires, y de su compañero australiano Steven Bishop, que montan una caricaturesca y grotesca parodia entre un mago fracasado, que con tal de ganar un aplauso también se convierte en un patético cantante que hace playback y debe lidiar con los celos de su torpe y enamoradiza secretaria.

La multiplicidad de razas del circo suma, pero a veces también pueden volverse un asunto delicado. “Ellos son atletas muy competitivos, el principal desafío es convertirlos en artistas y lograr que conecten con el público, que pongan su corazón”, explica la directora artística.

De todos modos, una de las reglas del circo que todos conocen es que el que pelea se va automáticamente. “No hay un número más especial que otro, pero seguro que en el final con la “lanza rusa” van a quedar todos boquiabiertos”, desafía Valensky a los seguidores de este circo trotamundos.

Fuente: Clarín

Mercedes Hernández: Las risas son argentinas

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