Maruja Bustamante
La casa en la que habito
Difícil pensar en una cara nueva de la escena teatral porteña que haya irrumpido con un sello tan propio como Maruja Bustamante. Escribe, dirige y hace puestas en escena. Sus universos son poéticos, contundentes y autóctonos, contienen historias sobre los pecados capitales, el amor de las grandes mujeres argentinas, a Shakespeare y al mundo gay. Tiene dos obras en cartel y una serie lésbica de la que fue parte online. En esta entrevista habla de todo lo que hizo, de cómo aprendió tan rápido, de los prejuicios que la aburren, de cómo crea sus mundos y de cómo la acompañaron y la inspiraron las casas en las que vivió.
Entre el 2010 y lo que va del 2011, Maruja Bustamante participó en siete obras. Dos como actriz, cuatro como directora, y una como dramaturga y directora. La cifra apabullaría a cualquiera, pero no a ella, que cuando las enumera se ríe como quien cuenta ex novios, dice: “Estoy mal de la cabeza”, se olvida de algunas, de pronto las recuerda y vuelve a empezar. Hay algo hiperbólico en su forma de trabajar en el teatro. Cada uno de los proyectos tiene una historia única que se va hilando con los demás como cuentas muy diversas, algunas de plástico flúo, otras tan discretas que parecen de barro y otras que son piedras de mucho valor, preciosas. Maruja Bustamante acaba de estrenar Olor a pobre, sigue con funciones de Paraná Porá, que escribió y dirigió, y recién termina de hacer Fugu, de la que hizo la puesta en escena “por encargo”. Además, está escribiendo otros dos espectáculos, pero todo ese accionar no es una catarata que desborda y salpica. Todo lo cuenta como lo hace: pausadamente, con un impulso como una revolución suave.
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