Carlos Portaluppi: Todos contentos y La historia del Señor Sommer


"Esta obra me dispara un montón de añoranzas sobre mi infancia"

En televisión aparece como chofer de Mirtha Legrand en La Dueña, en cine estuvo hasta hace poco con Industria argentina, y en teatro sigue con Todos contentos, además del flamante estreno de La historia del Señor Sommer.

Es la primera vez que va a estar solo en escena y se indaga sobre esto. “Tenía miedo, no me animaba. Con un compañero la remás mejor, es una pata donde apoyarte. Acá estas solo y tenés que arreglártela”, dice. 

Espetado por cualquier mortal, la aprensión a cargarse una obra al hombro en solitario suena lógica. Pero en boca de Carlos Portaluppi no es más que sincera modestia. Porque, digámoslo, al orondo actor le sobran talento y oficio. En un rubro donde abundan actores de talento cuestionable, algunos sobrevaluados hasta lo inentendible, en la era de los carilindos con contactos, de suertudos con ambiciones, en los tiempos de la popularidad estúpida y la masividad vacía, todavía hay esperanzas para el teatro, auténtico y creíble de vieja escuela, si hay más personajes para  tipos como él.
En teatro interpretó de todo: desde Calígula a Hamlet, desde Extraña pareja o La gaviota a Sueño de una noche de verano. Es su hábitat natural, su pasión. Viajó por todo el mundo mostrando su virtudes interpretativas. Y su calidad se transfiere al cine si uno ve su labor en pelis como La fuga, Tiempo de valientes, Whisky, Romeo, Zulu, Estela, o en su protagónico de Industria argentina, la fábrica es para los que trabajan, estrenada en abril.
En TV, la lista es cuantiosa; para nombrar algunos que fueron hits: Gasoleros, Vulnerables, Vidas robadas, Los exitosos Pells, El hombre de tu vida y varios más que desembocan en su última aparición como chofer de Mirtha en La Dueña. Todos trabajados con ímpetu y amor a la profesión. Porque este todoterreno es, por sobre todo, un apasionado.
El domingo pasado, en el estreno,  el teatro Picadero retumbó con La historia del Señor Sommer, obra de Patrick Süskind, desasiéndose en risas y silencios tensos que el actor rollizo lograba entrelazar de manera magistral.
La presencia escénica, la voz potente, el ímpetu de la locura disparada sin previo aviso en andanadas de histrionismo desbocado, son sin dudas una característica de este actor sobre el escenario. “Me viene de la tanada de la familia: en mi casa somos todos de hablar muy fuerte. ¡A veces tengo problemas porque despeino varias pelucas de algunos compañeros! A veces tengo que medir porque naturalmente me sale un caudal de voz que hay que regular.”

–¿Nunca pensaste en cantar?
–Yo no cantaba ni en la ducha. Tomé clases y me gustó, pero para dedicarme a cantar no serviría. Es algo que está ahí. Está latente. Pero será un mal cantante, esta es la realidad. Lo que me gusta es actuar.
–Actuaste mucho por el mundo, estando de gira.
–Sí. Experiencias inolvidables, inimaginables: hacer lo que más te gusta hacer en la vida, conocer el mundo y encima que te paguen. Fue algo impensado.
–Como actor "fetiche" de Daniel Veronese...
–¡No soy el actor fetiche de Daniel Veronese!. Trabajé con él en dos oportunidades: El desarrollo de la civilización venidera, una versión de Casa de muñecas de Henrik Ibsen, y hace tres años que venimos girando. Gracias a esa obra conocí lugares que ni me había imaginado conocer. Realmente fue una experiencia muy linda: aún estando en países donde no se habla en castellano, con subtítulos, la gente respondía. La otra obra con la que giramos mucho fue La gaviota.
–¿Qué pensaste al decidir hacer La historia del señor Sommer?
–Me decía "Esto no lo puedo hacer, es imposible. Me moviliza, me siento identificado de cuando yo era niño, de cuando trepaba a los árboles, o mejor dicho cuando todavía podía trepar a los árboles." De hecho, las primeras líneas que digo son: "En la época de que yo trepaba a los árboles." ¡Hace mucho tiempo! Me toca un costado muy sensible que son los recuerdos de infancia, y puedo prestarle el imaginario. He conocido muchos señores Sommer. Yo soy nacido en Corrientes, en la ciudad de Mercedes. Son esos personajes de pueblo que siempre están, pero uno nunca sabe qué hacen o a qué se dedican, y se inventan historias alrededor de él. Esta obra me dispara un montón de cosas de mi infancia, donde subía arriba de los nísperos, hacía mis casitas, y donde fui feliz. Esa añoranza es hermosa. Uno tiene sus momentos de felicidad, pero tiende a recordar con muchísimo afecto porque era inocencia de dolores desapercibidos y de ilusiones intactas.
–¿Cómo te definís como actor?
–Soy un apasionado del oficio. El amor que uno le pone a esto que hace es grandísimo. Me entrego totalmente, me gusta indagar en mí mismo para aportar mis sentimientos, sensaciones y emociones en cada personaje. Es lo que me gusta hacer.
–¿Cómo elegís tus trabajos?
–Por lo general, cuando elijó lo hago a conciencia. Creo que no tengo nada para reprocharme. Sea en tele, cine o me dispongo a remarla en teatro para que venga el público, lo hago porque quiero. La tele que puede ser vista como frívola también puede ofrecer cosas interesantes. Yo, la energía que le pongo a Sommer o a Sergio, el chofer de La Dueña, es igual. A mí lo que me gusta es contar historias; soy feliz contando historias.  «

