Hombre con sol
Hombre con sol
El hombre, todos los hombres, siempre ha padecido su crisis existencial, instancia en que se encuentra impotente ante la gran duda que representa el sentido de la vida. Si a eso le sumamos la crisis de fe, entonces encontramos en esta obra de Luis Sarlinga un claro planteo metafísico sobre la existencia de Dios y la función que cumple en la humanidad.
A través del protagonista, trata de reflejar un mundo que oscila entre la realidad y el delirio, el presente y el pasado, la bondad y la maldad. "¿Dios es un vampiro que nos absorbe el alma?", "¿Un titiritero que nos maneja a su antojo?", ¿"Una sombra que nos acecha desde la oscuridad?" Estos son los interrogantes que plantea el protagonista a través de un viaje alucinante en el que por momentos parece perder su propia identidad para encontrar otra, similar o diferente, para finalmente mimetizarse en una imagen muy potente que es el encuentro de María y Jesús, en el momento del descenso de la cruz. Una piedad moderna que mantiene la misma resonancia.
El texto, difícil de por sí, puede resultar críptico en una primera lectura, pero si el espectador se deja llevar por las imágenes, podrá percibir que lo distintivo es la angustia que castiga al hombre que busca un sentido a la vida.
Interesante resulta la puesta de Celina González del Solar, trabajada, desde lo visual, con una estética basada en telas, muy bien acompañada por la iluminación, y, desde lo interpretativo, con un diseño coreográfico muy elocuente que facilita la composición de imágenes. Aporta también lo suyo el diseño escenográfico y el vestuario, muy apropiado en la selección del color. Hay intervenciones visuales que sirven más para la hechura estética que para la acción dramática. Claro que el resultado depende en gran medida de la actuación de Guillermo Tassara, sobre quien recae el peso del texto, en un soliloquio demandante, que exige diferentes matices, una expresividad cambiante y un compromiso corporal. Lo secunda Carla Pollacchi, quien logra crear una contrafigura sugerente.
Sala: El Excentrico de la 18° / Funciones: sabados, a las 21.
Fuente: La Nación
El hombre, todos los hombres, siempre ha padecido su crisis existencial, instancia en que se encuentra impotente ante la gran duda que representa el sentido de la vida. Si a eso le sumamos la crisis de fe, entonces encontramos en esta obra de Luis Sarlinga un claro planteo metafísico sobre la existencia de Dios y la función que cumple en la humanidad.
A través del protagonista, trata de reflejar un mundo que oscila entre la realidad y el delirio, el presente y el pasado, la bondad y la maldad. "¿Dios es un vampiro que nos absorbe el alma?", "¿Un titiritero que nos maneja a su antojo?", ¿"Una sombra que nos acecha desde la oscuridad?" Estos son los interrogantes que plantea el protagonista a través de un viaje alucinante en el que por momentos parece perder su propia identidad para encontrar otra, similar o diferente, para finalmente mimetizarse en una imagen muy potente que es el encuentro de María y Jesús, en el momento del descenso de la cruz. Una piedad moderna que mantiene la misma resonancia.
El texto, difícil de por sí, puede resultar críptico en una primera lectura, pero si el espectador se deja llevar por las imágenes, podrá percibir que lo distintivo es la angustia que castiga al hombre que busca un sentido a la vida.
Interesante resulta la puesta de Celina González del Solar, trabajada, desde lo visual, con una estética basada en telas, muy bien acompañada por la iluminación, y, desde lo interpretativo, con un diseño coreográfico muy elocuente que facilita la composición de imágenes. Aporta también lo suyo el diseño escenográfico y el vestuario, muy apropiado en la selección del color. Hay intervenciones visuales que sirven más para la hechura estética que para la acción dramática. Claro que el resultado depende en gran medida de la actuación de Guillermo Tassara, sobre quien recae el peso del texto, en un soliloquio demandante, que exige diferentes matices, una expresividad cambiante y un compromiso corporal. Lo secunda Carla Pollacchi, quien logra crear una contrafigura sugerente.
Sala: El Excentrico de la 18° / Funciones: sabados, a las 21.
Fuente: La Nación
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