Eva Iglesias y Verónica Marcovsky: Las brujitas flamencas




Dos bailaoras en el fondo del mar

Hay que imaginar primero a dos bailaoras de flamenco, ataviadas en sus trajes gitanos, con el pelo tirante, el rictus severo y el silencio de un tablao oscuro segundos antes de que comience la música, para comprender todo lo que Eva Iglesias y Verónica Marcovsky tuvieron que desafiar cuando comenzaron a imaginar la historia de Las brujitas flamencas, la obra que ellas mismas escribieron en el verano del 2011, estrenaron en las vacaciones de invierno del año pasado y reestrenaron a comienzos del 2012. Bailaoras de flamenco y docentes, en la obra Iglesias y Marcovsky son Enrica y Vicenta, dos brujitas que viven en el fondo del mar y que tienen una tarea bien definida: una gestiona el día y la otra la noche. Su rutina consiste en hacer que salga el sol y brille la luna, que crezcan las flores y se vean las estrellas. Y de acuerdo con sus tareas se fueron moldeando sus personalidades: mientras Enrica se pasea sonriente por el escenario y se dedica a regar las plantas, Vicenta es gruñona y se la pasa preparando extraños brebajes.

“Nos metimos en este mundo sin conocer demasiado, por las ganas de escribir un cuento”, reconocen las bailarinas, que ya habían trabajado juntas en distintos proyectos de flamenco para adultos, de tablado profesional. Como fórmula no probada, la propuesta tenía “todo de riesgo”, subrayan, porque nunca en la Argentina se había hecho un espectáculo de flamenco para chicos y hubo pocas experiencias en España. “El mundo del flamenco en Buenos Aires es bastante chico y al principio teníamos miedo de que no se generara buena recepción, porque las críticas son rápidas cuando se trascienden ciertos límites”, recuerda Verónica.

Las brujitas, que se pelean continuamente, se unen para bailar, y los ritmos típicamente flamencos como el tanguillo se fusionan con otros más amigables a los oídos infantiles, como un rap. Su rutina se quiebra el día que llega un pescador, que interpreta el cantaor y bailaor Maximiliano Serral. Con su canto, el advenedizo enamora a la luna, que se niega a irse e instala una noche interminable que desconcierta a Enrica y Vicenta. Todo lo relata, como contando un cuento, la voz en off de una abuela. Las brujitas casi no emiten sonido, son una mezcla de actrices de comedia musical, que se expresan bailando, con actrices de cine mudo, que hacen reír a los chicos (de 2 a 8 años) con sus mohínes. “En este caso, de una debilidad sale una fortaleza: nosotras no somos actrices, somos bailarinas y no tenemos trabajado el texto, lo fuimos incorporando muy de a poquito, con el correr de las funciones”, explica Marcovsky. “La interpretación la laburamos desde el cuerpo, que para nosotras, por nuestra formación, nos es más orgánico que desde la voz”, completa Iglesias.

Las dos reconocen cierta reciprocidad entre su trabajo como bailarinas en los tablados profesionales y el momento en que se convierten en Enrica y Vicenta, como si algo de cada espacio terminara siempre inmiscuyéndose en el otro. Como principal diferencia entre ellos, Iglesias destaca que “el público del tablado es muy particular, hay una cosa muy solemne que con los chicos no existe, porque ellos expresan todo lo que se le pasa por la cabeza, son espontáneos”. Esa espontaneidad se traslada al escenario, donde hay más lugar para la improvisación y el juego. “Cuando empezamos una de las cosas que nos marcaban era que cuanto más nos compenetrábamos en el baile, más nos cambiaba la cara, el rictus –recuerda Marcovsky–. Ahora tratamos de sostenerlo más desde el personaje. Ganamos en frescura, en sacarle un poco de solemnidad al flamenco, sin perderle nunca el respeto.”

* En vacaciones de invierno: lunes, miércoles, viernes y domingos a las 16.15 en el Teatro Liberarte, Av. Corrientes 1555. Entradas 35 pesos.

* En la Feria del Libro Infantil y Juvenil: hoy a las 11.30 y el viernes 27 a las 11.30.

Fuente: Página/12

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