jueves, 23 de agosto de 2012
Martín Bossi: El impostor apasionado
"Hice tele para poder llegar al teatro"
El exitoso imitador, actor y cantante acaba de estrenar en el Teatro Astral una nueva obra, El impostor apasionado, donde presenta en escena a Ricky Martin, Charly García, Fito Páez y Andrés Calamaro, entre otros.
Cuando tenía 14 años, Martín Bossi hizo su primera imitación. Dice que no registró mucho el momento, pero recuerda cómo le copió el tono rumano a Viviana, la mamá de su compañerito de tenis. “A mi amigo lo tenían muy cortito, una crianza muy rumana. No lo dejaban entrar a ningún lado si no era con autorización de la madre, entonces yo llamaba a la casa de los padres de nuestros otros amigos y me hacía pasar por adulto imitándole el tonito”, confiesa.
Siempre, Bossi, decide arriesgar. En aquella época estuvo a punto de transformarse en un jugador de tenis profesional, porque ese era el deseo de su padre, que lo obligaba a ir a clases. Cuando decidió que ya no quería estudiar más, lo mandaron a dar clases de tenis, hasta que la pasión allanó el camino y a escondidas de su familia se anotó en una academia de teatro. “A los 22, cuando murió mi viejo, me di cuenta que no podía seguir haciendo tenis porque me gustaban más otras cosas. Junté fuerzas y me anoté en teatro. Ahí empecé a vivir”, apunta quien debutó la semana pasada con su espectáculo El impostor apasionado donde, una vez más, muestra sus mil y una facetas.
–¿Cómo se dio en tu vida lo de la imitación?
–Viene conmigo. Aristóteles ya decía que el hombre es un animal mimético. La base del aprendizaje es la mímesis, y así aprendemos a hablar o a jugar al tenis, por ejemplo. Yo lo desarrollé apoyándolo con muchos años de teatro, danza y clown.
–¿Cuándo fue el quiebre?
–Esto no es para siempre. Es un pasaje de mi vida que estoy disfrutando. En realidad lo que yo necesitaba era entrar al medio con algo que llamara la atención y lo que más tenía a mano era la mímesis. El impostor es una completa excusa para expresarme.
–¿Y por qué, entonces, la necesidad de querer entrar?
–Porque necesitaba vivir de la actuación y necesitaba entrar a la televisión porque la tele es el medio por excelencia. Es como el tren, un medio de transporte. Yo tuve que empezar por la tele para llegar al teatro. Creo que es un pasaje importante para aprender el oficio. La tele es importante para llegar al lugar que uno quiere y punto.
–¿Te resulta difícil hacer reír arriba de un escenario?
–Ser el simpático del barrio no significa que ya puedas subirte a un escenario. Eso lo entendí gracias a mis años de actuación. Soy un gran alumno y sigo siéndolo. No sé si soy buen actor porque soy mejor alumno que actor. Descubrí que con verdad y profundidad uno puede hacer reír más. Yo pensaba que hacer reír era hacerme el gracioso y pasa todo lo contrario. Lo profundo seduce. Empecé a hacer reír el día que descubrí que si me muero todo sigue igual.
–¿Cómo sería eso?
–El día que entendí que soy totalmente prescindible para este mundo pude brindarme y reconocerme como alguien perfectamente mortal. Ese día empecé a hacer reír.
–¿Lleva mucho trabajo preparar cada personaje?
–El proceso es al revés de lo que todos piensan. Primero tenés que ir al alma del personaje. Si vos te sentís él, el resto son accesorios. Trato de sentirme la persona que voy a imitar. El teatro es eso, imitar. A mí, eso de actuar frente al espejo me condiciona porque me amoldo a lo que veo y no a lo que siento.
–¿Cuál es el que más te gusta?
–El que más disfruto es cuando estoy sin máscara y me encuentro en mi propia vida. Ese es el que más me regocija. No es que me ame a mí mismo. Sé quién soy y entiendo que mañana me muero y punto. Me gusta estar en soledad y sin ruido. Es mi pasión y no puedo existir sin eso, pero cuando vuelvo a los shortcitos de tenis me encanta.
–¿Usaste alguna vez la mímesis para seducir a una chica?
–De adolescente usaba el humor para conquistar porque conozco sobre mis limitaciones. Si iba por el lado de la facha no iba a llegar. No soy monstruo, pero tampoco Osvaldo Laport con aceitito en el cuerpo. He hasta recitado poemas pseudo escritos por mí hasta que descubrían que eran de Paulo Cohelo. ¡Un impostor!
Fuente: Tiempo Argentino
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