Roman Podolsky: Globo flotando contra el techo de un shopping


La muerte, esa conversación

Como en Harina y Guardavidas, el director indaga en el peso y la “presencia de la ausencia”, los modos en los que el ser humano busca respuestas ante la pérdida: “Si hay alguna, la certeza es que la vida está hecha de contingencias que no controlamos”.

Escrita por Alberto Rojas Apel, Globo flotando contra el techo de un shopping se ofrece al espectador como una suerte de raconto a tres voces acerca de lo que desencadena en un hombre la muerte imprevista de su hijo. Dirigida por Roman Podolsky e interpretada por Irene Almus, Horacio Roca y Víctor Hugo Vieyra –sin atisbos de sentimentalismos, con sencillez y gran sensibilidad–, la obra presenta a tres personajes que hablan acerca del mismo hecho sin interactuar con el otro. Por un lado está el niño muerto, sus opiniones acerca de lo que sucedió antes y después de su muerte, el ordenanza del shopping, quien va cambiando su conducta por efecto de la identificación con el sufrimiento ajeno, y el padre, el narrador principal, quien encuentra un modo personal de paliar su angustia.

El nombre de la pieza hace mención al objeto-símbolo que desencadena el drama –un globo que el pequeño perdió en un shopping el día anterior a su muerte–, objeto que el padre se impone rescatar cueste lo que cueste. “Desde la primera lectura se me hizo presente la cuestión de la pérdida y de qué es lo que hacemos las personas frente a lo inexorable de la muerte, frente a lo irreparable”, cuenta Podolsky en la entrevista con Página/12. “Creo que, en el mejor de los casos, cada uno de nosotros encuentra algo que hacer mientras se va naturalizando esta nueva ausencia.” Por eso mismo el director afirma que el espectador de esta obra asiste “a la construcción de una ceremonia de duelo personal, propia, alejada de toda estandarización”, lo cual, según agrega, convierte a ese ritual en “un acto de afirmación de la propia singularidad, lo cual me parece muy estimulante”.

–¿Se acude al lenguaje frente a situaciones de pérdida?

–Sí, porque en estos casos el lenguaje suele ser el instrumento privilegiado, porque si bien la muerte y el vacío que ella entraña no se pueden nombrar, las palabras al menos permiten bordear el agujero, articular sentidos nuevos y así mitigar algo de la angustia que produce la confrontación con esa “presencia de la ausencia”.

–Si se piensa en Harina y Guardavidas, otros de sus espectáculos anteriores, se pueden encontrar algunos puntos de contacto con Globo... Las tres hablan de lo que ya no está, de la muerte, de la posibilidad de aceptación.

–Son posiciones ante el vacío que deja la muerte. En Harina hay una suerte de melancolía, de identificación con lo que se ha perdido, al punto de poner en riesgo la propia existencia. En Guardavidas se plantea el hecho de que aun sabiéndolo todo respecto de cómo rescatar bañistas que corren riesgo de perecer ahogados, el guardavidas en cuestión no puede hacer nada, no está preparado para asistir a la muerte de un ser querido.

–¿Qué pasa con estos temas en Globo...?

–En la obra, el padre no ha podido salvar a su hijo, pero a través del esforzado y casi surrealista rescate de su globo –algo que a la vista de un tercero podría resultar como mínimo absurdo– algo de esa salvación que no pudo ocurrir en el plano real ocurre ahora en un plano más simbólico y, evidentemente, lo ayuda a seguir adelante. Y luego viene hacia el espectador y lo cuenta, cuenta su historia. Aquella ceremonia de rescate y singular duelo es ahora puesta en palabras. Al contarla crea una nueva ceremonia, que redobla y enriquece la anterior.

–¿Qué es lo que, figuradamente, deja ir el padre con el globo que rescata?

–Tal vez importa menos precisar qué es lo que el padre deja ir en el acto de soltar ese globo como importa el acto en sí mismo. Eso es lo atractivo. El padre ha logrado producir un hecho vacío. No tiene ningún sentido, no sirve para nada, y sin embargo, alivia. Alivia justamente por eso: porque en lugar de agregar sentido se hace algo que no tiene explicación, y especialmente, ni siquiera para él mismo. El deseo se le reaviva tras el dolor. El deseo no le pregunta, se le impone. Y en ese pasaje, seguro, algo habrá ganado entre tanta pérdida.

–¿Qué certezas atraviesan la obra?

–La certeza, si hay alguna, es que la vida está hecha de contingencias que no controlamos y la muerte es una de las más importantes. Entender que nuestros pensamientos, nuestra esforzada búsqueda de sentido muchas veces no es otra cosa que un intento de controlar esa inexplicable contingencia es aliviador. Nos ayuda a dejar de pensar tanto y nos permite hacer algo a partir de ella.

* Globo flotando contra el techo de un shopping, viernes y sábados a las 19 y domingos a las 18.30, Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815.

Fuente: Página/12

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