Javier Zain: Esperando a que pique

“No es necesario un megashow para crear interés en los chicos”

Javier Zain reestrenó “Esperando a que pique”, una opción destacada dentro de la cartelera infantil que apuesta a un teatro sin estruendos ni sobrecarga de estímulos y que enciende en la platea una mirada poética y sensible sobre el mundo en que vivimos.


Por Hernán Salcedo


Un muelle de madera, un río seco y sucio. Caña en mano, el viejo Pascual aguarda que un pez muerda el anzuelo. Todo es calma hasta que aparece Pedro, un joven habitante de la ciudad atrapado por la vida moderna y las tecnologías que se ve atraído por ese personaje de leyenda sumergido en el tiempo.

“La idea del muelle y de dos pescadores llegó después de una clase de teatro que le di a un grupo de chicos. A partir de ciertas pautas armaron una escena en la que, subidos a una mesa y usando palos de escoba, jugaron a ser pescadores sobre un bote. Me pareció increíble que los chicos trajeran ese mundo tan lejano a lo ciudadano, a su cotidianeidad”, recuerda Zain en diálogo con Blog Teatro.

La idea se le quedó grabada en la cabeza y consideró que esa imagen tenía la poesía suficiente como para contar una historia que muostrara “ese mundo tan lejano en el que hay tiempo, paciencia, y fe” en oposición a ese otro mundo de ritmo desenfrenado en el que vivimos donde “todo es para ayer y lo que es ya pasó”.

Un simple ejercicio de sus alumnos le hizo saber a Zain que se abría una puerta para crear una nueva obra, después de sus anteriores espectáculos “Andantes Rodantes” y "El mate, y que siga la ronda!”. No se quedó esperando, tiró la caña y hubo pique. Este joven realizador estrenó la obra en julio del año pasado y cosechó frutos. Recibió el premio ATINA especial del jurado a la Labor Teatral Más Destacada 2010 y el espectáculo fue galardonado con el Premio Teatros Del mundo como mejor obra para niños de la temporada 2010. Además, arrasó con nueve premios ATINA en las categorías espectáculo, intérpretes masculinos, dirección, dramaturgia, diseño escenográfico, diseño de vestuario, diseño de títeres y objetos, diseño de iluminación y producción. Un año después, el público tiene una nueva oportunidad para comprobar con sus propios ojos por qué "Esperando a que pique" mereció tantos elogios.

Zain, que interpreta a Pascual, está acompañado en esta segunda temporada por un talentoso Alejandro Talarico, que da vida al hiperquinético joven Pedro y que trae en la mochila una intensa experiencia en clown. Ambos hacen uso de sus capacidades expresivas con un nivel de detalle ajustadísimo y en permanente diálogo con la elaborada música compuesta especialmente para este espectáculo por Esteban Rozenszain.

¿Qué representa Pascual y qué representa Pedro?

Pascual, el viejo pescador que está en el muelle esperando a que pique, representa un mundo en el que está presente el tener tiempo (para estar esperando a que pique), lo apasionado (hace lo que hace porque le gusta hacerlo), la fe (no deja de creer que un pez va a picar). Tiene un modo de ser que parece anticuado en comparación con cómo somos ahora. Representa también la experiencia, la sabiduría. Pero por otro lado es muy testarudo y caprichoso y le cuesta ver más allá de los límites de su melle, de su mundo. Es un ermitaño que vive aislado, sin querer ver cómo el mundo inevitablemente avanza, cambia, se transforma. Tal vez por miedo o por no entenderlo.

Pedro, el joven pescador que vive en el pueblo, es un típico “bicho de ciudad”, acelerado e hiperquinético, sobrecargado de tecnologías con las que convive y que lo ayudan para todo. Está en un estado constante de despreocupación, más ligado a no tomar conciencia de lo que ocurre en su entorno que a una actitud positiva frente a la vida. Está siempre tan acelerado que los detalles se le escapan y no puede conectar con lo que le pasa ni a él ni a los demás. Pero no por maldad sino por ingenuidad, por ser víctima del mundo veloz en el que vive. Representa el avance de las sociedades humanas sobre el mundo en el que vivimos. Por un lado lo bueno de las tecnologías que nos ayudan a vivir mejor, pero desconectado del daño que le hace al mundo el uso indiscriminado de las mismas.

¿Qué significado le das a la espera de la que se habla en el título y que atraviesa toda la existencia del personaje principal?

El que haya un personaje esperando a que pique toda la obra representa lo que yo realmente pienso: si uno cree en algo sinceramente, tiene un deseo, un sueño, y no es un mandato impuesto, sino un deseo genuino, al final el deseo se hace realidad. Nosotros somos creadores de nuestro destino, tenemos el poder de la creación.

Y en un mundo sin fe, Pascual es una referencia al valor de creer en algo. Vivimos tan apurados que ver a alguien esperando tranquilamente nos llama la atención. Sólo basta con mirar una parada de colectivo, de tren, o la cola para entrar a un lugar. La ansiedad no permite el "simplemente poder estar esperando" sin tener el apuro por el "ya estar en otro lugar". Es como que siempre estamos pensando en dónde estaremos después y vivimos corriendo el colectivo.

Pero Pascual también muestra el otro lado de este mismo aspecto, el de quedarse demasiado quieto, sin hacer nada para que las cosas pasen. Espera, pero en pausa. Y su mundo se activa cuando se encuentra con Pedro. Lo vuelve a encender. Entonces las cosas pasan, avanzan.

¿Cómo se cuenta una historia así en teatro? ¿Dónde ponés el eje y cuáles son tus premisas para el trabajo?

