Carlos Belloso

“No quiero ir por un solo andarivel”
Actúa, dirige y no para de imaginar. Mientras tiene un film en cartel que protagoniza, espera el estreno del unipersonal que lo tiene dando directivas bajo las tablas y prepara las valijas para ir a España con El cordero de ojos azules. Su recuerdo de Malvinas, que lo marcó para siempre.
A Carlos Belloso le gusta mucho la noche. Durante la madrugada, en un rincón de su casa de Chacarita, el actor se pasa horas imaginando a los seres que después se volverán obras de teatro, unipersonales o proyectos para televisión. No necesita mucho: un escritorio, una luz y una gran biblioteca a su espalda, que está organizada por temas. El trabajo de este artista al que le gusta tanto transformarse se apila en más de diez cuadernos manuscritos, donde están sus ideas, dibujos, frases y recortes. Así se pasa toda la noche imaginando.
“¡Me entretengo muchísimo! A veces me siento un nene, con su cuadernito, los dibujos, me gusta eso. Estoy permanentemente haciendo cosas. Leo, pienso, escribo, me quedo mucho en casa haciendo mis experimentos. Es mi gabinete de doctor loco. Ahora, todo el tiempo estoy pensando en Nerón, que fue un emperador actor. Y cuando trabajo necesito todos los libros de Nerón cerca, lo que registraron sobre él Suetonio y Tácito”, dice Belloso y no deja de pensar.
–¿Qué te intriga tanto de Nerón?
–Es el único emperador que en su carrera quiso ser actor, pero la madre lo desvío para la política. No era un mal actor. Es bastante verosímil la versión de que cuando incendió Roma, recitó los cantos de Troya, acompañado de su lira, viendo cómo incendiaba su ciudad. Esa era la puesta que él necesitaba para esos versos. También está documentado que en un momento Nerón se tropezó con la túnica y se dio un golpe. Fue un golpe bastante fuerte y, a partir de ahí, cambió de actitud, enloqueció. Puede ser factible, tal vez le agarró un coágulo y por eso incendió Roma. Todo esto lo voy a convertir en un unipersonal que voy a estrenar en España.
Cuando no piensa en Nerón, Carlos Belloso dirige espectáculos, actúa en otros y trabaja en películas. Esta semana viaja a España para presentar en Madrid y Bilbao El cordero de ojos azules, una obra en la que actúa junto a Leonor Manso y que se presentó en la última temporada del Teatro San Martín. También esta semana se estrenó Un mundo seguro, la película de Eduardo Spagnuolo, en la cual Belloso es el protagonista. Y en los próximos días sube a escena el unipersonal de Pablo Picotto Un poco me molesta, pero un poco no, en el que Belloso ocupa el rol de director. Y su lista de proyectos sigue.
–¿No descartás nada?
–No, pero la vida es así. Incluso en las técnicas que un actor puede usar para actuar. A veces te sirve el feng shui y otras el karate. No quiero ir por un solo andarivel. Me encanta inventar cosas nuevas. Son cosas que se adaptan al momento en que uno está. Cuando dirijo le digo a los actores que no descartemos nada. Cuando uno descarta se mete en un callejón. Es una forma de no estar encerrado.
Lo de no estar encerrado es, para Carlos Belloso, una idea que puede aplicar en toda su vida. Tanto, que su principal medio de transporte es la bicicleta porque no soporta la posibilidad de estar mucho tiempo en un auto. No le preocupan las distancias, puede andar tranquilo desde Chacarita hasta Puerto Madero y llevar en su mochila todas las herramientas que necesita por si la bici se le queda en el camino.
–Sos un actor que se destacó por sus personajes marginales, siempre al borde. ¿Te preocupó que te encasillen?
–Yo agradezco que la gente piense en mí, como un actor que puede hacer varias cosas. Siempre bromeo porque no es que yo busco distintos personajes para desencasillarme, yo no estoy encasillado, pero sí me desencasillo de los productores. Yo soy actor, puedo hacer varias cosas. Mucha gente me prefiere haciendo comedia que drama. No puedo dominar el gusto.
