Damián Mahler: Narciso, ópera rock
“El teatro musical es la expresión actual de la ópera multitudinaria”
Damián Mahler, compositor y director musical de “Narciso, ópera rock”, analiza en esta entrevista la decisión de llevar a escena una historia de amor basada en un mito y la elección de provocar un encuentro entre dos grandes géneros musicales. La pasión, el compromiso por el trabajo, la infancia entre bambalinas (es el hijo de Angel, de la dupla Cibrián-Mahler) y los próximos proyectos de un talentoso que ya abrió su propio camino en la escena argentina de calidad.
Por Hernán Salcedo
El estudio de Damián Mahler, a escasos metros de la zona en que la avenida Corrientes es un bosque de salas teatrales, es cálido y confortable. Un piano, un teclado, decenas de afiches de comedias musicales y fotos de artistas son la evidencia de que ese lugar tiene el respaldo de creaciones importantes en términos de teatro y música. Su voz cálida y suave se contrasta con la energía con que hace hablar a su piano junto a otros cinco músicos que conforman la banda en vivo de “Narciso, ópera rock”, en Teatro El Cubo. A esos músicos, además, los dirige en vivo. Con apenas 23 años es sin dudas un músico completísimo.
En la obra –con libro, letras y dirección de Mariano Taccagni– Narciso no es el conocido personaje que mira su propio reflejo y sólo quiere que lo amen. Lo que se cuenta es una historia sobre la incapacidad de amar y los abismos a los que conduce la falta de amor.
Una enorme tela es la arena del pueblo de pescadores en el que transcurre el relato y un elenco de siete actores interpreta a los personajes. No es una puesta con cuadros de baile en la que el cuerpo es protagonista, sino que todo el eje está en los textos cantados durante la hora y media que dura el espectáculo. El elenco despliega sus voces con una carga emotiva y una calidad técnica impactantes. Detrás de los actores y a la vista de todos, la banda de músicos le brinda al espectador el plus de haber asistido a un verdadero recital de rock.
Damián y Mariano ya habían trabajado juntos en una versión, también musical, de “La Metamorfosis”, el famoso texto de Kafka. “Ya lo conocía porque había estado en varios elencos de mi papá, había hecho de Jonathan en una versión de “Drácula”. Yo tenía en ese momento 17 años. Me mandó el libreto, nos juntamos a hablar un poco, me leí la novela y me apasionó Kafka. Me gustó mucho el lenguaje que me proponía Mariano y ahí empezamos a trabajar juntos”, recuerda.
Hicieron ese espectáculo en 2007 y después del estreno empezaron a pensar en el proyecto “Narciso”. Hicieron una primera versión que no llegaron a preparar y transcurrieron unos años en los que Damián se dedicó de lleno a su formación. El año pasado repusieron “La Metamorfosis” y al terminar la temporada se dieron cuenta de que ya era hora de revivir la obra sobre el mito de Narciso.
“Habíamos escrito una historia totalmente diferente, tal vez la más obvia y más predecible del Narciso que se ama y que se ve en el reflejo. Esta vez Mariano tuvo una visión diferente que tenía que ver con esa incapacidad de amar que tiene el personaje y no por el hecho de ser malo y vanidoso mientras los otros son pobres víctimas. En el armado de una historia con distintos desencuentros quisimos mostrar que no hay víctimas sino cómo las diferentes circunstancias de sus vidas llevaron a los personajes a ser como son, algo que no se puede juzgar”, explica.
¿Qué cambió de esa primera versión a la actual?
Mantuvimos melodías, letras y secuencias de escena, pero reinterpretamos la obra, cosa que me encanta hacer. Reinterpretarte es maravilloso porque volvés sobre un material propio y tenés la posibilidad de explorarlo, destruirlo, podés hacer lo que se te antoje. Me di cuenta de que había cosas muy buenas, otras que pude mejorar y cosas que saqué. Yo tenía un boceto que quedó dando vueltas durante tres años. Se fue gestando en la cabeza por mucho tiempo.
Hay algo recurrente en el teatro musical que es la dupla del que escribe y el que compone. ¿Cómo funcionó eso en tu caso?
El teatro musical es un espacio donde tiene que primar el trabajo en equipo. Por más voluntad y capacidad que uno pueda tener, el trabajo en equipo es fundamental por las distintas miradas sobre la misma cosa, algo que siempre intento remarcar en los grupos con los que trabajo. La fórmula de dos es necesaria y si se logra ampliar es mejor todavía. Si uno tiene una escenógrafa, una artista comprometida con la cuestión visual del espectáculo, si uno tiene un vestuarista, como es el caso nuestro, a la hora de tener que sostener un producto uno tiene una cantidad de pilares que van sumando. Me pasó de ver un backstage del musical del Rey León. Eran 30 minutos donde productores, directores y la vestuarista hablaban del espectáculo. Toda la escenografía de esa obra tiene que ver con círculos, semicírculos y ondas circulares. Hay una coherencia que se refleja y llega. Eso me hizo pensar muchísimo que además de la dupla tiene que haber atrás un equipo de producción trabajando para que todas las ideas de uno y las que puedan aportar otros se expandan a su máxima expresión.
¿Cómo fue el proceso de trabajar juntos?
En el caso de “Narciso” en su momento nos juntamos y empezamos a hablar de la historia. Antes de escribir una letra nos adentramos en el lenguaje, en qué es lo que queremos hacer y cómo queremos contar la historia. No es que Mariano compone música y yo hago letras pero colaboramos muchísimo. Vamos armando todo sumando granito a granito, un poco de letra y un poco de música. Yo escribo una música a la que después Mariano le pone una letra o él me trae una letra que a mí me inspira una música. Es un juego de rompecabezas, de armar escenas y poner canciones y sacar letras y poner letras.