Para contar una historia en teatro busco los elementos narrativos, poéticos o expresivos que me permiten abordar los temas que quiero tratar. Si uno elige bien a los interlocutores, las ideas y pensamientos de los personajes fluirán sincrónicamente con los del autor. Serán ellos los intermediarios perfectos entre los conceptos y el público, serán quienes transformen en diálogos y acciones las inquietudes del autor. Crear personajes adecuados, ponerlos en un espacio escénico que les permita desarrollar sus experiencias y vivencias para que el público los pueda ver vivir su vida y así sacar sus conclusiones.

A través de la elección de los personajes y su accionar, del entorno y de las circunstancias de la historia, busco crear un mundo que propicie que los personajes tengan las vivencias que sean canal para transmitir ideas, puntos de vista.

La realización de arte para mí es muy importante. En mis proyectos suelo hacer bocetos de todos los objetos, escenografía y vestuario, de cada cosita que forma parte de la obra. Porque todo significa, todo es signo, todo es texto. Cada cosa que elijo poner en el escenario es para contar algo, para contribuir al mensaje que quiero compartir. Lo mismo con la luz, la música, los materiales con los que trabajar, texturas, colores...

La obra tiene un trabajo técnico muy fino. La palabra, los movimientos y la música están tejidos con mucho cuidado. ¿Qué buscabas con eso?

Cuando me vienen las imágenes para escribir una obra me baja la imagen completa, no sólo el texto, me baja como si estuviera viendo una película o como si fuera una obra que ya existe y yo la recuerdo. Entonces el trabajo sobre cada detalle no es más que parte del modo en el que a mí me vienen las ideas. Es mi impronta. No es que me lo proponga, así aparecen las ideas. Es más, generalmente lo primero que aparece es la imagen del personaje en su entorno, su mundo, sus cosas, y poco a poco es como si el personaje me fuera diciendo de qué quiere hablar y me voy dando cuenta que detrás de él hay una historia que contar, como si se tratara de una historia real.

En estos momentos el teatro para chicos está muy subvaluado, muy mediatizado, y gran parte de la oferta tiene que ver con shows musicales o de formato más televisivo que teatral. Entonces sorprende ver una obra de teatro para chicos. Para mí no hay diferencia entre teatro para chicos y teatro para grandes. Todo es teatro. Lo que hago al escribir para chicos es crear un lenguaje que les sea atractivo y les permita mantener su atención.

La justeza y precisión de la puesta en todos sus aspectos están relacionadas a la pasión y amorosidad con que siento al teatro y con el desafío de “tomar” decisiones constantemente que ayuden a transmitir un mensaje o vivencias de manera más clara.

Tomar decisiones es asumir un riesgo y un compromiso, es decidir qué y cómo se quiere contar. Si uno tiene claridad en las ideas y es preciso en el modo de transmitirlas, el mensaje -ya sea intelectual o sensible- llegará más limpio, más puro. La indefinición es “ruido” en la comunicación de las ideas.

¿Qué puede aportar esta fábula a los chicos que ven la obra?

Creo que lo que primero sorprende a quienes vienen a ver la obra es el tiempo que se toma para contar la historia y que no es necesario un megashow lleno de estruendos y sobrecarga de estímulos para crear interés en los chicos. El valor de la puesta está en la profundidad del mensaje, en la historia misma, en el detalle de todo lo que se ve en escena.

Si a los chicos se les despierta la imaginación, ¡imaginan! Si se les da todo servido, sólo se entretienen o les sirve de distracción. Y mi objetivo es todo lo contrario: que se comprometan con el relato, que puedan tener ideas y sensaciones de lo que ven que está pasando. Esta obra pretende transmitir valores sobre la amistad, el valor del encuentro con otro, lo que uno puede aprender si escucha, si conecta con los demás, si se toma el tiempo necesario. Nos muestra a dos actores “jugando” a dar vida a dos personajes, sin efectos especiales, sólo apelando a estimular la imaginación y la identificación con lo que a ellos les sucede.

“Esperando a que pique” es una muestra de trabajo apasionado de todos los que forman parte del staff, de una obra hecha amorosamente, de entrega y pasión, y eso se ve, y es agradecido por el público que viene a verla. Demostramos que es posible hacer teatro “apto todo público” de la misma manera que se hace teatro “adulto”, sin subestimar al público infantil, ya que los chicos no son otra cosa que personas íntegras con un poco menos de experiencia en este mundo.




"Esperando a que pique" puede verse los sábados, a las 17, en Teatro El Piccolino, Fitz Roy 2056, Capital Federal. Entrada: $35.

Ficha Técnica
Libro y Puesta en escena: Javier Zain
Música: Esteban Rozenszain
Intérpretes: Alejandro Talarico y Javier Zain
Asistentes de dirección: Rosina Calabria y Lola Acheriteguy
Diseño de arte y diseño gráfico: Javier Zain
Diseño de luces: Javier Zain
Vestuario: Florencia Pinochi
Realización de utilería y escenografía: Gaby Cohan y Analía Gaguín
Maquillaje: Daniela Tolini
Pelucas: Marcos Kettmayer
Realización de mecanismos lumínicos: Pablo Berenstein
Diseño de logo: Letizia Lemme y Javier Zain
Fotografía: Carlos Suter
Producción ejecutiva: Romina Pomponio
Asistente de producción: María José Colonna
Prensa: Ayni Comunicación
Producción y dirección general: Javier Zain
Más información en esperandoaquepique.blogspot.com

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