–¿Y vos que preferís?
–Yo prefiero actuar. Están todos los colores, incluso los que no conozco y quiero conocer. Amo mi trabajo, me siento muy cómodo. Nunca hay un techo en lo que hago. Ahora estoy armando un piloto para televisión, una comedia en la que el protagonista soy yo, Carlos Belloso, que tiene una crisis de identidad porque todas las personas en la calle lo llaman como sus personajes y no como Carlos Belloso.
–¿Eso te pasa de verdad?
–Sí, me dicen “Quique”, “Vasquito”, “Tumbero”. Y le pregunto a la gente: “¿Cómo me llamo?” Y no saben, o me dicen Carlos Billordo. Así que a este personaje, que soy yo, le agarra una especie de crisis de personalidad y contrata a un camarógrafo para que lo filme las 24 horas del día. Hace un personaje para él mismo, para saber quién es. Y todo esto sucede en el entorno de Chacarita, que es donde yo vivo y un barrio con una identidad muy fuerte. En la cuadra del Teatro Gargantúa, que es donde yo estoy siempre, hay cuatro salas. Hay una actividad que crece cerca del cementerio. Mucha vida cerca de la muerte. Es muy interesante ese juego. Ojalá se pueda hacer este año, por ahora es sólo un proyecto. Tiene que haber una decisión de los canales y los medios, para apostar a este programa que tiene raíces, que tiene que ver con la identidad. Yo soy un pensador de la televisión, a veces tengo la oportunidad y otras no.
–¿Te sentís cómodo en todos los lenguajes?
–Sí, para mí el tema es actuar. No me gusta faltarle el respeto al género en el que trabajo. Lo mismo me puede pasar en el teatro. Es difícil hacer teatro y que la gente que esté ahí no se quiera pegar un tiro. El teatro malo es agresivo, como en ninguna otra disciplina. Notás el paso del tiempo y es agresivo porque no podés robarme mi tiempo. En ese sentido me interesa no faltar el respeto. No hacerle perder el tiempo a la gente. Una hora mía es muy valiosa.
Aunque a los 15 años, Carlos Belloso se hizo un test vocacional que no le arrojó otro resultado más que la palabra arte, bien grande y en mayúsculas, él comprendió que el camino artístico era su único camino cuando volvió del servicio militar. Le tocó hacerlo en 1982, en Río Gallegos y en plena Guerra de Malvinas. Cuando regresó de esta experiencia, él ya no era el mismo.
–¿Qué te marcó tanto de ese momento?
–Aún hoy es un tema que no está cerrado para mí. Todavía estamos reclamando algo justo, que es que se cumpla una ley. Somos veteranos de guerra, pero por un decreto de Cavallo se limitó el centro de operaciones a los que estaban en las islas y plataforma submarina. Los demás no existimos. En el servicio militar, trabajé mucho, durante la guerra, fue tremendo. Sufrí muchísimo cargar esas municiones, sufrí el trabajo forzado. Era vaciar galpones enteros, mover cosas todo el tiempo. Estar permanentemente viendo la nada, con un cañón, escuchar la alerta roja. Cuando terminé el servicio militar dije: “No trabajo más en mi vida, me hago actor.” La idea que me movilizó fue que nunca más iba a trabajar de lo que no quería. Decidí que iba a orientar mi vida en algo que me diera mucha satisfacción, que no sea un trabajo trabajar. Quería hacer lo que quiero.
–¿Enseguida tuviste el apoyo de tu familia?
–No tanto. Mi viejo me dijo “Andá a laburar, te vas a cagar de hambre.” Pero antes de morir, me fue a ver a una obra de teatro y me dio un mensaje, me dijo: “Lo entendí todo, entretené a la gente.” Como si fuera una misión, y esa misión no me la olvido, porque haga lo que haga, entretengo. No dejo que lo que hago resulte indiferente, atraigo la atención. Y esa misión la trato de cumplir siempre que me pongo a crear.
Fuente: Tiempo Argentino
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