Ojos traidores


Ojos traidores

Una propuesta amena sobre dos divorciados que se encuentran, entre sus miedos y manías

La propuesta es amena: sentarnos en un bar, dentro del Paseo La Plaza, un sábado a la tardecita, tomar algo, quizá también pedir alguna cosilla para picar y disfrutar de un espectáculo bien actuado, sencillo y que nos permite pasar un rato de manera divertida.

Un hombre (Andrés Zurita) ordena su casa de manera obsesiva, tal vez esté esperando a alguien y es por eso que quiere dejar todo listo o tal vez se trate sólo de un hombre extremadamente ordenado y limpio. A los pocos minutos nos enteramos que esta última idea es la que este actor representa y que, acostumbrado a vivir solo, es meticuloso hasta el extremo con ciertas chispas de obsesiones compulsivas. Una mujer (Susana Di Gerónimo) entra en su casa a traerle algo, parece que ella se encarga de lavarle y plancharle su traje, ese que usa todas las noches para su trabajo. Pero esta vez en lugar de mandárselo prefiere ir, llevarlo personalmente y de paso meterse un rato en la intimidad de este solitario.

Lo que al principio parece ser nada más que una visita, tal vez un poco molesta para él, que evidencia su falta de entrenamiento para las relaciones sociales y para el diálogo con una mujer, se va tornando poco a poco en algo más. Y es que a ese hombre ermitaño el encuentro con esta mujer parece ir gustándole y cada vez sentirse un poco más cómodo con la idea. Desde ahí, charla va, charla viene, los dos van abriendo sus vidas, compartiendo sus gustos, su pasión por los boleros y hasta la dificultad que implica, a cierta edad, pensar en la idea de estar en pareja.

Con una trama un poco débil por momentos, la obra nos va metiendo en la intimidad de estos dos seres. Tal vez suene a poco el conflicto: en realidad ella va hasta su casa porque planchándole el pantalón se le quemó en un rinconcito que parece casi imperceptible, pero quiere decírselo en persona. Sin embargo, la intención de la obra está puesta en conocer en profundidad a estos dos personajes divorciados y generar cierta empatía en aquellas personas que solas no saben cómo volver a estar con alguien y dejar a un costado la cantidad de mañas y fobias que han acumulado con los años.

Aunque ambas actuaciones son muy buenas, se destaca Susana Di Gerónimo, probablemente porque su personaje es más contundente, más extrovertido y se hace notar mucho más.

Un buen plan para repensarse un poco y divertirse con lo que nos devuelve el espejo.

Fuente: La Nación

Sala: Paseo la Plaza, sala Colette / Funciones: sábados, a las 19 

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