El cabaret de los hombres perdidos



El sexo, un objeto más de consumo

La puesta, dirigida por Lía Jelín, es un musical que fue éxito en el circuito off de París. Un joven llega a un cabaret en plena zona gay y se encontrará con su "destino", interpretado por Omar Calicchio. El público, también será protagonista.

En escena se quiere mostrar una sociedad oscura. El individualismo y el consumo mandan. En este ambiente, llega un golpeado e inocente joven a un cabaret gay con una pregunta que parece regir la existencia de muchos: “¿Qué tengo que hacer para ser famoso?” Así comienza El cabaret de los hombres perdidos, uno de los últimos estrenos musicales del teatro independiente que se propuso traer a Buenos Aires una pieza escrita por Cristian Simeón y Patrick Laviosa y que fue un fenómeno en el circuito off de París.
Con la dirección de Lía Jelín (Toc-toc), este musical recrea la atmósfera frustrada y solitaria de un grupo de homosexuales que lleva una vida al límite, afectado por una constante persecución. La directora se valió con inteligencia del espacio que propone uno de los sótanos del teatro Molière para generar un ambiente de club nocturno: el público se sienta en mesas y los personajes interactúan con los espectadores. Además, la acción dramática deja de estar en varios momentos en el escenario, para desarrollarse entre la gente.
En el plano argumental, la historia gira en torno a Dicky (Esteban Masturini), el joven que llega a este cabaret de la zona roja gay para refugiarse de una patota que ya lo ha golpeado. Con una fuerte impronta surrealista, en este sótano Dicky se encuentra con su “destino” (interpretado por Omar Calicchio), quien le mostrará la vida que le depara. El Barman (Diego Mariani) y Lullaby (Roberto Peloni), serán cómplices de todos los episodios que están por suceder en su vida. Para el final, quedará en Dicky decidir si existe tal cosa como el libre albedrío o si sólo tiene que afrontar lo que le va a pasar. Hay un mensaje claro en esta obra: como entre el resto de los bienes y servicios, el sexo es un objeto de consumo más. Y el homosexual es un ser en exhibición y de satisfacción sexual, que no puede hacer uso de su libertad.
Pero ¿con qué recursos se lleva adelante esta historia? El cabaret de los hombres perdidos es un musical y su estructura es un vaivén entre canciones, humor y algunas pocas pero eficaces situaciones dramáticas. Lejos de las aspiraciones de los grandes directores de musicales que buscan un pasaje sutil, verosímil y homogéneo entre diálogos y canción; en esta pieza los cortes entre los momentos musicales y los diálogos son abruptos y bien marcados desde la iluminación y las actuaciones. Este procedimiento invita al público a recibir la música y alejarse un poco del plano narrativo.
Con tanta carga argumentativa, ideológica y de procedimientos teatrales, tal vez lo más contradictorio de El cabaret de los hombres perdidos es la forma de hacer humor. La obra se vale de dos estrategias: la más fácil y la que más se ve en escena, es caer en las obscenidades, las referencias sexuales explícitas que, parece, todavía funcionan. Por ejemplo, el público se ríe del enorme pene que –dicen– tiene el protagonista de la historia. Pero hay otros momentos mucho más interesantes, en los que el humor aparece por disociación, por lograr un cruce contradictorio. Y estos efectos llegan de la mano de Omar Calicchio, al trabajar un contraste entre su voz grave y su cuerpo grande y los personajes paródicamente afeminados. El uso de máscaras como herramientas de actuación, su proyección vocal y la interacción con la gente, lo convierten en mucho más que en la representación del destino del protagonista: Calicchio se vuelve el destino de la obra.  «


El cabaret de los hombres perdidos

Autores: C. Simeón y P. Laviosa. Dir.: L. Jelín. Elenco: O. Calicchio, D. Mariani, E. Masturini y R. Peloni. Dir. Musical: G. Goldman. Esc. y vest.: René Diviú. Dis. de luces: G. Córdova. Molière, Balcarce 682. Lunes y martes, 20:30. hs. Dur.: 100 min. Ent.: $ 130.

Fuente: Tiempo Argentino

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