El año que viene a la misma hora
Sabores del amor clandestino
Julieta Díaz y Adrián Suar construyen personajes queribles en una historia distinta. La dirige Marcos Carnevale.
El público les perdona la infidelidad. Ese efecto sobre la platea es el principal logro del libro del estadounidense Bernard Slade, que construye unos personajes creíbles y queribles. En esta puesta, Doris y Juan se conocen cuando tienen alrededor de 30 años y la historia que los une es particular, diferente. Son amantes, pero no amantes de cualquier modo. Hacen un pacto: encontrarse sólo una vez al año, a la misma hora y en el mismo lugar; compartir un fin de semana y el resto del año, sólo pensar en el otro, sin llamarlo ni verlo. Fuera de esta historia, están felizmente casados, tienen hijos y nunca antes engañaron a sus parejas. El sentimiento de culpa no impide que el vínculo perdure por tres décadas. Se vuelven a elegir una vez al año, hasta que la muerte los separe.
El año que viene a la misma hora fue un éxito en Broadway y tuvo una versión cinematográfica protagonizada por Alan Alda y Ellen Burstyn (en 1978, dirigida por Robert Mulligan). Y en la Ar gentina, la habían hecho, en teatro, Thelma Biral y Rodolfo Bebán. La adaptación del texto de Marcos Carnevale y Lily Ann Martin, que protagonizan Julieta Díaz y Adrián Suar en el teatro Maipo, cambia las fechas con respecto al original y las edades de los personajes. En esta versión, hay demasiada preocupación porque la obra suene argentina, en las referencias geográficas, en ciertas frases, en algunos chistes previsibles y en la proyección de imágenes -que incluye fotografías históricas y de programas de televisión- para marcar el paso del tiempo, que le resta síntesis a la obra.
Doris es, de los dos, el personaje más complejo, el que más se modifica. Las transformaciones que sufre su criatura después de los 40 -interiores y exteriores, con cambios de look- Julieta Díaz las resuelve con soltura y gracia. Todavía le cuesta encontrarle el tono a Doris durante las primeras escenas, cuando su carácter está teñido de ingenuidad y timidez. Juan hace más explícitos sus miedos, sus dolores, su culpa, pero logra la expresión de todo eso desde el humor. Adrián Suar encuentra en la comedia su mejor registro. Bajo la dirección de Marcos Carnevale -guionista y director de cine y TV, quien incursiona en el teatro con esta puesta-, la pieza cuenta, con humor y ternura, esta relación en la que sus protagonistas encuentran felicidad.
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