L’Uruguayen


El hombre detrás del exiliado

Crítica. “L’Uruguayen”. La obra de Copi, con puesta de Roberto Plate, es brillante.

A las miles de fotografías que podemos encontrar en la Web, se suma, en el sitio YouTube, un breve video del espectáculo Loretta Strong de 1977, creado y protagonizado por Copi, seudónimo de Raúl Damonte Botana (1939-1987); el actor, novelista, dramaturgo y dibujante argentino que triunfó en Francia. Allí podemos apreciar su aspecto físico determinado por una baja estatura, la delgadez extrema, el perfil aguileño de nariz pronunciada, las orejas puntiagudas y el pelo corto. El semblante de un duende travieso con algo de gnomo, pero al mismo tiempo, en la mirada y sonrisa perenne, el imán carismático de su simpatía y picardía arrolladoras. Porque si bien sus obras ( Una visita inoportuna , El homosexual, o la dificultad de expresarse , Eva Perón , entre otras) o sus caricaturas ( La mujer sentada , la más famosa), destilan un humor ácido, delirante, lúcido e implacable, también están teñidas de cierta piedad.

Tarea difícil entonces la de pretender corporizarlo en escena, sin que la actuación, el maquillaje o la indumentaria bordeen lo grotesco. Sin embargo, la extraordinaria actriz francesa Claire Ruppli concreta una composición admirable. Desde los más sutiles gestos expresivos hasta las más diversas posiciones corporales de un hombre, además del rostro exacto (ayudado por algunos postizos) reproducen el andar elegante, la voz socarrona y el espíritu inquieto del famoso artista, dando la sensación de estar ante el mismísimo Copi.

La propuesta donde Ruppli muestra todo su talento lleva al plano escénico L’Uruguayen , un relato literario (“escrito en francés pero pensado en uruguayo”, afirma el escritor) sobre los años que, junto a su familia, debió exiliarse en el Uruguay. Está dedicado al artista plástico, escenógrafo y regisseur Roberto Plate con quién compartió una profunda amistad y diversas experiencias artísticas en París, la ciudad que eligieron como refugio para seguir creando. El texto reflexiona en primera persona sobre el exilio, las ausencias y los recuerdos de esos tiempos evaporados, que se recuperan mediante la máscara de la ironía y el delirio no exentos de nostalgia.

Justamente, Plate es el responsable de impulsar el proyecto en forma de monólogo teatral, y asume la escenografía, la dirección y puesta en escena, en una labor tan destacada como coherente.

Un obelisco que no oculta su rotunda fachada fálica, cubierto de un profiláctico (recordemos que el autor murió tempranamente, abatido por el sida), un pequeño perrito que parece real, más proyecciones de páginas del libro original en castellano (la intérprete, vestida con un ambo y camisa blanca, se expresa en francés) le bastan para dotar al espacio de un fascinante magnetismo.

Fuente: Clarín

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