La canción del camino viejo, Antropomorfia, El mar en el bolsillo y La cantante calva


El elenco de Rosario recupera el viejo teatro popular argentino

La "formación teatral" Línea de Tres, conformada por los actores Santiago Dejesús y Severo Callaci y el autor-director Miguel Franchi, volvieron, con "La canción del camino viejo", a la tradición del gran teatro cómico argentino.

Contrariamente al supuesto de que el buen teatro tiene que ser serio y en lo posible hermético, Línea de Tres presentó uno de los espectáculos más seductores y divertidos de los que intervinieron en la 27a. Fiesta Nacional del Teatro, que finaliza aquí mañana.

Lo hicieron con una historia simple y sentimental con dos hermanos -uno bastante limitado y el otro que se supone triunfador- que subsisten con una gomería al borde del camino que está siendo avasallada por un complejo automotor construido sobre la flamante autopista que les pasa de costado.

Uno de los jóvenes se gana la vida en humildes fiestas privadas con imitaciones de Elvis Presley, Gilda o el personaje que le pidan, y el restante permanece en la gomería cuidando el negocio en compañía de la entrañable (e invisible) perra Twenty.

La pieza, que tiene sin embargo sus dardos certeros y se ubica en la actualidad, está concebida a la manera en que comediógrafos como Ricardo Hicken construían hace 80 años grandes éxitos para los hermanos César y Pepe Ratti, como "La virgencita de madera", que con mayor o menor fortuna repusieron otros cómicos durante décadas.

Héroes de gran corazón, oportunamente despreciados por las mujeres y fracasados socialmente, podían llegar al corazón de las sensibles audiencias de entonces porque amaban el recuerdo de sus padres y tenían un auténtico amor por su terruño.

En este caso los hermanos tienen diálogo con su padre, que aparece en una foto enmarcada en la pared, que no es más que un rostro perdido en la multitud que rodea al corredor Oscar Gálvez en su época de gloria: eso es lo más tangible que tienen de él.

Con una escenografía ejemplar que grafica sin excesos la aridez del negocio que describe, el resto corre por cuenta de sus protagonistas, unos comediantes de gran registro que son capaces de pasar de la ternura a la idiotez o de la prepotencia a la gracia con recursos poco frecuentes.

Tampoco es ajeno al logro el autor-director Franchi, evidente conocedor de los resortes del teatro popular rioplatense, más vinculado al radioteatro de décadas pasadas que al estilo demagógico de los capocómicos de revista.

Finalmente el poder económico, contra el que los personajes intentan una ingenua resistencia, hace sentir su fuerza y logra cambiar la historia en una escena con mucha ternura y menos humor, que parece un homenaje a "Perdidos en la noche" (1969), el filme de John Schlesinger.

También hubo brillos en la breve "Antropomorfia", que el Elenco Patagónico de Danza Contemporánea trajo desde Neuquén, un espectáculo de teatro-danza que a través de simples demostraciones de vivencias dejó en el público una sensación de gozo.

La pieza, con textos de Leandro Kess y dirección artística de Mariana Sirote, eludió en todo momento los habituales amaneramientos y ofreció frescura y belleza, tanto en formas como en movimientos.

El grupo, muy joven, mostró un desarrollo técnico admirable, de esos que surgen del interior profundo de la Argentina y sorprenden con un lenguaje absolutamente contemporáneo pero no hermético y demuestran que el talento florece en todas partes.

Por su parte, el itinerante César Brie -exiliado, residente en Italia y fundador de elencos en Bolivia y otros lugares- apareció con su físico imponente vestido de cura en "El mar en el bolsillo", una suerte de performance autobiográfica en la que peleó con sus demonios.

Más histrión que actor, en el sendero de Vittorio Gassman y Tato Pavlovsky, discutió con Dios y con los fotógrafos que actuaban en sala, repasó parte de su azarosa vida, sentó principios de iracundia y no dejó indiferente a nadie.

Hubo asimismo interés y curiosidad ante la versión de la Compañía Banfield Teatro Ensamble de "La cantante calva", de Eugène Ionesco, con la que el elenco bonaerense homenajeó a ese ejemplo del absurdo donde no existe ninguna cantante y mucho menos calva.

Lo que sí existe es una siniestra burla a las burguesías europeas de posguerra que sigue teniendo vigencia 60 años después en las sociedades menos pensadas, en la que la brillante puesta de Julio Dante Greco halló un sexteto de intérpretes de gran rendimiento.

Fuente: Télam

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