Iliana Calabró: Mi hijo, mi mamá y mi cocina




“Lo que me falta de talento lo tengo de disciplina”

La actriz y vedette cuelga por un rato las plumas para subirse a un escenario en el unipersonal Mi hijo, mi mamá y mi cocina, que se estrena el jueves con la dramaturgia del ex Midachi, Chino Volpato.

Pensaba que llegaba tarde. Iliana Calabró arrancó a las siete de la mañana, se fue a ensayar su nueva obra de teatro y justo el día que Hugo Moyano, el titular de la CGT, prometió un paro masivo, ella tenía que cruzar toda la ciudad para llevar a su hijo al dentista. Cuando parecía que era imposible y que ningún taxi iba a hacer caso a sus señales, la actriz, vedette, casi cantante y mamá logró hacer todo lo que se propuso y estar a las cinco de la tarde en su casa vestida con zapatos de charol, un elegante pantalón negro y una camisa roja ajustada a su cintura, para recibir a Tiempo Argentino. “¿Qué quieren tomar?”, pregunta con una sonrisa y una mirada penetrante de ojos negros bien delineados y antes de tener una respuesta, ya acomoda una bandejita con chocolates de todo tipo en la mesa de la impecable cocina de su casa, sin platos sucios ni bolsas para acomodar.
Iliana Calabró, la mujer que con más de 30 años se puso las plumas y se besó en la boca con otras vedettes en espectáculos de revista, la que aparecía desnuda (con bodypainting) en desfiles, la que se animó a competir en un concurso de canto y –a pesar de las críticas– pudo ganar, la que se volvió la reina del tiramisú; quiere decir que cambió su perfil. Este jueves estrena Mi hijo, mi mamá y mi cocina, un espectáculo unipersonal que escribió el Chino Volpato y que le exige a ella estar sola en escena, para contar la historia de Gloria, una mujer de 45 años, que vive en su casa y que debe afrontar la soledad de su vida, después de una separación. En realidad, la hija mayor de Juan Carlos Calabró dice que volvió a sus raíces, al motivo principal que la llevó al mundo del espectáculo. “Pero esperá que te muestro la libreta”, dice ella y sale taconeando hasta el living y en menos de dos minutos trae una libreta de la Escuela Nacional de Arte Dramático de hace 25 años. Su libreta es el emblema de la alumna ejemplar: 10 en Actuación, 9 en Historia General del Teatro, otro 10 en Expresión corporal y así sigue el excelente promedio durante cinco años de formación universitaria. La única nota que a Iliana no le gusta es un 7 en Técnica de la voz. “Pero fue en el primer año, el profesor era muy exigente, terminó siendo referente de la ópera de Paris”, dice ella y enseguida muestra cómo al año siguiente cambió ese 7 por un 10 en la misma materia. “Es que la diferencia que yo tengo, y es una característica que traigo desde chica, es que soy muy disciplinada. En esta profesión, hay gente muy talentosa pero indisciplinada. En mi caso, todo lo que me falta de talento, lo tengo de disciplina”, reconoce.
Algo pasó por la vida de Iliana Calabró que la llevó a cambiar el método Stanislavsky, las teorías del distanciamiento de Brecht y las técnicas de interpretación de Grotowski, que ella sabía explicar de memoria, por las plumas, la exposición en tevé y personajes en obras como Qué gauchita mi mucama. En esta entrevista, la actriz levanta la bandera de “no voy a cumplir con las expectativas de los demás” y explica por qué le dio un giro a su carrera, de la cual no se arrepiente.

–¿Cómo fue tu etapa de estudiante de actuación?
–Fue una etapa increíble. Yo entré cuando Rubén Szuchmacher (reconocido director y profesor de teatro) tomó el área de actuación. ¡Me puso un diez en interpretación! Me acuerdo que estaba enamorada de Horacio Roca (otro reconocido docente y actor) y hasta me animé a declararle mi amor. Susana Rinaldi me daba técnica vocal para el actor. Era feliz en ese mundo. También estudié comedia musical, foniatría. Me hubiese gustado hacer una especialización, pero antes de recibirme ya entré en el circuito comercial y ahí cambió todo.
–¿Cómo llegaste al circuito comercial?
–Por mi papá. Yo me iba a hacer la película de Johnny Tolengo, con mi papá y a la noche trabajaba en el teatro, en el circuito independiente, con presentaciones en la sala del conservatorio. De a poco, me absorbió la profesión y los compromisos con continuidad y así me aparté de ese ambiente. Yo me casé muy joven, cuando me recibí, enseguida ya tenía a mi marido, de a poco llegaron los hijos, una casa y me dediqué a vivir de esto. Creo que todo lo pude capitalizar, una cosa fue llevando a otra. La formación que me dio el conservatorio fue inmensa, nos mostraron todas las herramientas y tendencias teatrales, para que después nosotros pudiéramos elegir. Y yo elegí las plumas. ¡Imaginate todos esos profesores que me pusieron diez! ¡Se quieren matar! El mejor promedio de la carrera termina siendo vedette. Es una frustración tremenda para ellos.
–¿Pero vos lo viviste como una frustración?
–No, no. Yo lo viví con placer. Me fui entusiasmando con el rol de vedette. Me decían: “Con ese físico estás para la revista”. Y me gustó. Lo tomé como un desafío, porque tenía que saber cantar y bailar. Me gustó crear un personaje para los medios. Es lo mismo que hace Marcelo Tinelli: lo que se ve de él en la televisión es un personaje. En la vida real, en la intimidad no es ese locuaz animador atrevido y disparatado. Lo conozco desde hace años, y en una cena de amigos él es más espectador que protagonista. Me parece que cuando se abren las puertas y las posibilidades, debemos estar permeables a eso. Yo me animé a mostrarme. Uno trabaja para la aceptación del público. Me parece que lo bueno es superarse, no cerrarse. Siempre pongo de ejemplo a Ricardo Darín, que dentro de la comedia era un capo, pero si se hubiera quedado con eso, no hubiera llegado a ser la figura internacional que es hoy. No hay peor gestión que la que no se hace.
–¿Sentís que fuiste al revés de las expectativas de los demás?
–Totalmente. Tiene que ver con momentos y lo más interesante es que no me arrepiento de nada de lo que hice. Lo disfruté mucho y soy el resultado de todo eso. Me acuerdo que alguien dijo que yo puedo mostrar el culo con la misma disciplina con la que haría Shakespeare. Cuando me tocó una etapa exhibicionista, la hice buscando el respeto por el público, que no fuese procaz, que fuese como una expresión de libertad, un cuerpo bello que es una expresión estética. Me cuestionaron por el beso con Jésica Cirio, que fue algo que yo propuse. ¡Y ahora eso no es nada! Llegamos a la etapa en que se aprobó el casamiento igualitario. Está bueno reflejar esa realidad que está latente y no nos atrevemos a indagar.
–¿Y ahora qué querés reflejar?
–Esto es un mimo personal que me quiero permitir. Era una asignatura pendiente. La propuesta me llega en un momento en que estaba un poco saturada del show, del pum para arriba. Yo estaba muy tranquila, muy cómoda, en un género que era la comedia ligera. Hace rato tenía ganas de transitar esto de encarnar otro personaje, de vivir una historia que movilice al espectador, más allá de entretenerlo. <
 