¿Cómo llegaron a la decisión de plantear una ópera rock?
La idea que planteo tal vez transgrede las convenciones porque la ópera rock es un espacio que nace como un álbum de concepto como “The Wall”, “Jesucristo Superstar”, “The Rocky Horror Show”, que no tiene tanto que ver con lo musical sino con el rock. Es un álbum de rock de concepto que después fue llevado a película. Pero en mi caso el término ópera de rock tiene que ver con una decisión musical. Propongo un encuentro tomando literalmente el sentido de la palabra, la ópera por un lado y el rock por el otro, y haciendo que esos dos mundos se junten. Uno pensaría rápidamente que son mundos antagónicos. Sin embargo, sobre una música con impronta operística que escribí, decidí que la banda le haga el soporte y le dé la potencia que justamente tiene el rock. Esa potencia está en la ópera pero hecha de una manera diferente porque el nivel de elaboración es mucho más complejo y rico. Pero el rock, con cosas más simples, logra efectos muy parecidos o simplemente emociona.
¿Este género ya tiene su lugar en la Argentina?
No lo sé. Poner una banda de rock no es ninguna novedad pero mi planteo musical sí lo es. La ópera rock no es nada moderno, la banda de rock mucho menos y la ópera ni hablar. Pero a la hora de componer uno pone lo que le gusta, los lenguajes que frecuenta o siente, y saca su propia mezcla. Lo nuevo de alguna manera es el hecho de que sea una música un poco operística y un poco rockera sin estar en ninguno de los dos lados.
¿En qué público están pensando cuando elaboran un trabajo de este tipo?
No apunta a un público en especial. Hay cierta comunicación con los jóvenes por la cuestión rockera. Para “La Metamorfosis” escribí una música de la que estoy profundamente orgulloso con un lenguaje que a la gente le resultaba lejano. Con “Narciso” lo que intento es traer a través del rock un lenguaje más cercano. Uno busca hacer cosas complejas para mostrar lo buen compositor que es pero después te das cuenta de que lo que más te gusta no es esa complejidad sino lo que emociona. El hecho de tener una banda de rock cambia el color y hace que una canción que podría ser un aria al orquestarla de una manera suena como balada y eso la acerca a cualquier público, porque si hay algo que no quiero es escribir música para músicos, sólo para entendidos. Lo que uno hace tiene que tener un nivel excepcional pero debe llegar desde un lugar normal. No es el proceso por el proceso sino porque te lleva a poder expresar lo que vos querés.
Además de haber compuesto la música, tocás el piano en escena y dirigís la banda en vivo. ¿Qué sentís con esa experiencia?
Los que hacemos esto somos unos privilegiados porque es maravilloso tener algo para decir y que haya gente que esté sentada en una platea predispuesta a escuchar lo que tenés para decir. El momento en que estoy tocando el piano, están los músicos, está mi hermano entre los músicos y que sea mi música, me hace el hombre más feliz del planeta. Te sentís pleno, potente. Realmente es una experiencia hermosa. Este año también dirigí “Drácula”, una obra que mamé. Antes de saber hablar ya estaba cantando las cancines diciendo cualquier letra. Pero en “Narciso”, el hecho que sea tu propia música le da una carga emotiva muy fuerte. En muchos momentos me emociono tanto que tengo que volver y no pasarme del límite porque si te pasás, te emocionás y te equivocás. Intento el equilibrio entre estar muy metido y tener control técnico. La experiencia es única y disponer de un elenco que se puso la camiseta del espectáculo desde el primer día es un lujo.
¿Encontraste tu lugar en el teatro musical o tenés otros sueños dando vueltas?
Soy una persona de teatro, nací en un teatro, lo frecuenté toda mi vida. Es un espacio que me gusta. Yo entro a un teatro y me siento en casa. Lo que tiene de bueno el teatro musical es que es la expresión actual de lo que era la ópera de Rossini, de Mozart, de Puccini, en su momento multitudinarias. La ópera hoy se convirtió en un espacio absolutamente elitista y para ver una ópera moderna tenés que estar adentrado en un lenguaje que no es de todos. A diferencia de eso, el teatro musical plantea una síntesis de 400 o 500 años del teatro con música y está abierto a todo tipo de lenguajes. Además la gente se está dando cuenta de que el musical, que durante mucho tiempo fue considerado un género menor, es un género muy diverso. El que suele ir al teatro vio “El Fantasma de la Opera” un año, el otro año “La Bella y la Bestia”, luego “La novicia rebelde” y ninguno tiene que ver con otro. Es el caso de mi papá y Cibrián, que más allá de ser una dupla y de tener un estilo y un concepto general, sus obras son muy diferentes. Tenés un “Otelo”, que era una ópera compleja y con una densidad hermosa, “Las mil y una noches”, que era mucho más liviana y “Drácula”, que es un vértigo total. A través del trabajo que iniciaron mi papá y sobre todo Pepe, sumando las producciones que se han hecho de afuera y muchas otras personas que trabajan para el teatro musical, la paleta se fue abriendo. Se está en el proceso de dar al musical lo que el género merece.
“Narciso, ópera rock” se despide el próximo jueves 8 de diciembre, a las 21, en Teatro El Cubo, Zelaya 3053, C.A.B.A. Entradas: $80.
Lo que se viene
El equipo de “Narciso, ópera rock” se encuentra definiendo si retomarán las funciones el año próximo o salen de gira. En tanto, en enero de 2012 la dupla Cibrián-Mahler estrena “Excalibur”, en la que Damián dirige la orquesta y el coro. Finalmente, el hijo de Angel Mahler tiene en mente una versión de “Edipo rey” con Mariano Taccagni y la propuesta que le hizo Germán Barceló para hacer una versión de “Siddhartha”.
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