Quidam


Quidam: Un viaje por el buen gusto

El tercer show del Cirque du Soleil, brilló con precisión en la noche de su estreno en Buenos Aires.

Entre los apuntes que se anotan, de apuro, entre secuencia y secuencia de Quidam, el tercero de los espectáculos que presenta el Cirque du Soleil en Buenos Aires, aparecerán frases o palabras sueltas que de alguna manera pueden sintetizar este espectáculo que gira por el mundo desde hace quince años: refinamiento, poética de la sincronización, una precisión que agobia, el intento deliberado de encontrar una espectacularidad en lo sencillo.

Quidam, más terrestre que Saltimbanco y Alegría, tiene también un trabajo de puesta en escena más definido en la mano del director artístico Sean Mc Keown. Con una línea de acción clara: los destinos de una niña entre padres aburridos de sueños y periódicos, que sale en busca de maravillas lejos de casa. Un Quidam, un perdido en la multitud, uno más en el gentío, el hombre sin cabeza, le dará la contraseña necesaria.

Esta vez no hay varios escenarios para un zapping visual sino un espacio circular y giratorio y una banda musical potente, al fondo, que jugará con acordes de tango electrónico y aires piazzolianos en varios momentos. Hay instantes en que el violín de Attila Simon y el cantante de Jamieson Lindenburg, sostienen con sus incursiones el espectáculo.

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