Cantando, una forma de mostrar “su” arte
Como tanto defiende la posibilidad de aceptar cada puerta que se abre en su profesión, Iliana Calabró mantiene su perfil más mediático, con su participación en el reality Cantando por un sueño, (domingos a las 21 por El Trece), el mismo concurso que ganó en 2006, más por carisma que por talento para el canto. “Yo había empezado a tomar clases antes de entrar al programa, aunque no se notó. Recién ahora me estoy adecuando a eso de respirar, largar el aire. Recién ahora, hasta el ensayo, porque cuando llega el momento de salir al aire, no rindo ni la mitad de lo que hice en el ensayo. Lleva mucho tiempo. He pasado los últimos años enteros tomando clases de canto cinco días a la semana. Con un objetivo y trabajo, salvo fatalidades, lo logras”, dice Iliana, que no abandona el optimismo.
Ganar el concurso, que en ese momento conducía el propio Tinelli, en 2006, fue un cambio importante en su carrera. “Ganar ‘el Cantando’ fue la posibilidad de que la gente conozca mi arte, a través de lo masivo del programa. Mi arte, puede ser bueno o malo, pero al menos lo conocieron. Además, ese programa me dio mucha continuidad de trabajo. Tampoco es mágico lo que pasa en el show. Hubo gente de muy buen desempeño en el programa, pero a los dos meses no los recuerda nadie. Si te formas, e insistís, en algún momento la pegas”, dice. Incluso este año, Iliana no abandona sus expectativas: “No pierdo las esperanzas de ganar. Es importante mostrar a la gente que aunque uno no tenga virtuosismo, puede cantar y puede mejorar dentro de una disciplina. El ‘no podés’ es muy fuerte”.
 
¿Cómo tener el cuerpo de Iliana?
Iliana Calabró va todos los días al gimnasio y entrena un promedio de tres o cuatro horas. “Pero porque me encanta, me lo pide el cuerpo; si no, no duermo bien”, acota.
En la casa, mientras cocina, estudia un guión o mira televisión, siempre tiene puestos los electrodos. “No son mágicos, pero si entrenás, logran mantener el trabajo del gimnasio”, receta.
Los fines de semana sale siempre a caminar, con un ritmo sostenido. Además, nunca abandona una alimentación sana. “Así mantengo mi cuerpo, no tolero nada invasivo, ni mesoterapia, nada con agujas. Me siento mal si me sacan sangre”, dice.
 
Un personaje diferente
Cuando el “Chino” Volpato, integrante de Midachi, escribió la obra Mi hijo, mi mamá y mi cocina pensó en Iliana Calabró para contar la historia de esta ama de casa que no puede salir de su cocina y que luego de la separación de su marido, se enfrenta con la realidad de que tiene que cambiar de hábitos. Al querer hacerlo, ocurren situaciones que llevan a Gloria a hurgar sobre los momentos más importantes de su vida, analizándose e interactuando con elementos que componen su cocina. El espectáculo emplea el sistema de proyección de mapping para recrear los diferentes escenarios y personajes que interactúan con la actriz.
“Ojalá que logremos que el espectador recorra todas las etapas de la vida de esta mujer, sus distintos momentos, la relación con su hijo adolescente, cómo recuerda todo lo que vivió con su marido. La obra propone un recorrido por emociones, momentos, relaciones familiares, porque más allá de todas las circunstancias, de todo lo que te pueda pasar, hay que seguir adelante. Eso es lo que se transmite”, cuenta, y aclara: “No quiero que la obra le de todo procesado al espectador. El mensaje final es que hay que seguir adelante, pero que cada uno vea cómo lo canaliza. Quiero que cada uno haga su lectura. Voy a hacer un personaje muy diferente a lo que la gente está acostumbrada a que yo haga, quiero  que se sorprendan. Yo trabajé mucho para cumplir con todas mis expectativas.”

Fuente: Tiempo Argentino

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