Humoris dramatis, un espacio de investigación y creatividad

En 1999, Marcelo Serré, Guillermo Ghio, Marcos Montes y Carlos Portaluppi formaron uno de los grupos independientes más elogiados del ambiente teatral: Humoris Dramatis. La idea era buscar que el teatro tenga más elementos: “La inquietud en común nos llevó a a trabajar juntos, experimentar y buscar un lenguaje, descubrir un lenguaje propio. Me gusta la cocina del asunto. Es un espacio de investigación y creatividad no sólo es interpretar: si hay que agarrar y clavar un clavo, lo hago. Lo cotidiano de armar y desarmar cosas.”
Juntos hicieron de todo y trabajaron todo a pulmón y con mucho talento. En los '90 la rutina era intensa: “Marcos y yo estábamos haciendo La señorita de Tacna con Norma Aleandro en el Maipo, los viernes hacíamos Los sueños realizados, nos íbamos a hacer Azul metalizado y los domingos El día que siembre adioses.”
Otros éxitos del grupo fueron El homosexual o la dificultad para expresarse de Copi y Beckett Argentinien basado en Actos sin palabras, I y II. “Nuestra primera obra tenía textos de Fontanarrosa, El humor después de los 30, que superó las 100 funciones. Se disfrutaba con un sabroso plato de pastas, invitación de la casa, me acuerdo. El lugar se llamaba Bukowski, en Bartolomé Mitre entre Montevideo y Paraná. Cuando le pedimos los derechos al Negro le mandamos una carta y nos contestó: 'Yo no hago teatro, ni siquiera voy al teatro, hagan lo que quieran.' Después vino El miembro ausente, el segundo espectáculo, que fue estreno nacional de una obra de autor argentino, Ariel Barchilón, Y los años pasaron. Una característica del grupo es no ser asfixiante, entonces cada uno sigue también con lo suyo. Con Guillermo venimos trabajando hace años. Tengo un nivel de comunicación que me entrego ciegamente. En esta obra, me tuvo que convencer por la cuestión del unipersonal. Su versión me convenció.”

El chofer de Mirtha Legrand

Todos los miércoles, Carlos Portaluppi es Sergio Matienzo, el chofer de Mirtha Legrand en La Dueña. Sobre su labor, el actor opinó que, más allá del unitario en sí, lo que más lo sedujo fue volver a trabajar con textos de Marcelo Camaño ( El pacto, Televisión por la inclusión, Montecristo, Resistiré) quien “me hizo un regalo enorme en Vidas robadas con ese personaje tan rico que fuimos descubriendo allá por 2008.
-¿Cómo fue trabajar con la señora Legrand?
-La vuelta de Mirtha a la televisión era un plus que teníamos, y esa situación generaba una expectativa muy alta. Fue una experiencia muy satisfactoria, disfruté mucho el personaje que hice, disfruté mucho las escenas con ella y las que hice con Benjamín Vicuña, con quien hice una conexión muy fuerte en el trabajo, realmente muy profunda. Y con Jorgelina Aruzzi también. Con Taibo ya había trabajado, y volver a cruzarme algunas escenas con él fue hermoso. La verdad es que quedé muy contento con la calidad de esa ficción; el elenco era muy bueno. Yo pienso en esas cosas. La televisión para mí no es sólo tranquilidad económica. Hay que saber que lo que hacés tiene que tener ciertos estándares de calidad o búsqueda. Y acá estaba todo eso.

Toda la gama de colores de su paleta actoral

La historia del señor Sommer. Plagado de matices potenciados por un excelente trabajo de iluminación y una música acertada, donde se ve la mano del director, Portaluppi muestra toda la gama de colores posibles en su paleta actoral. La obra propone una mirada reflexiva sobre la condición humana, y narra las peripecias de un viaje que tiene como finalidad comprender un secreto latente que grita con la fuerza de una sinfonía silenciosa.
La paradojal situación escenográfica pone de manifiesto un cierto desorden o caos que propicia el reacomodamiento de algunos acontecimientos de la vida del protagonista narrador. En ese desorden, al buscar algún elemento de su profesión, lo asaltan los recuerdos que lo llevarán a revisar el recorrido de su vida y descubrir un hecho postergado desde su adolescencia, que coincide con el ingreso en la adultez, con todos sus misterios. Se trata de un secreto que se cayó toda su vida, y quiere dilucidar porque se lo cayó. A partir de un hombre que siempre fue testigo de las cosas importantes que le iban pasando: el señor Sommer. El desconocido del que todos hablaban.

Dos obras en cartel

Todos felices. Hasta 12 de agosto. Portaluppi y compañía (Carola Reyna, Juan Minujiín, Muriel Santana, Peto Menahem y Silvina Bosco) continuarán en el Paseo La Plaza con el desafío de hacer las tres obras de Todos felices que bien podrían ser una sola. “Yo lo tomé como una obra que dura cuatro horas y media”, dice Carlos. El personaje es el mismo en los seis actores en las tres obras, pero se cuenta en diferentes ámbitos (jardín, living y comedor) todo en el reencuentro de una familia, y ahí se desencadenan una serie de conflictos variados.
“Se fue trabajando obra por obra, pero en la historia general es como una obra larga. En el mismo día pero con escenas diferentes que conducen a la misma narrativa desde distintos puntos de vista. Encima, de julio a agosto va a convivir con La historia del Señor Sommer. Es algo lindo”.

Fuente: Tiempo Argentino

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