Gustavo Berger: El rubio peronista





“Todavía estamos lejos de tener un buen nivel de humor político”

El actor protagoniza todos los fines de semana El rubio peronista, un stand up de humor que habla sobre la actualidad del país. Dice que el círculo de comediantes creció pero que se mantiene en un circuito pequeño.

El humor fue el espacio que encontró Gustavo Berger para expresarse como actor. Pero eligió el camino más solitario, el stand up. Cuando el país dio un giro y las charlas políticas volvieron a ser el eje de cada encuentro social, Berger comenzó a explorar el humor político.
Haciendo caso omiso a la tendencia familiar (que él define como apolítica) surgió su primera idea Los muchachos humoristas, (con Carlos Balmaceda) y este año tiene en cartel El rubio peronista que se presenta todos los sábados y domingos en la Manzana de las Luces. “Los peronistas siempre son negros, yo quería mostrar que un rubio que nació en Olivos también puede ser muy peronista”, dice entre chistes Berger. “La idea es una consecuencia del espectáculo anterior. Escribí los monólogos e incluí un fragmento del Mordisquito de Discépolo. Sumé además un grupo de creativos para el armado”, comenta el humorista.
Su tendencia a contar chistes durante la secundaria lo llevó a dedicarse al stand up. “Mis compañeros no me soportaban, me hacían callar y me decían ‘si hacés un show te vamos ver’. Un día armé uno con monólogos copiados, conseguí un bar y tuvieron que ir a verme.” Ese fue el primer encuentro con un género que eligió para siempre.

–¿Qué implica el desafío de trabajar un unipersonal de política?
–En realidad, mi desafío era ir a lugares que no tengan que ver con mi línea ideológica a hacer humor político. Hay una convicción muy fuerte de lo que me gusta hacer. El primer desafío es la hoja en blanco que sabés que tenés que llenar, sabés que el público se tiene que reír.
–¿Qué pasa cuando no funciona un chiste? ¿Se remonta?
–Sí, se remonta. Por ahí hay cosas que te las da el oficio. También en el mismo monólogo haciendo énfasis en algunos puntos o no. La vas palpitando, en el stand up el público es tu partenaire, es una relación estímulo respuesta. En este caso, el público también va variando. Una de las virtudes de este espectáculo es que encontré un punto justo donde todos se sienten representados.
–¿Hay más intentos por hacer humor político? Por ejemplo, Lanata lo intenta en su programa...
–Me parece bastante tibio lo que hay. Con lo de Lanata se queda en la superficialidad con muchas cosas de humor político que pretenden ir hacia la clase media. Como humorista sé la diferencia entre un mal o buen chiste y me puedo bancar chistes que estén en las antípodas de mi pensamiento, pero siento en ese caso puntual que no hay argumentos. En general, hay buenos intentos más profundos como Federico Simonetti, Thelma y Nancy, están más allá del chiste superficial. Pero siento que estamos lejos todavía de tener un buen nivel de humor político.
–¿A qué se lo atribuís?
–El stand up se arraigó en la clase media y pasó ser más un hobby que una profesión. No hay un compromiso sobre el material, no sólo desde lo político, también desde otras temáticas. Es una manera de lograr que nadie se ofenda. Yo sé que haciendo humor político hay mucho público que no me va a ver, pero también sé que el público que va lo disfruta mucho más.
–Más allá del trabajo armado, este tipo de espectáculo te demanda más tiempo...
–Y sí, leo todos los diarios, compro las revistas de interés, miro mucha tele. Pero es el ejercicio que habría que hacer siempre, acá se hace comedia con lo que está al alcance de tu mano y ahí es donde pierde profundidad toda la comedia.
–¿Te gustaría hacer televisión?
–Hay un proyecto que siempre me da vueltas en la cabeza es hacer un buen programa de stand up o de comedia que sirva como trampolín. Creo que el género no crece porque estamos acotados a un circuito muy chiquito de Palermo y de Paseo La Plaza.


Fuente: Tiempo Argentino

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